A diez días de terminar la primera década del siglo XXI, las bolsas mundiales se preparan para cerrar la que bien puede ser la peor década de la historia. En más de 200 años de registro de los mercados de valores, el mundo no ha visto un desempeño tan triste como el que muestran los datos de los últimos diez años. Es el fin del sueño americano. El comienzo de la pesadilla.
La espiral alcista que se inició en los años 80 y que cobró fuerza en los 90, con rendimientos anuales del 17,6%, terminó demostrando que todo aquello no fue más que un sueño. Algo que no estaba permitido. Los años de consumo desenfrenado, disfrazado de aparente felicidad, han terminado. De ahí que la tristeza y el horror sean algunas características de estos diez años. Ahora hay que pagar la cuenta.
La década se inició bajo la sombra del miedo. La amenaza Y2K y la falla sistémica que anunciaba el cambio de milenio, parecen hoy una broma de mal gusto. Sin embargo, las cuantiosas inversiones realizadas a fines del siglo XX por gobiernos y privados, fueron las que lograron prevenir el desastre. Pero ganaron las críticas de que todo había sido mucho ruido y pocas nueces. De ahí que a la hora de prevenir nuevas pesadillas, el espíritu de confianza, arrogancia y optimismo terminó predominando sobre cualquier advertencia. Así fue como la historia asestó sendos golpes a la globalización, la estabilidad financiera y toda la estructura social. El miedo fue la constante. Quizá aleccionados por las superproducciones de Hollywood, que han terminado adocenando a las masas (no es extraño que el siglo XX termine con un remake de una tragedia de 1912: el Titanic). Así, el 11-S y el desplome en vivo de las Twin Towers ante los ojos atónitos del mundo; la catástrofe del huracán Katrina; el virus del síndrome respiratorio agudo severo; la fiebre swine-flu; la quiebra de Enron; los fraudes de Bernie Madoff; el colapso financiero de Wall Street o las quiebras bancarias, formaron parte de un paisaje que se hizo cotidiano. Por ello la pauta de estos 3.652 días estuvo bajo la paradoja de un mundo que mientras más globalizado, está menos integrado. Si bien las diferencias entre países se han suavizado en las cifras, en su interior se han profundizado: hay primer mundo en el centro del tercer mundo, y también hay tercer mundo en el corazón del primer mundo.
De esta manera, y pese a los edificios de cristal de Londres o Dubai, lo verdaderamente globalizado ha sido la pobreza. El sueño de la casa propia, alimentado con ímpetu a fines de los 90 y principios de esta década, se estrelló con la dura realidad de un sistema altamente excluyente. Las inversiones que impulsaron el mercado alcista de los 80 y los 90, aprovecharon las bajas tasas de interés para hacer cuantiosas ganancias corporativas. Con tasas del 1% o inferiores, los mercados inmobiliarios lanzaron audaces ofertas para hacer cumplir el sueño americano. Pero este hecho se volcaría como un boomerang contra los modestos propietarios a los cuales su bajo sueldo no les permitía acceder a la casa propia.
El incremento de las tasas de interés durante el año 2005, hasta 4,25%, comenzó a tener un efecto completamente indeseable. Muchos de los propietarios de las viviendas compradas en el período de las bajas tasas comenzaron a incumplir con sus pagos. Pese a esto, la Fed, del recientemente elegido hombre del año por Time, continuó con las alzas de tasas durante todo el 2006, y pese a que los incumplimientos y morosidades aumentaban, siguió con tasas altas hasta el tercer trimestre del 2007, cuando gran parte del daño estaba hecho. La crisis arrancó en diciembre de 2007. Ya cumplió dos años. Pero fue "descubierta" en noviembre del año pasado.
La reacción fue tardía desde todos los ángulos. La confianza depositada en el sistema de que nada podía fallar, le ha propinado uno de los más duros reveses a la economía mundial. Los planes de las Naciones Unidas ideados en 1998 para reducir la pobreza hacia el año 2015, han quedado totalmente olvidados pues la pobreza se duplicará para esa fecha. Ha terminado el largo sueño americano del siglo XX, ese del consumismo y la arrogancia. Con un largo quejido, los primeros años del siglo XXI nos ponen los pies en la tierra.
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