Hasta hace un par de años el Fondo Monetario Internacional era considerada una institución oscura y burocrática. La prepotencia de sus planteamientos y lo sesgado de su visión económica, denunciaba que tras la fachada del FMI se ocultaba la mano invisible de la Casa Blanca e incluso los intereses del Pentágono. Al respecto, si recordamos Las causas materiales de la crisis, y los documentos desclasificados que ahí se citan, podemos dar sentido a la guerra ideológica que se instauró con el control de precios, y el desprecio rotundo a la preocupación por el empleo.
Sin embargo, hay que reconocer que desde el año pasado, y con el mandato de Dominique Strauss-Kahn (Director Gerente) y Olivier Blanchard (Economista Jefe), el FMI ha sido una voz de sensatez frente a muchas opiniones confusas y contradictorias. Ha logrado una gran coordinación entre los gobiernos para aplicar medidas que eviten un colapso mayor. A modo de ejemplo, en febrero del año pasado, y ante la gravedad de la crisis que había estallado en Estados Unidos, Strauss-Kahn advertía:
"Lo que en principio era un problema para las instituciones financieras de EEUU se ha convertido en un problema para la economía mundial. Ni Europa ni las economías emergentes están inmunes ante esta crisis... Las economías de los países industrializados y de los emergentes son como dos caballos que cabalgan juntos. Si uno de los dos está cansado, el otro puede tirar de la carga durante un tiempo. Pero si uno se detiene en seco, ninguno de los dos irá muy lejos" (La Jornada)
Las sugerencias del FMI en lo referido a los estímulos fiscales y la coordinación global, permitió amortiguar los duros efectos de una crisis que desde el principio (al estallar en el eje económico mundial) amenazaba con ser más severa que cualquier otra crisis conocida, incluyendo a "aquella", al ser justamente producto de una frenada en seco de la economía mundial. Las razones de esta frenada violenta estaban a la vista: las finanzas mundiales se encontraban mucho más imbricadas e interconectadas, pero con una estructura débil, fraudulenta y un gran funcionamiento en las sombras.
En veinte meses, el FMI ha logrado monitorear y estabilizar un descalabro difícilmente imaginable hace un par de años. Pues pese a las múltiples advertencias de muchos economistas, algunos al interior del propio FMI, que plantearon los errores de una desregulación sin precedentes (Hoy se celebran diez años de la revocación de la Ley Glass-Steagall), nadie hizo caso y siguieron cavando la fosa.
Hasta el momento, el FMI ha enfatizado que los planes de estímulo deben mantenerse hasta que la economía se normalice. Pero no se ha hecho nada en verdad para provocar un cambio que evite una nueva crisis financiera de estas colosales magnitudes. Incluso desde su blog, recientemente inaugurado, iMF direct, donde podemos leer a Blanchard, Eyzaguirre, Cottarelli y otros economistas convertidos en bloggeros, no se ha publicado nada al respecto.
Al FMI le falta dar el paso más significativo que es aceptar las propuestas por un impuesto a los capitales especulativos. Timothy Geithner y Ben Bernanke rechazan de plano esta idea, dado que va en la dirección que les interesa, de hundir más al dólar. Este impuesto lo están aplicando desde hace unos días países como Brasil y Corea del Sur, dado que no desean seguir el triste destino de Islandia.
Un impuesto a los capitales especulativos (eufemísticamente llamados "carry trade") no sólo es necesario sino que puede marcar la diferencia entre apelar o no a un orden financiero real. Además, implicaría una disciplina a quienes manejan los mercados de capitales que siempre, y tal como lo ha demostrado esta crisis, saben repartirse muy bien las utilidades entre ellos, pero cuando se ven en aprietos le piden ayuda a todo el mundo: privatizan las ganancias, pero socializan las pérdidas. Frente a esta nueva y necesaria postura, el FMI debe encontrar el buen camino.
En El Blog Salmón | El FMI y el Consenso de Washington, ¿Qué es la Tasa Tobin?, El dólar financia la especulación mundial