Una de las cuestiones más sensibles para la sociedad en materia económica es el Salario Mínimo Interprofesional (SMI). En España,el artículo 27.1 de la Ley del Estatuto de los Trabajadores habilita a que el Gobierno fijará, previa consulta con las organizaciones sindicales y asociaciones empresariales más representativas, anualmente, el salario mínimo interprofesional, teniendo en cuenta el índice de precios al consumo, la productividad media nacional alcanzada, el incremento de la participación del trabajo en la renta nacional y la coyuntura económica general.
Los defensores del SMI argumentan que tal incremento ayuda a las personas de bajos ingresos, estrechando la brecha salarial entre los ricos y pobres. La idea de un aumento del SMI también tiene un fuerte atractivo, sobre todo en aquellos países donde las discusiones acerca de la clase social están muy arraigadas y casi siempre se enmarcan en términos de los ricos contra los pobres.
Sin embargo, en realidad el SMI constituye una barrera de entrada al mercado laboral. Esto significa que aquellos trabajadores cuya productividad no alcanzara a justificar el SMI, son discriminados por el mercado laboral. Este hecho representa para muchos colectivos de menor cualificación que la media, entre ellos los jóvenes o los inmigrantes, negarles la oportunidad de incorporarse al mercado laboral para que puedan contribuir a la mejora de sus habilidades y desarrollarse como profesionales. También constituye una carga para la sociedad porque discriminar las capacidades menos desarrolladas de ciertos segmentos es una fórmula efectiva para generar desempleo estructural que costean los elementos activos de la sociedad.
Para entenderlo de manera clara, imaginemos que en España, cuyo SMI para el 2016 está establecido en los 655,20 euros, se decide incrementarlo de manera sustancial hasta los 1.500 euros. La principal pregunta que se nos ocurriría es ¿Qué hará la empresa para afrontar la subida salarial? Dado que no es un aumento de la productividad del trabajador y por lo tanto, la empresa no percibe en su Cuenta de Resultados un aumento de ingresos de 844,8 euros por trabajador (1.500€ - 655,20€), la opción que tendría la empresa para subsistir sería despedir a gran parte de su plantilla asumiendo, obviamente, los costes de despido. De seguir manteniendo a los empleados con el nuevo salario mínimo, veríamos el hundimiento de la competitividad de la empresa y como las pérdidas consumirían el capital de la empresa, la llevarían finalmente a la quiebra. En ambos casos escenarios vemos a trabajadores despedidos que muy difícilmente podrían optar a nuevos empleos, generando un stock laboral a largo plazo y consumiendo los subsidios estatales del resto de empleados activos.
El salario mínimo en el mundo
Aproximadamente el 90% de los países de todo el mundo tienen legislación que apoya un salario mínimo. El salario mínimo en los países en que se clasifican dentro del 20% más bajo de la escala salarial es menos de 2 dólares por día, o alrededor de 57 dólares por mes. El salario mínimo en los países que representan el 20% superior de la escala salarial es de aproximadamente 40 dólares por día, o alrededor de 1.185 dólares por mes.
Aunque en la mayoría de países tienen establecido un SMI, países del entorno europeo como Noruega, Dinamarca, Suecia, Suiza, Finlandia, Austria, Italia y Chipre han entendido los efectos negativos del salario mínimo y por ello carecen de esta regulación laboral. También, Alemania carecía de SMI pero en el año 2014 decidieron aprobarlo. Uno de los casos más curiosos es el de Suiza, que es el país de la OCDE con mayor ingreso anual por habitante unos 40.000 euros brutos, y es que en mayo de 2014 se propuso un referéndum para implantar un SMI de 4.000 francos suizos brutos mensuales (3.270 euros) y el 77% de los suizos optaron por el 'No'.
¿Carecer de SMI implica bajos salarios?
Muchos podrían pensar que al carecer de un salario mínimo, los salarios de un país deben ser forzosamente bajos y por lo tanto los costes laborales serían irrisorios. La realidad es diferente, debido a que los niveles salariales están vinculados a la productividad y no a un salario mínimo. Atendiendo a los datos del Eurostat de 2014, en la Unión Europea el coste laboral medio por hora de un trabajador es de 24,6 euros. No obstante, en países que carecen de SMI, sus costes laborales por hora son, por lo general, sustancialmente más altos que la media europea:
- En Noruega el coste laboral por hora es de 54 euros.
- En Suiza el coste laboral por hora es de 48,95 euros.
- En Dinamarca el coste laboral por hora es de 40,3 euros.
- En Suecia el coste laboral por hora es de 37,4 euros.
- En Finlandia el coste laboral por hora es de 32,3 euros.
- En Austria el coste laboral por hora es de 31,5 euros.
- En Italia el coste laboral por hora es de 28,3 euros.
Finalmente, aunque el SMI es un elemento clave para cualquier modelo laboral, debemos tener en cuenta otros elementos que flexibilizan el mercado laboral para obtener finalmente una tasa de desempleo estructural baja. Debido a que las industrias sobredimensionadas deben corregirse de manera rápida es imprescindible que los costes de despido sean los menores posibles para no mantener un sector cuya una actividad económica que no se ajuste a los niveles de demanda real. También el otro punto clave son los costes de contratación ya que, aunque el salario es el elemento más relevante de los costes laborales, no debemos olvidar otros factores como los pagos a los organismos de la Seguridad Social y el porcentaje de IRPF que la empresa deberá pagar a Hacienda que pueden encarecer los costes y deberán ser justificados por la productividad del trabajador.