Leía la noticia hace unos días: la Federación Internacional de Tenis de Mesa estaba planteando introducir cambios en la vestimenta de los jugadores y jugadoras para resultar visualmente más atractivos, más "sexy". Ropa más ceñida, más corta, faldas para las chicas...
No es la primera vez que ocurre. Ya hace unos años hubo una polémica similar en el voleivol. También en el tenis hemos visto cómo el vestuario de chicos y chicas ha ido evolucionando, llegándose a dar casos donde el aspecto físico ha sido infinitamente más importante que los resultados deportivos, o donde unas modelos recogepelotas han sido el centro de atención de un torneo. Incluso en el fútbol la polémica ha surgido en épocas con el vestuario femenino, o con las camisetas ajustadas de algunos equipos.
¿Se trata de un desvarío, o de algo lógico? Todo tiene su razonamiento detrás, claro. Todos los deportes quieren destacar, despertar el interés del público, atraer a las televisiones y a los patrocinadores. En definitiva, atraer más dinero con lo que hacen, lo cual permite pagar mejor a los deportistas y a todos los que pululan alrededor de ellos (directivos, representantes, etc.) y hacer del deporte un negocio y un medio de vida.
Porque, reconozcámoslo, deportistas amateurs los ha habido siempre. Y si ser "amateur" fuese la única aspiración, entonces no harían falta demasiados patrocinadores, ni importaría la atención mediática. No habría que hacer esos "esfuerzos extra" por resultar atractivos.
Pero en el mundo del deporte, quien más y quien menos aspira a "vivir de ello". Y si puede ser, vivir holgadamente. Y si resulta que el mero desarrollo de la competición deportiva no es suficiente como para atraer la atención... entonces no queda más remedio que colaborar con la causa entrando en el juego de la estética, la promoción, etc.
¿Superficial? Sí... pero quien algo quiere, algo le cuesta. Y quien no quiera entrar en esa dinámica, que permanezca en el circuito amateur, que seguro que ahí no tiene que pasar por ello.
Foto | Paleontour