La perspectiva de una solución a la crisis de Google en China se hace cada vez más débil mientras sigue pasando el tiempo. Y aunque las negociaciones continúan a puerta cerrada, los medios de comunicación anticipan, con un 99% de seguridad, la salida del gigante de Internet del país más poblado del planeta. Si esto se hace realidad, habrá un reguero de perdedores: los usuarios, los anunciantes, la misma Google y el propio gobierno chino.
Para los chinos, la salida de Google sería algo así como “una caída del cielo” (viejo proverbio chino que alude a algo que no puede ocurrir, como es que se caiga el cielo). Porque si Google decide hacer las maletas y retirarse de China dejaría un vacío difícil de llenar. Y por más que el resto de los jugadores corra a llenar ese vacío, la calidad de los servicios que ofrece Google es difícil de compensar. Para los usuarios chinos de Internet, Google se ha convertido en una forma de vida. Lo consideran tan importante como el aire, cuya existencia se puede sentir solo cuando se quita. Por eso que no hay excusa para los usuarios que no pueden acceder a este ya clásico buscador, o a su navegador Google Chrome, que cada día gana más adeptos y le quita clientes al parchado Internet Explorer, sin duda el último de una lista de navegadores que completan Safari, Opera y Firefox.
Para los ejecutivos de Google, con su economista en jefe Hal Varian a la cabeza, nada puede ser más preocupante en términos de obtención de beneficios que un retiro de China. Con la enorme pérdida de abandonar un mercado abiertamente potencial y en rápido ascenso. De ahí que las negociaciones sean seguidas con interés. Negociaciones que también implican el terreno moral, al dar cuenta de la censura del gobierno y las actividades de hacking del Estado.
Las presiones del gobierno son las únicas razones para su salida de ese mercado. Por eso también se considera temeraria la actitud de dejar abandonados a 400 millones de internautas, más aún cuando pesa el hecho de que Google sabía perfectamente la realidad de su operación en China, desde que se instaló por primera vez. Por ello que la actitud de Google puede verse como una confrontación directa con Pekín, un gobierno conocido por su historia de no ceder en lo concerniente a su Estado y soberanía.
Para el gobierno chino, la retirada de Google ofrece poco consuelo. Sólo se reforzará la percepción occidental de China como un violador de la libertad en Internet, e inclinado a detener el flujo de la libre información. También será un hecho que añadirá más leña al fuego en el empeoramiento de las relaciones entre China y Estados Unidos, desde los temas de Taiwán al Tibet, pasando por la actual presión para la revaluación del yuan.
Aunque el tiempo apremia y las maletas van rumbo al aeropuerto, las negociaciones aún no están terminadas. ¿Encontrarán un equilibrio saludable de última hora el gigante asiático con el gigante de Internet?
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