Lejos del 1 por ciento que había pronosticado el mercado y los principales medios especializados, la economía estadounidense creció un magro 0,2 por ciento durante el primer trimestre de 2015. La anémica cifra estuvo muy por debajo de la tendencia observada el año pasado y se culpa de ésto al fuerte descenso de las exportaciones (caída en el comercio mundial), la inversión fija, el gasto del gobierno.... y el frío, dado que este invierno fue uno de los más gélidos de la historia. Los efectos del cambio climático que tanto se han negado a ver en Estados Unidos, comienzan a hacerse visibles: terremotos, huracanes, temperaturas extremas han trastornado la antigua normalidad. Y esto afecta, por cierto, a la economía. Entre enero y marzo el producto interno bruto de la principal economía del planeta creció a su tasa más baja desde el cuarto trimestre de 2012.
Los economistas, empresarios y políticos se enfrentan ahora al reto de determinar si la desaceleración es temporal - proveniente en su mayoría de un invierno inusualmente cubierto de nieve en el noreste - o un signo de problemas más amplios. Para muchos, la economía de Estados Unidos seguirá el patrón del año pasado, y comenzará a recuperar fuerzas a mediados de año para terminar con un segundo semestre más dinámico. El mercado laboral sigue siendo estable, la confianza del consumidor está en niveles altos y se piensa que pronto llegará la hora en que ésto se notará en el consumo. Hay que recordar que durante el primer trimestre, el país sufrió una huelga en los puertos de la costa oeste lo que causó interrupciones de la cadena de suministro en todo el país.
Sin embargo, la débil cifra del PIB confirma que la economía mundial vive un momento de peligrosa debilidad, y que el estancamiento secular comienza a mostrarse en su real magnitud. Además, los problemas de la economía de Estados Unidos son más profundos. La caída de la inversión, las exportaciones y el gasto, no son ámbitos que puedan mejorar rápidamente y resulta casi contradictorio que ante tasas de interés del cero por ciento la inversión esté desvanecida. Por otra parte, poco ha servido el descenso en el precio del petróleo dado que la gente no ha convertido ese "efecto riqueza" en consumo inmediato sino que ha preferido ahorrar ese dinero extra que ha obtenido por el consumo de combustible, quizá para tiempos más precarios. El petróleo barato no ha disparado las cifras de consumo.
Al contrario, el petróleo barato se ha convertido en una dolencia dado que ha comenzado a pesar sobre la economía. El desplome del precio ha reducido el número de plataformas en más de la mitad, amenazando con un aumento severo del desempleo. Después de siete años de rápida expansión, los perforadores petroleros de Estados Unidos redujeron la inversión en más de 25 mil millones de dólares en el primer trimestre. El bajo precio ha obligado a cerrar muchas plataformas petroleras para presionar y revertir la tendencia de los últimos seis meses y hacer subir el precio. En los últimos días, el precio del petróleo ha repuntado notoriamente. Este hecho puede iniciar la ruptura en el precario equilibro inflación-deflación que han manejado los bancos centrales para mantener la crisis bajo control.