El premio Nobel Joseph Stiglitz ha señalado que el sistema financiero no ha logrado resolver sus problemas fundamentales y que la situación hoy es más grave que la existente previa a la crisis de Lehman Brothers. En una entrevista de ayer en París, y reproducida por Bloomberg, Stiglitz dijo que si bien la administración de Obama ha logrado evitar el colapso del sistema bancario, ha fracasado en resolver sus problemas fundamentales.
“En Estados Unidos y muchos otros países, los bancos se hicieron demasiado grandes para quebrar, y ahora que se han vuelto aún más grandes, los problemas son peores a lo que eran el 2007, antes de la crisis”.
A dos años del estallido de la burbuja inmobiliaria y a un año de la quiebra de Lehman, que obligó al Departamento del Tesoro a gastar miles de millones para apuntalar a Bank of America, Citigroup y la aseguradora AIG, la inestabilidad sistémica continúa. En el Reino Unido el gobierno ha debido inyectar miles de millones para apuntalar Lloyd Banking Group y HBOS, entre otros, así como Francia lo ha hecho con BNP Paribas y Alemania con Hypo Real Estate. El hecho preocupante que ha desatado la actual crisis financiera está en la concentración del sector bancario. En Estados Unidos, las cuatro compañías más grandes controlan más del 40% de los depósitos de la nación y más del 50% de los activos de los bancos del país.
También es preocupante que algunas de estas entidades siguen más aptas para un casino de Las Vegas que para aportar liquidez a la economía real. Aquellos bancos considerados “demasiado grandes para morir” siguen participando de prácticas cuestionables porque saben que el gobierno actuará para impedir su colapso.
La acción de rescate dirigida por Ben Bernanke no ha logrado crear una disciplina en el mercado y éste sigue generando burbujas artificiales con efectos indeseables como la desigualdad de condiciones con las empresas más pequeñas que siguen quebrando y aumentando más el desempleo. Para Stiglitz, la economía mundial está “lejos de estar fuera de peligro”:
"Estamos entrando en un período prolongado de debilidad de la economía, del malestar económico. Los EE.UU. pueden crecer, pero no lo suficiente para compensar el aumento de la población. Y si los trabajadores no tienen ingresos, es muy difícil generar la demanda que la economía mundial necesita".
Las perspectivas para el corto plazo vaticinan un crecimiento anémico y los conflictos reales que impone el alto desempleo aumentan el riesgo significativo de una “doble zambullida”. Por ello los responsables políticos mundiales se enfrentan a un verdadero enigma entre relajar los estímulos fiscales o mantenerlos, para así evitar una profundización de la crisis. El dilema es claro: si se cortan los estímulos, la economía se va a pique; si continúan, el incremento en los déficit públicos obligará tarde o temprano a elevar los impuestos. Ambas acciones tienen un elemento en común: la anemia económica por largos años.
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