Los ministros de economía de la eurozona acaban de ratificar el Plan de salvamento a Grecia. Este plan es un plan financiero sin precedentes, con una dotación de 110.000 millones de euros. De esta cantidad, la eurozona se hará cargo de 80.000 millones de euros mediante préstamos bilaterales y el FMI del resto.
Obviamente, España tiene que entrar colocando euros contantes y sonantes encima de la mesa y el total que tiene que colocar España en el plan de rescate asciende a 9.792 millones de euros. En este ejercicio, España necesitará 3.672 millones de euros para prestar a Grecia; partida presupuestaria que no está contemplada dentro de las cuentas públicas españolas y que requerirá agravar más aún la situación de déficit que tenemos
A cambio, los griegos se comprometen a aplicar un duro plan de ajuste mediante el alza del IVA al 23% y la eliminación de dos pagas extras para todos los funcionarios, como medidas más significativas para reducir el déficit. Onésimo se planteaba hace unos días a quién estábamos rescatando en Grecia; yo me pregunto si un tuerto es capaz de acudir al auxilio de un ciego sin perder la vista en el intento; fundamentalmente pensando en la economía española y en las consecuencias que puede tener para nuestras propias cuentas públicas este plan de rescate.
Estamos de acuerdo en que la eurozona no puede mirar hacia otro lado por su propia estabilidad, pero si nos embarcamos en un plan de rescate de estas dimensiones, el ajuste de las cuentas nacionales debe comenzar de manera inminente y en línea con los ajustes que están llevando a cabo los griegos. Medidas dolorosas que el Gobierno no está dispuesto en llevar a cabo, hasta que no exista otra solución o nos obliguen a ello.
España no está siendo austera y aunque el profesor Krugman diga que a nivel de política fiscal estamos haciendo los deberes basándose única y exclusivamente en el tipo de bono español a 10 años, el presupuesto actual es irrealizable y en un par de meses será evidente que el plan de consolidación fiscal español es inviable. El día que eso se constate, no podremos parar a la locomotora y cada día que pasa, perdemos un tiempo precioso para apretarnos el cinturón. El día que nos queramos dar cuenta, quizá sea ya demasiado tarde y España es demasiado grande para ser rescatada.
Más Información | REl Pais, La Gaceta
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