En estas páginas, he hablado mucho en contra del crecimiento de la presencia de los gobiernos en las economías. Parte fundamental de este incremento reciente es el camino que se tomó, desde que estalló la crisis, de efectuar gastos cuantiosos e indiscriminados, el despilfarro.
Estos gastos se han justificado bajo la filosofía de que no hay que preocuparse por el largo plazo ya que la falta de liquidez en los mercados y las dificultades de varios sectores y de muchas empresas se tenían que contrarrestar lo antes posible y, como el sector privado estaba en pánico, sólo le quedaba al sector público.
Desde el principio esta filosofía ha estado equivocada, aunque parece que no se han dado cuenta los que la apoyaban. No era difícil ver que estábamos en camino de acumular cada vez más deuda estatal y déficits públicos, y que estábamos salvando a muchas empresas, personas e, incluso, sectores, de las consecuencias de sus acciones, de su ineficiencia y de su mala gestión. Lo peor es que estábamos usando el dinero de todos para salvar a los fracasados.
No solo eso, todas estas inyecciones indiscriminadas se efectuaron sin preocuparse de imponer condiciones a los que recibieron estos fondos que se dieron de forma totalmente gratuita, algo que he criticado repetidas veces en estas páginas.
No se estableció cómo utilizar estos fondos y ahora se critica al sistema financiero que recibió billones y siguió con el grifo cerrado a sus clientes, se critica a las empresas que recibieron billones, pero siguieron reduciendo su empleo y, en países como España, mantuvieron sus políticas de retrasar sus pagos a los suministradores. Se inyectaron miles de millones y ahora se critica los altos sueldos que se están pagando a los directivos y tampoco se estableció cómo estos fondos se tenían que devolver y a qué coste a los accionistas, que se vieron salvados de sus pérdidas y, ahora que los mercados están cambiando, reciben la totalidad de los beneficios.
Muchos de los que estaban apoyando este camino, ahora reaccionan negativamente a las subidas en deuda estatal y déficits públicos, subidas que eran totalmente predecibles con las políticas económicas seguidas, y critican qué se hizo con los fondos recibidos y cómo actuar, cuando antes no tenían tiempo para exigencias, y ahora que las cosas se han estabilizado están criticando a diestra y siniestra.
Pienso que no es tarde para establecer condiciones y los gobiernos que han participado en todo este despilfarro deberían elaborar condiciones a esas empresas y sectores salvados para exigir actuaciones futuras, exigir formas de y calendario para devolver lo que recibieron y exigir fórmulas para compartir los beneficios que ahora se están cosechando.
Via | Paul Krugman blog
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Imagen | Stuart Pilbrow