Los afectados son personas que desean maximizar la rentabilidad deportiva obtenida de un equipo deportivo. Dicha rentabilidad les proporciona una satisfacción por su implicación con dicho equipo, la cual no es proporcional a la cantidad aportada por lo que no es habitual que cada uno de ellos adquiera grandes paquetes accionariales.
Bajo el Síndrome de Abramovich los aficionados consideran que alguien va a proporcionar una elevada cantidad de dinero al equipo deportivo a cambio de la satisfacción de la rentabilidad deportiva. Pero en la inmensa mayoría de casos las personas que invierten una elevada cantidad en un proyecto deportivo, lo hacen para lograr una rentabilidad financiera que sí es proporcional a la cantidad de acciones adquiridas. En aquellos casos en los que los grandes accionistas reconocen la búsqueda de la máxima rentabilidad financiera tratan de que el equipo logre los mayores beneficios de lo que se benefician también los pequeños accionistas si los hubiera.
Pero en los casos que ocultan sus verdaderas intenciones a los aficionados bajo el Síndrome Abramovich, por lo que logran altas rentabilidades a costa del equipo, de las administraciones públicas o de los accionistas minoritarios.
Dicho síndrome coge su nombre de un multimillonario que ha asumido las elevadas pérdidas que su equipo, el Chelsea, ha sufrido durante varias temporadas. A pesar de ser un caso atípico en el fútbol, muchos aficionados se aferran a la falsa esperanza de la llegada de un Abramovich que aporte dinero como un maná a su equipo sin tener claras las contraprestaciones.
En España han sucumbido a dicho síndrome los aficionados del Betis y del Atlético de Madrid. En el Ciudad de Murcia parece que muchos aficionados estaban precavidos aunque también hubo damnificados.