He leído con interés el artículo de Cinco Días: Empresas que miman a sus ex empleados. El diario explica la práctica habitual de algunas empresas, como Deloitte, de mantener vínculos con sus ex empleados. Se trata de alimentar la relación para que no se pierda. Para ello se celebran actividades, reuniones, se organizan páginas web exprofeso para estos colectivos...Todo un alarde de interés. Todo ello contrasta con la visión clásica del trabajador que se va o "le van", echando pestes contra la empresa, mientras esta trata de minusvalorar su trabajo, como si nunca hubiese sido empleado de la misma.
Lo cierto es que en España estas prácticas parecen circunscribirse a las empresas de servicios profesionales (abogados, consultores, auditores) de gran tamaño. Y son fundamentalmente multinacionales de origen foráneo. Es una pena que el ejemplo no cunda, extendiéndose por nuestra piel de toro. Ya puestos a copiar, copiemos las buenas prácticas y no las simulaciones contables enronianas.
El artículo señala el networking como el fin último que mueve a las empresas. Los ex empleados, especialmente aquellos que abandonan esas firmas de servicios profesionales, pueden, y de hecho son, una gran fuente de negocio para sus ex empresass. Desde sus nuevos destinos adjudican contratos a sus ex y les mantienen informados sobre el pulso del mercado. Algunos pueden pensar que precisamente por esta finalidad es por lo que resulta más difícil aplicar el modelo a otros sectores. Es relativamente fácil mantener el buen rollo cuando el auditor externo se convierte en Director Financiero, o cuando el consultor externo se convierte en Director de Producción de la empresa cliente. La empresa y el ex empleado se encuentran en planos de mercado diferentes, donde la colaboración, y no la competencia, surgen como algo natural.
Sin embargo, creo que sí que se puede llevar a otros campos de alta rotación. Como la Banca, la Distribución, la Publicidad etc...: * En primer lugar, asumiendo como algo natural que el que se va tiene derecho a competir con su ex empresa. Pero si se mantienen los vínculos afectivos, esa competencia será sana, natural, y no descarnada, perjudicando en última instancia a todos. * El segundo lugar porque surgirán oportunidades de coopetencia. El competidor puede ser en ocasiones nuestro mejor colaborador. No podemos llegar a todos los negocios, a todas las áreas, a todos los volúmenes. Es en este caso, donde las relaciones de confianza juegan un importante papel. * En tercer lugar por crear y mantener una imagen de marca. Quien no recuerda en la época dorada del yuppismo la referencia a los Arturos. O quien no ha temblado al saber que su empresa iba a ser reorganizada por McKinseys. Esa imagen de marca, de profesionales con valores culturales comunes, que en vez de hablar mal de su alma mater la prestigian y con ello se prestigian a ellos mismos, es algo que la empresa española tiene que potenciar. Los ex trabajadores salen ganando al reforzar su CV, diferenciándoles de otros, las empresas gana prestigio de marca, y en estos tiempos de escasez de talento, se convierte en un polo más de atracción. Incluso en algun momento, y eso es algo que tampoco se ve mucho en la empresa española, puede suponer el reencuentro profesional entre aquellos que un dia colaboraron con éxito. * En cuarto lugar, como diría Maslow, por saciar nuestra necesidad de pertenencia a un grupo, de ser aceptados. No hagamos de la ruptura algo innecesariamente traumático. En una empresa surgen relaciones personales, se comparten vivencias, se crece. Todo eso no puede echarse por el sumidero sin más. Conservemos ese capital emocional.
En determinados momentos los proyectos profesionales, económicos o personales de empresa y trabajador divergen. Gestionemos esa salida del mejor modo posible. Y del más rentable.