Hasta hace unos pocos años la economía de Estados Unidos era la envidia del mundo. Con un crecimiento sólido y muy por encima de las economías europeas, su ritmo del 3% anual en términos reales le permitía crear 250.000 a 500.000 empleos mensuales y ser la locomotora del planeta. Hoy, sin embargo, esa locomotora se encuentra coja, y con una artritis cada vez más acentuada.
Durante el mes de junio, el desempleo en Estados Unidos volvió a incrementarse acentuando los temores de un estancamiento que puede empujar a una segunda recesión. Esta sería un golpe muy duro para una economía global que aún no logra recuperarse del colapso financiero de hace tres años. Los datos sobre empleo transmitidos el viernes por la Bureau of Labor Statistics, sorprendieron tanto a la Casa Blanca como a los inversionistas, dado que son los peores de los últimos nueve meses. Esto ha generando serias dudas sobre la recuperación económica de la primera potecia mundial.
Los “expertos” habían pronosticado que la creación de empleo estaría entre los 90 mil y los 110 mil puestos de trabajo. Pero la cruda realidad dio cuenta de sólo 18 mil empleos creados en junio. Con ello, la tasa de desempleo oficial aumentó del 9,1 por ciento a 9,2 por ciento, aunque la tasa real como indica CNSNews, llega al 16,2 por ciento, o 25,3 millones de personas. A dos años del término oficial de la recesión económica, no se logra reducir de manera significativa el alto nivel de desempleo, demostrando el fenómeno del cual hablamos en 2009: La persistencia del desempleo tras las crisis. En Estados Unidos, pese a la mentada recuperación, sólo se ha logrado recuperar una fracción muy pequeña (menos de un millón de empleos) de los más de 8 millones de empleos que se esfumaron con la crisis.
Con ese alto desempleo y una demanda débil, Estados Unidos no podrá crecer a las tasas vigorosas que tuvo durante los años 80 y 90. Su crecimiento no superará la cota del 2%, pagando el precio de varias burbujas acumuladas que nunca fueron enfrentadas con rigor. La burbuja puntocom de fines de los años 90 fue enfrentada con medidas como rebajas tributarias, disminución de tasas de interés, impresión de dinero, que sólo ayudaron a crear las condiciones para el descalabro final.
Tras el estallido de la burbuja inmobiliaria en 2008, las autoridades intentaron aplicar la misma receta: disminución en las tasas de interés, aumento de los déficit fiscales, y flexibilización cuantitativa con la impresión de dinero, mucho dinero. Pero pese a todo este esfuerzo, la economía se mantiene estancada pese a que las empresas están repletas de dinero. ¿Por qué las empresas no invierten ese dinero en Estados Unidos? Muy simple: los empresarios prefieren invertir en China, India o Brasil, países donde la economia muestra mayor vigor y en los cuales aún existe aquello que se ha perdido en Estados Unidos: la confianza.
El déficit presupuestario, la deuda y la incapacidad para generar empleo, han hecho caer a la economía en un circulo vicioso. Los hogares y las empresas reducen sus gastos por temor a futuros impuestos más altos. Las personas ahorran, anticipándose a las reducciones progresivas en los programas de ayuda. Los bancos prestan menos, por temor a que deban comprar más bonos del gobierno para aumentar su capital. Los grandes inversionistas, como Bill Gross, evitan los bonos del Tesoro haciendo que el dólar se desplome al mismo ritmo del euro. El caos monetario es total.
Nada hace pensar que la economia vivirá un repunte milagroso en lo que va del año. La debilidad del mercado laboral es solo un ejemplo de que esta pesadilla está en sus primeros capítulos.
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