China creció a una tasa de 11,9% interanual durante el primer trimestre alcanzando la cifra de 8,06 billones de yuanes (1,19 billones de dólares), de acuerdo a los datos de la Oficina Nacional de Estadísticas (BNE) dados a conocer hoy. Y pese a que la cifra es la más alta desde el año 2007, el gobierno ha minimizado la noticia dado que atribuye este salto a las políticas de estímulo que impulsaron la economía asiática durante el año pasado. El portavoz del BNE, Li Xiaochao, señaló que ahora viene el gran reto dado que los próximos trimestres tendrán bases comparativas más altas.
El aumento es de 5,7 puntos porcentuales por encima del mismo período del año pasado, cuando el crecimiento económico se desaceleró a 6,2 por ciento, el más bajo en una década. Aquella cifra dio cuenta del profundo impacto de la crisis y, recordemos, puso en dudas la existencia de un desacople. A estas alturas ya nadie duda del fuerte ritmo que está imponiendo el gigante y de la crucial transformación geopolítica que comienza a vivir el mundo con una China que no vacila en relevar a la alicaída locomotora de los países industrializados. El otro dato importante para esta economía era la inflación, que a doce meses se mantiene estable en el 2,4%, lo que aleja los temores de un sobrecalentaminto. Sin embargo las autoriodades cuentan con dos herramientas claves que le permitirán mantener el control del proceso. Por un lado, pueden comenzar a subir las tasas de interés y desmarcarse de las tasas cercanas a cero de los países occidentales.
Por otro lado, y quizá lo más esperado por Estados Unidos, será el afloje gradual del yuan con respecto al dólar, actualmente en 6,8293 yuanes por dólar. Estados Unidos ha acusado a China de manipular su moneda y mantenerla oficilmente baja, favoreciendo de este modo sus exportaciones y perjudicando al resto del mundo. Se espera que China revalúe su moneda entre un 5% y un 10%, aumentando sus importaciones y mejorando el poder adquisitivo del pueblo chino. Este proceso puede convertirse en un búmerang para EE.UU. dado que se perjudicarán las propias empresas estadounidenses que producen en China, provocando el cierre de algunas empresas y el consiguiente aumento del desempleo en China. La tensión, como vemos, está latente. Al pasar China a ser un mayor demandante, tensionará al alza los productos en el resto del mundo. Esto significará que el trabajador chino está recibiendo un mejor salario, algo que puede cerrar la brecha de ingresos, sin duda uno de los grandes conflictos de una globalización basada justamente en la mal pagada mano de obra del gigante asiático.
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