La economía es esa disciplina que explica perfectamente por qué pasó lo que pasó, pero falla una y otra vez cuando trata de predecir qué es lo que queda por venir. Los economistas son conscientes desde hace tiempo de este problema del sector, y aunque hay que asumir que nadie puede adivinar el futuro, lo cierto es que tenemos a los flamantes indicadores adelantados de la economía para tratar de sacar ventaja a la economía que viene. Y algunos funcionan bastante bien.
Ahora hay un nuevo indicador adelantado que toma fuerza a la hora de predecir cuándo se acerca una recesión. El nuevo indicador se basa en las estadísticas de mujeres embarazadas, y la verdad es que los fundamentos que hay tras ello tienen mucho (pero que mucho) sentido.
Un nuevo estudio oficial ha desencadenado el interesante debate sobre los embarazos
Pues lo cierto es que, hace tan sólo unos días, la página web de la CNBC publicó una interesante noticia que explicaba cómo el estadounidense “National Bureau of Economic Research (NBER)”, o la “Agencia Estatal de Investigación Económica” por su traducción literal al español, ha realizado un estudio para evaluar la correlación entre la tasa de embarazos y el desempeño económico.
Y los resultados que ha arrojado el estudio no pueden ser más reveladores (y prometedores). La correlación encontrada concretamente es que un decremento de la tasa de embarazos precede temporalmente a una recesión. Es el primer estudio realizado sobre este tema, y realmente las conclusiones (ahora sí, con base empírica) son totalmente novedosas, muy significativas y a tener en cuenta.
La base empírica viene por descontado de las estadísticas, como no podía ser de otra forma teniendo el estudio su origen en el NBER. Y el hecho es que el nuevo indicador recién acuñado ha revelado su validez al haber predicho, consistentemente y de forma adelantada, todas y cada una de las recesiones acaecidas durante las últimas tres décadas. Ahí es nada: ahora sí que sin duda podemos afirmar que ha nacido un nuevo indicador adelantado con todas las de la ley (o más bien, con todas las de las estadísticas).
El plazo temporal de este indicador adelantado es que se remonta a señalizar el decremento sostenido de la tasa de embarazos varios trimestres antes de que los indicadores económicos empiecen a dar muestras de un deterioro. Por lo tanto lo de “indicador adelantado” hace honor a su nombre en este caso, situándose como uno de los indicadores que antes señalizan (y con mayor fiabilidad) una crisis económica en ciernes.
El indicador de la tasa de embarazos acierta allí donde los otros fallan
Como habrán leído en los enlaces anteriores, el NBER analizó las tendencias en la tasa de embarazos tomando como base las partidas de nacimiento y sus fechas de los 109 millones de nacimientos que tuvieron lugar en los Estados Unidos entre 1989 y 2016. Posteriormente hicieron la correlación con los datos disponibles sobre los ciclos económicos de este plazo temporal.
El resultado de la correlación ha arrojado que la tasa de embarazos puede predecir las recesiones económicas con igual o más eficacia, e incluso con mayor antelación, que otros famosos indicadores adelantados como los índices bursátiles o la confianza del consumidor. Es de dominio público cómo estos otros indicadores son ampliamente utilizados en el sector (les recomiendo que vean las gráficas al respecto elaboradas por la CNBC para su artículo).
Respecto al comportamiento de este nuevo indicador en la crisis más reciente, la de las terribles hipotecas subprime y la caída de Lehman Brothers, el resultado es que, allí donde los otros indicadores adelantados no mostraban ningún signo de la que se avecinaba, la tasa de embarazos señalizó muy fiablemente la crisis en ciernes. Los embarazos cayeron abrupta y sostenidamente varios trimestres antes de la fatídica fecha, mientras tanto los mercados de acciones seguían boyantes, y la confianza del consumidor daba signos de fortaleza.
Este hecho da una especial validez a este nuevo indicador, puesto que la crisis subprime es famosa en el sector especialmente por la imposibilidad de haberla predicho basándose exclusivamente en los indicadores disponibles hasta el momento. Es aquí donde el indicador de la tasa de embarazos adquiere una relevancia esencial.
Los “peros” al estudio (que alguno siempre tiene que haber)
El primer “pero” es importante, y es que ya decíamos antes que este indicador de la tasa de embarazos ha predicho de forma acertada todas las crisis sufridas en las tres últimas décadas. El no haber extendido más el plazo de validez temporal del indicador no es por la inexistencia de más datos estadísticos, sino porque en los ciclos económicos precedentes entre 1968 y 1988 el indicador no acertó en su predicción.
La explicación puede venir por un cambio de mentalidad en las sociedades occidentales respecto a cómo, cuándo y por qué se decide traer hijos al mundo. Si pensamos retrospectivamente, efectivamente el mismo control de la natalidad de aquellos años no tiene nada que ver con el actual, como tampoco lo tienen aquellos fértiles años 70 y 80 en los que nuestros padres se lanzaban a tener hijos de forma mucho más alegre, despreocupada y menos planificada que en la actualidad.
Las nuevas generaciones de progenitores buscan una estabilidad casi total a la hora de tener hijos, y la buscan hasta un punto que no tiene comparación con la estabilidad que buscaban nuestros padres. Todos recordamos cómo entonces se tenían más hijos y sin mirar tanto las perspectivas económicas, y si había que poner una litera de tres camas en un dormitorio, pues se ponía y punto. Por no hablar del puzle de viajar con cuatro hijos a la playa en un seiscientos.
También es cierto que hoy en día la sociedad exige más recursos económicos a las nuevas familias para cada nuevo hijo, a veces incluso por obligaciones legales. Pero no es menos cierto que también hay una parte muy importante de exigencias autoimpuestas por los propios padres, que tienen una lógica obsesión por sentir que tienen un hijo cuando van a poder darle casi todo lo mejor. Es otra faceta del hiper-proteccionismo con el que muchos padres educan hoy en día a sus hijos, y que es ampliamente conocido por psicólogos y psiquiatras.
Por otro lado, el análisis está particularizado estrictamente para el caso de Estados Unidos, lo cual supone una limitación evidente para la aplicación de sus conclusiones a escala global. Pero no es menos cierto que seguro que en Europa, o en otros países desarrollados, el nuevo indicador arrojaría resultados similares.
No obstante, se debe tener en mente que seguramente esto no sería así en los países en vías de desarrollo, donde el control de la natalidad no es precisamente el mismo, como tampoco lo es el nivel de tolerancia a las penurias de la población en general para decidir tener o no hijos. Ni tampoco es comparable ni la cultura económica ni el nivel de información económica de las clases populares, de lo cual depende su capacidad de análisis económico de su entorno más inmediato, y que aporta un importante valor añadido al indicador de la tasa de embarazos.
Del cambio de color del “predictor” a la pujanza (o deterioro) de la economía
Y es que lanzarse a tener un hijo es algo en lo que la gente pone mucho cuidado, y es la decisión más importante que pueden tomar unos futuros padres. De ahí que la confianza del consumidor sea menos fiable. La gente es capaz de gastar dinero antes que decidirse a tener un hijo, y esto encaja con la psicología que todos los padres hemos visto en nosotros mismos a la hora de decidir si se tiene un hijo, comparando con la decisión de por ejemplo comprar una nueva televisión. Efectivamente ni por responsabilidad ni por nivel de gastos ambas decisiones son comparables.
Y respecto a la recuperación experimentada tras la Gran Recesión de 2007-2008 lo cierto es que el fin de dicha terrible recesión ha venido marcado por la debilidad en la creación de empleo, lo cual ha hecho que algunos profesionales del sector la denominen “la recuperación sin empleos”. Casualmente, el estudio enlazado antes ha sacado a la luz como esta recuperación tampoco ha venido acompañada por un repunte de la tasa de embarazos, lo cual ha hecho que a la Gran Recesión se la conozca también como “la recuperación sin bebés”.
Estrictamente atendiendo a razones de peso relativo en la economía familiar, tener un hijo es una decisión que por parámetros económicos puede resultar a priori comparable sólo a la compra de una vivienda. Pero en realidad ambas decisiones no tienen nada que ver más allá de suponer las dos grandes inversiones de casi toda familia.
Para empezar, un piso es un activo, que requiere también una importante inversión (al igual que un hijo), pero que puede revalorizarse (algo que un padre rara vez busca en un hijo: el rédito económico). Es por ello por lo que la tasa de embarazos en mucho mejor indicador adelantado que la venta de pisos, puesto que en el caso de los hijos se trata de un indicador que en sí mismo no puede caer víctima de una burbuja especulativa propiamente dicha.
Es más, los padres tampoco ponen ni de lejos el mismo interés ni cuidado en mirar por el futuro de un piso, que por el contexto económico en el que traen a un nuevo hijo. Se puede decir sin apenas margen de error que, el acto de quedarse embarazada, es la toma de decisión en la que una pareja mira más concienzudamente por las condiciones del momento en el que trae a sus hijos. Y ahora, toda esa capacidad de análisis y percepción del clima económico que los padres ponen sobre el tablero, puede ser aprovechada macroeconómicamente con el indicador de la tasa de embarazos.
Y tengan en cuenta que ya no es sólo capacidad de análisis, puesto que, como les hemos dicho en muchas ocasiones, la masa también se equivoca (acuérdense de lo extendido de aquel “los pisos nunca bajan” de la burbuja inmobiliaria). El hecho es que la vertiente realmente importante de ese análisis y percepción de la situación económica es la misma que alimenta la importancia de otros indicadores como la confianza del consumidor: dependiendo de esa percepción, el consumo y la inversión va a ir mejor o peor, y eso en economías fuertemente terciarias como las desarrolladas, son palabras mayores.
Como ven, en el momento en que se aúna sociedad y economía, tenemos como fruto temas tan interesantes como el de hoy, que son sin duda Socioeconomía en estado puro, de ésa de la que siempre les hablo. Y este análisis es la demostración de la importancia clave que tiene este concepto en nuestra vida y en nuestro futuro. Como les vengo diciendo desde hace años, más que preocuparnos tan sólo por la economía, deberíamos todos preocuparnos un poco más por la Socioeconomía en su conjunto: un concepto de 360 grados mucho más completo y… eficaz económicamente.
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