Después de los planes de rescate de los bancos, parece que los que se están poniendo a la cola para pedir dinero a los Gobiernos son los fabricantes de automóviles. En EEUU la cosa está muy caldeada, ya que los grandes fabricantes están pidiendo ayudas por valor de más de 20.000 millones de dólares.
Según estos fabricantes la situación es crítica. De hecho, dicen que si tienen que cerrar por no acceder a estas ayudas, EEUU se encamina a una catástrofe nacional, con una destrucción masiva de puestos de trabajo. Para convencer a los senadores y congresistas incluso lanzaron un vídeo, en el que decían que la supervivencia de la industria era una necesidad de seguridad nacional. Vamos, metiendo miedo a la gente para que estos presionen al Gobierno.
Sin embargo la población no está a favor de las ayudas. Una cosa era salvar al sistema financiero (aunque también había rechazo) pero otra cosa es salvar a un sector que ha crecido más de la cuenta y ha sido mal gestionado durante los últimos años. La puntilla la puso hace unas semanas un político que preguntó al consejero delegado de una de estas empresas el medio de transporte que había utilizado para ir a Washington a pedir las ayudas. Cuando le contestó que en un jet privado, el político dijo que esa era la razón por la que no quería darles ayudas, porque iban a dilapidar el dinero público con este tipo de acciones.
Pero la industria del automóvil no se ha echado atrás. En un gesto bastante cínico, ahora van a Washington en coches híbridos y piden las ayudas en un tono menos duro. Se comprometen a no cobrar los próximos años. Pero para mi no es suficiente.
Lo primero que deberían hacer, si de verdad no pueden hacer frente a las deudas que han contraído, es un ajuste serio. Si tienen que declararse en suspensión de pagos, que lo hagan. Si los acreedores son los nuevos dueños de las empresas, que lo sean. Si un juez tiene que ser el encargado de tomar las decisiones de cómo permitir que la empresa siga siendo viable, que se haga. Si los directivos de estas empresas tienen que irse a la calle, que se vayan.
Lo que no puede ser es que pretendan mantener la producción de forma insostenible. El negocio no es el que era y más dinero no va solucionar el problema de un exceso de producción. Si no acabarán como predijo Heinlein en su libro Puerta al verano: produciendo coches para que el Estado los destruya.
Vía | El País
Vídeo | Heraldo
Imagen | trialsanderrors