El año del mono adelantó su maldición para los mercados
Aunque el año nuevo comienza en China el 8 de febrero, al parecer la maldición del "año del mono" se ha adelantado. La catarsis de los mercados se ha hecho imparable y el comienzo de este 2016 se ha convertido en el más pesadillezco de la historia. Los interruptores y frenos automáticos están a la orden del día en la bolsa de Shanghai. Pero ni siquiera los cierres e interrupciones bursátiles han aliviado el estruendo de la tormenta perfecta que se cierne sobre la economìa mundial. Cada día China ha devaluado el renminbi en 0,5 por ciento, acelerando la guerra de divisas que golpea a los mercados asiáticos, europeos y americanos. No hay tregua a la vista para esta auténtica debacle lacerada por el alto endeudamiento y un crecimiento que cada día se hace más débil.
En este contexto las reservas de divisas se están reduciendo en China a un ritmo récord. Según datos del Banco Popular de China, en diciembre las reservas cayeron en 107.900 millones de dólares. Las autoridades están tratando de evitar una fuerte devaluación del yuan pero si siguen gastando reservas en sostener a la "moneda del pueblo" (significado de renminbi) quedará en la ruina. China está gastando 3.500 millones de dólares al día (2,4 millones de dólares por minuto) para apuntalar su moneda. A fines de 2015 el volumen de reservas de China se redujo en 512.600 millones de dólares. Un descenso sin precedentes si consideramos que las reservas totales de China llegan hoy a 3.330.000 millones de dólares. La mayoria de los fondos fue para apoyar el yuan y evitar el colapso a gran escala del mercado de valores. Un paquete de estímulo que, al igual que en occidente, solo ha hinchado burbujas especulativas.
La locomotora se ralentiza
En rigor, el colapso actual de las bolsas refleja el pinchazo a la burbuja y el impacto de su desaceleración que explicamos en septiembre con cinco gráficas. La especulación está sucumbiendo en una auténtica carnicería que dejará en pié solo a los más fuertes, como siempre. Por eso los mercados sobrerreaccionan y desatan el pánico. Es la forma en que se hace actualmente la guerra económica. La desaceleración no es el problema. El problema lo tienen quienes apostaron que la economía crecería infinitamente por los siglos de los siglos. Los especuladores se atrincheraron en la economía más pujante de las últimas tres décadas pensando que el gigante asiático seguiría creciendo a tasas de dos dígitos. Pero ese raudo crecimiento que llevó a China a ser la segunda economía del planeta se ha ralentizado, y cada punto de caída en el PiB chino tiene un impacto más que significativo en el PiB global.
Por eso que esta nueva crisis no debe tomarse a la ligera. China fue el motor económico mundial tras la crisis occidental 2008/2009 y su empuje amortigüó en gran parte el colapso del sistema. Mientras Europa y Estados Unidos se hundían en una crisis que no se veía desde los años 30 del siglo pasado, China aceleró las compras e impulsó a los países emergentes convirtiéndose en el salvavidas para los países productores de materias primas. Ahora que China se contrae, al unísono de Europa, Asia y Estados Unidos, los países emergentes como Brasil comienzan a sufrir las consecuencias de una confianza desmedida. Brasil, la séptima economía del planeta, entró en una profunda recesión en 2015 y ahì se mantendrá hasta 2017.
Uno de los indicadores claves a la hora de ver el desempeño económico global, como hemos explicado en varios post, es el Índice Baltic Dry. Pues bien, este índice sigue su descenso imparable y este jueves (7 de enero) llegó a los 445 puntos; su mínimo desde que fue creado en los años 80.
Las cosas no pintan bien y a China no le queda otra alternativa que devaluar fuertemente el yuan para evitar seguir diezmando sus reservas por complacer a los especuladores. Y ésto, tendrá serias repercusiones globales dado que acelerará el proceso deflacionario instalado por los bancos centrales con sus tasas de interés al cero por ciento.
En algo ha acertado el FMI al señalar que el crecimiento en 2016 será decepcionante. La primera semana del año ha dejado muy en claro cómo se vienen los próximos meses. Al parecer, el año del mono cumplirá su fatalismo.