Desde que el ministro de Finanzas de Brasil, Guido Mantega declaró el 27 de septiembre de 2010 que la economía se encontraba en una guerra mundial de divisas, las acciones de política de los diversos líderes del mundo se fueron reformulando en términos de este campo de batalla. Y pese a que de inmediato el presidente del Banco Central Europeo declaró que eso era falso, lo cierto es que los planes de cooperación para impulsar el crecimiento global por la vía de la demanda, comenzaron a ceder terreno a los planes de corrección monetaria con ese armamento de grueso calibre que va desde la flexibilización cuantitativa a la intervención de divisas y los controles de capital.
Estos últimos tres años han dado cuenta de esta guerra sin cuartel que viven los bancos centrales. Hoy tenemos una guerra mundial de divisas a escala global, lo que distorsiona la realidad de manera aterradora. Las guerras de divisas son también conocidas como "devaluaciones competitivas" y sus acciones de política no generan ningún triunfo. La verdad, es que una guerra de divisas es una batalla en que nadie gana. Es una guerra devaluatoria que consiste en empobrecer al vecino, empobrecer al vecino, al vecino... hasta el empobrecimiento propio.
Los bancos centrales de todo el mundo están inundando el mercado con el dinero caliente de la imprenta. Y todo con el falso pretexto de "estimular la economía". Incluso un país como Suiza, con una moneda tradicionalmente estable y bajas tasas de inflación, se encuentra atrapado en esta danza de la creación de dinero. ¿Puede Suiza darse el lujo de dejar que el franco suizo se aprecie frente a las monedas de sus vecinos (y rivales comerciales)? Y si Suiza lo hace, ¿por qué no Brasil, India, Rusia, Tailandia, Indonesia?... Por eso que hoy todos los países están devaluando sus monedas, lo que no hace más que acelerar las tensiones del mercado. Tensiones que llevan esta guerra de divisas a una guerra comercial extrema que intenta compensar las inexistentes políticas fiscales.
¿Quien gana?
Países desarrollados como Japón y Estados Unidos tratan de poner en marcha sus economías con tasas de interés ultra bajas y fuertes inyecciones de liquidez que buscan, por la vía monetaria laxa, estimular la demanda interna aunque sólo consiguen rearmar al sistema financiero y compensar sus famélicos balances. Es una ayuda para la banca que permite ordenar los balances pero no hace nada por la economía real y el empuje a la demanda interna. Las devaluaciones generan ganancias al sector exportador y también generan la furia de otras economías orientadas a las exportaciones como las de Brasil, China, India o Corea del Sur. Por cierto que esta guerra de divisas no es ninguna buena noticia para Europa.
Si el euro se aprecia frente al dólar, el yen, el yuan, el rublo, la rupia o el real brasileño, la zona euro comienza a ver complicadas sus exportaciones (la caída de las exportaciones de Alemania es elocuente) en un momento en que la economía sufre una fuerte contracción y cuando hay varios países europeos en recesión. El problema es que ante una recesión global ¿pueden las políticas devaluatorias de los bancos centrales ayudar a superar la crisis? Por cierto que no. Y es lo que se ha confirmado en seis años de crisis. La política monetaria de los bancos centrales no solo no ha sido capaz de superar la crisis sino que la ha agravado en términos de caída del crecimiento y aumento del desempleo.
Nadie gana con una guerra de divisas. Y esto podemos comprobarlo tras tres años de guerra sin cuartel en que las políticas monetarias han discurrido de todo su arsenal para resolver la crisis y todo sigue exactamente igual. O en verdad peor, dado que la crisis se ha agravado en todos los frentes (crecimiento y desempleo, entre otras) y no hay ninguna luz de salida.
En El Blog Salmón | Aunque el FMI lo niegue, el mundo entró en una guerra de divisas