Aunque la prensa ha sido generosa en informar que la recesión económica de Estados Unidos terminó en junio del año pasado y lo que se vive ahora es una sólida recuperación, lo cierto es que no hay nada más lejano a la realidad que aquello. Hasta Warren Buffett ha salido a declarar que “es perverso hablar de recuperación”, y que la recesión continúa. Lo que interesa son los hechos y esta gráfica ilustra claramente que el fenómeno recesivo sigue vigente.
Los indicadores de empleo, ingresos, consumo, producción, vivienda, y gastos de capital han ido en retroceso y han acelerado su deterioro en las últimas semanas. El dato de empleo para septiembre en la economía estadounidense será superior al de agosto (alcanzando el 9,9%); mientras el PIB para el tercer trimestre mostrará, al igual que el PIB europeo, una clara desaceleración en torno al 1,2% para Estados Unidos, y de 0,6% para Europa, dando cuenta que la recuperación es aún muy débil, casi inexistente.
En este contexto, las políticas monetarias vía inyección de liquidez y recortes de tasas han demostrado su rotundo fracaso con las propuestas del dinero barato. Ahora ese dinero barato, que cada día circula entre menos manos, tiene a una parte de la economía global atrapada en la deflación, y a la otra parte en peligrosos desequilibrios comerciales. Las devaluaciones diarias de las monedas y la extrema volatilidad del dolar dan cuenta de este desorden financiero que tiene profundas raíces.
Una crisis causada por exceso de crédito, abuso de dinero fiduciario y esquema ponzi (todo se reduce a lo mismo), solo puede ser resuelta con la inyección de más dinero porque la expansión monetaria es preferible a la bancarrota. Pero esta vez el dinero irá dirigido a elevar los precios de tal manera que permita licuar la abultada deuda que bloquea todo el sistema. La trampa de los bancos centrales de limitarse al control de la inflación como única tarea, terminó siendo mortal, colapsando a todo el sistema y hundiendo los propios principios del monetarismo.
La contrarrrevolución monetarista que obligó a abandonar las políticas de empleo en pos de las metas inflacionarias, no solo es la gran perdedora sino también la gran culpable de la mayor debacle económica de los últimos años. La volatilidad del mercado y la inestabilidad en el sistema financiero es el triste legado del monetarismo y las políticas de los bancos centrales.
En El Blog Salmón | El fracaso de la políticas monetarias, El adiós a la contrarrevolución monetarista
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