Al hablar de Estonia, Letonia y Lituania la asociación mental con Europa del este es inmediata, al fin y al cabo los tres países estuvieron ocupados por la Unión Soviética durante medio siglo y solo recobraron su independencia meses antes del colapso del imperio socialista. Pero el pasado fin de semana el exministro de defensa letón Artis Pabriks se jactaba en twitter de que las Naciones Unidas habían 'cambiado oficialmente a los países bálticos de Europa del este a Europa del norte, el sito donde pertenecen'.
Lo cierto es que la inclusión de los tres estados en la región del norte de Europa según la clasificación de las Naciones Unidas no es nueva. Para el organismo internacional, desde el punto de vista estadístico los tres países llevan años agrupados con los escandinavos y las islas británicas, en lugar del resto del antiguo bloque socialista. Junto al criterio geográfico, hay razones históricas y culturales para agrupar a estos países con sus vecinos del norte en vez de con los del este. Pero al margen de estos motivos teóricos los tres países se han ganado el 'ascenso' por derecho propio gracias a su desempeño económico.
Desde la ruptura de la URSS los estados bálticos han sido los alumnos aventajados, con un crecimiento económico muy superior a los demás estados exsoviéticos. Hoy por hoy han alcanzado a países como Polonia o República Checa –que nunca pertenecieron a la URSS y salieron del comunismo en la década de 1980– y han dejado muy atrás a los demás estados europeos exsoviéticos (Bielorrusia, Ucrania y Moldavia). Simbólicamente, Estonia prácticamente ha alcanzado la renta per cápita de Grecia, estado que pertenece a la Unión Europea desde 1981 y que hace apenas 20 años tenía una renta per cápita cuatro veces superior a la estonia.
¿Por qué los países bálticos han adelantado a sus antiguos compatriotas?
En primer lugar, por motivos históricos. Estonia, Letonia y Lituania estuvieron tradicionalmente en la órbita cultural occidental y fueron independientes antes de la II Guerra Mundial, alcanzando en esa época un nivel de desarrollo similar al de los países escandinavos. A pesar de la destrucción causada por la guerra y la posterior ocupación, durante la era soviética los territorios bálticos eran los más avanzados de la URSS desde el punto de vista económico.
Pero la razón fundamental de su buen comportamiento económico desde la disolución de la URSS, comparado con los demás estados resultantes de la misma, fue la drástica transformación de las antiguas economías comunistas en capitalistas, mucho más rápida y profunda que en el resto de la antigua unión. Los datos históricos muestran que los países exsocialistas que adoptaron reformas rápidas han evolucionado mejor que los que optaron por cambios graduales. Concretamente, Estonia, Letonia y Lituania tomaron dos decisiones clave en los primeros compases de su independecia, que si bien generaron una fuerte recesión en el corto plazo sirvieron para sentar las bases para una economía moderna y desarrollada: abrieron sus fronteras al comercio exterior y realizaron una agresiva reforma monetaria.
Apertura comercial: de la URSS a Europa
La ruptura de la URSS, el subsiguiente hundimiento económico de su principal componente (la Federación Rusa) y el establecimiento de aranceles cortó en seco a los países bálticos del mercado que representaba hasta entonces el 90% de su comercio exterior. En los meses posteriores a la independencia, ello causó desabastecimiento y altísima inflación, y obligó a los tres estados a buscar alternativas. Rápidamente se firmaron tratados de libre comercio con la Unión Europea y con los países escandinavos (entonces fuera de la UE). A corto plazo la digestión del colapso soviético fue difícil y desde la independencia (1991) hasta 1994 hubo recesión económica.
Sin embargo, esta apertura comercial obligó a las economías locales a mejorar su competitividad, especialmente en agricultura e industria, lo que al cabo de unos años empezó a dar sus frutos. Además, favoreció la entrada de ingentes cantidades de dinero procedentes de Europa occidental y Escandinavia, tanto en subvenciones directas como, sobre todo, en inversión privada. Desde 1995 hasta 2005 los estados bálticos experimentaron un crecimiento económico espectacular, alcanzando estándares prácticamente equiparables a los del resto de Europa. Ello se vio reflejado en el ingreso de los tres países en la Unión Europea en 2005, un sueño que los demás estados europeos exsoviéticos están aún muy lejos de alcanzar.
Reforma monetaria: anticipándose diez años al euro
Tras la caída de la URSS, la mayoría de estados exsoviéticos optaron por monedas de transición que en la práctica eran cupones convertibles a los antiguos rublos soviéticos y que posteriormente se transformaron en divisas locales bajo el control político de los gobiernos de turno, en poder de la 'impresora de billetes'.
Todos salvo Estonia, Letonia y Lituania. Los países bálticos optaron por establecer nuevas monedas desde cero, cortando con la herencia soviética, controladas por una junta monetaria. La junta monetaria es una institución que garantiza la convertibilidad de la moneda por una divisa fuerte de referencia a una tasa fija. Así, ocho coronas estonias se podían cambiar por un marco alemán, cuatro litas lituanas por un dólar estadounidense y un lat lituano por un SDR (una cesta de las principales divisas internacionales). Con la entrada en la Unión Europea, la divisa de referencia pasó a ser el euro, pero en cualquier caso el cambio de las tres monedas se mantuvo fijo desde su creación hasta su sustitución por el euro.
Garantizar la convertibilidad fija con una divisa extranjera favorece la estabilidad económica y reduce la inflación (al impedir la posibilidad de 'imprimir' dinero discrecionalmente). También aumenta la confianza de los inversores extranjeros en el país, siempre que la junta monetaria mantenga su compromiso. Pero impedir la fluctuación de los tipos de cambio implica o bien ejercer control de capitales (incompatible con la liberalización económica y la apertura comercial) o bien renunciar a la soberanía monetaria (es decir, a la 'impresora de billetes'). También limita las posibilidades de endeudamiento, lo que según la coyuntura puede ser positivo o negativo.
Con el estallido de la crisis global, los tres países se vieron en un problema similar al de Grecia (incapacidad de usar la política monetaria a nivel nacional) pero con un endeudamiento muchísimo menor que el país heleno, lo que les ha permitido remontar la crisis tras un par de años de recesión. A día de hoy Estonia, Letonia y Lituania son respectivamente el primer, segundo y tercer país de la Eurozona con menor porcentaje de endeudamiento sobre el PIB.
Estonia, Letonia y Lituania son consideradas hoy un caso de éxito de la política económica liberal, al aplicar decididamente dos de sus principales dogmas: la apertura comercial y el respaldo de la divisa local por un activo sólido. Si bien es cierto que ello les ha restado flexibilidad a la hora de reaccionar frente a las crisis económicas, la evolución de los tres países en el pasado cuarto de siglo es comparativamente mucho mejor que la de otras naciones que comenzaron en el mismo punto de partida. Las repúblicas bálticas pertenecen hoy, por derecho propio, al norte de Europa.
En El Blog Salmón | La austeridad sí funciona: el ejemplo de los países bálticos