La inmensa mayoría de los europeos somos conscientes de que la Unión Europea, que ha traído con éxito al viejo continente el periodo de paz más duradero de los últimos siglos, necesita un nuevo impulso. Hay poderosas fuerzas que están intentando acrecentar la brecha norte-sur europea para hacerla una insalvable sima, y así desintegrar una Europa que desunida y con centros de poder pequeños y dispersos, se convertiría en un rio muy revuelto, en el que sólo ganarían los pescadores.
Pero tras el sonoro fracaso de esas fuerzas en la manipulación y ataques informáticos que caracterizaron a las elecciones holandesas y francesas, en las cuales la ultraderecha no consiguió vencer (por ahora), los dirigentes europeos parecen haber sabido verle las orejas al lobo, y en Europa corren vientos de renovación para devolver a los ciudadanos la ilusión por un proyecto común. En los últimos días antes de las elecciones francesas, Macron sufrió un inmisericorde ataque informático de grandes proporciones en busca de información “sensible”, y tras cuyo fracaso el lado oscuro tuvo que limitarse a falsificar y difundir documentos que trataban de comprometerle; es por ello por lo que Macron sabe bien a los grandes peligros a los que se enfrenta Europa, y además parece saber también muy bien cómo debemos enfrentarnos a ello.
La decisiva visión de Macron que anticipa profundos cambios en la Europa post-Brexit
Según pueden leer en este artículo de The Guardian, Macron ha explicado recientemente a los medios cuál es su visión del futuro de Europa, y parece que se avecinan profundos cambios en la nueva era Europea tras la desastrosa ruptura del Brexit. Hasta aquí vamos bien, puesto que cambios es precisamente lo que necesitamos. Cambios que hagan que los europeos recuperemos ese proyecto de Europa que un día unió e ilusionó a todo el continente. Tan sólo nos queda por analizar si esos cambios propuestos por Macron son lo que necesitamos realmente para seguir disfrutando de las grandes ventajas de pertenecer a una Europa fuerte y unida.
Macron aboga ni más ni menos por la Europa a dos velocidades, y permítanme recordarles que ya nos adelantamos nosotros al proponer esta idea desde estas líneas hace meses como mejor opción para seguir construyendo Europa, según pueden leer en el análisis “Europa a dos velocidades, el polémico modelo que puede provocar otro cisma tras el Brexit”. Además, Macron sugirió que incluso Reino Unido podría encontrar su hueco de nuevo en Europa dentro de esta nueva y potencial realidad europea. Desde luego, con el arrepentimiento de los británicos tras la polémica votación del Brexit, es bastante probable que estén deseando encontrar de nuevo su hueco en esa Europa de la que ahora ellos mismos se dan cuenta que ha sido un error decidir irse. La idea de Macron no parece en absoluto descabellada, ya que, al igual que el Brexit va a dañar (y lo está haciendo ya) sobre todo a la economía británica, a Europa también le impacta, y además no hay que olvidar que el proyecto Europeo siempre se ha tratado de sumar, no de restar.
Esta nueva Europa multi-velocidad no debe traducirse en el Brexit a la carta que exigían airadamente desde el otro lado del canal, por el cual querían beneficiarse de las ventajas del club europeo sin soportar lo que los británicos veían como (algunos) inconvenientes. Pero sin duda esta nueva realidad europea abriría un halo de esperanza para que los británicos tengan argumentos y puedan decidir de nuevo ser europeos en un sentido más pleno, eso sí, tras las debidas negociaciones y sin caer en permitirles que ellos decidan qué es Europa y qué no: no se deben traicionar en ningún caso esos ideales fundacionales de Europa que han traído durante décadas progreso socioeconómico, riqueza, y paz al viejo continente. Macron también aboga por lo mismo, por que Europa debe volver a las ideas visionarias de sus fundadores, lo cual supone un golpe de viento fresco en Bruselas, tan necesario como esperado en una Europa que califica acertadamente de lenta, débil e ineficiente. A veces el progreso está en crear e implementar nuevos conceptos, y a veces el progreso está en volver al origen. La cuestión es seguir progresando e ir corrigiendo las inevitables desviaciones del camino correcto.
El discurso de Macron que tuvo lugar a finales de Septiembre fue alabado como uno de los discursos más pro-europeos de los últimos años, y en él Macron alertó de que a Europa se le estaba acabando el tiempo para corregir el rumbo y reinventarse, ante el surgimiento de la ultra-derecha en gran parte del continente. Macron dice muy acertadamente que hay que devolver Europa a los europeos, y desde estas líneas no podemos sino alegrarnos (profundamente) de que alguien tenga meridianamente claro el camino a seguir, y que además coincide mayormente con el que les expusimos desde aquí hace meses en el análisis enlazado antes.
Otra de las líneas maestras que dibuja Macron para el futuro de Europa también coincide con algo que desde estas líneas predicamos desde hace tiempo: la unión fiscal y presupuestaria. Efectivamente el camino es más (y mejor) Europa, y esta integración eliminaría de un plumazo gran parte de los problemas y tensiones actuales del viejo continente. Pero claro, ahí está el doble reto de Europa, porque va a ser muy difícil vender esto en una Europa central y del norte donde los nacionalistas exigen más nacionalismo económico e independencia de Bruselas. La disyuntiva del particular cruce de caminos en el que se encuentra Europa ahora mismo es que tienen claro cuál es el único camino hacia adelante, pero seguir ese mismo camino puede dar argumentos y alimentar precisamente las tensiones ideológicas y políticas que han traído el auge de la ultraderecha. Difícil cuestión ésta en la que la solución puede suponer a la vez el “Jaque mate”. De hecho resulta más que significativo que, a pesar de abordar este polémico punto (especialmente con Alemania), como pueden leer en este enlace de ABC News, ha habido incluso ministros alemanes que se han deshecho en alabanzas al valorar el discurso de Macron.
Pero Macron no limita su proyección de Europa a lo meramente político-económico, y entra de lleno en el plano socioeconómico
Nos complace (y mucho) que Macron tenga una visión socioeconómica de Europa, más allá de la meramente política o económica. Ustedes ya saben que la socioeconomía es uno de los temas más recurrentes de estas líneas, que hemos definido el concepto por nosotros mismos, y que es un predicado y necesario nuevo enfoque que debe extenderse a las políticas meramente económicas. Por ello no podemos sino alegrarnos de que haya dirigentes europeos, con capacidad de decisión e influencia, compartan el mismo enfoque socioeconómico.
Como parte de este enfoque, y en nuestro mundo de hoy en día que es más tecnológico que nunca, Macron habla de tecnología. Una tecnología en la que el viejo continente obviamente se ha quedado atrás, acabando en manos de gigantes intermediarios pertenecientes de otras áreas económicas con sus propios intereses, lo cual supone un riesgo geoestratégico mayúsculo, además de una oportunidad perdida de progreso socioeconómico, según analizamos en el artículo “Las tecnológicas estadounidenses conquistan posiciones estratégicas en el mundo, ¿Y las europeas?”. Macron defiende fervientemente que Europa debe apostar por una innovación digital radical para ser capaz de competir internacionalmente.
Pero Macron tampoco limita su visión socioeconómica de Europa a la omnipresente y evidente tecnología, valientemente entra también de lleno en temas más complejos como la educación, o la construcción de Europa desde el mismísimo corazón de los Europeos. Macron llamó a la creación de Universidades de ámbito y alcance europeo, y que para 2024 todos los estudiantes en Europa deberían ser capaces de hablar al menos dos idiomas europeos. Y Macron también dijo la que posiblemente sea la propuesta más esencial de todo este análisis de cara a la construcción europea de verdad. Tal y como el periodista Pablo Suanzes tuiteó desde Bruselas, Macron propuso que antes de los 25 años, todos los estudiantes europeos hayan vivido al menos 6 meses en otro país de la Unión.
Realmente esta excepcional última propuesta de Macron no sólo es construir Europa, sino que entra de lleno en la encomiable labor de crear ciudadanos con alma y adn europeos. Los nacionalismos y las disputas territoriales han tenido la culpa en gran medida de que Europa haya sufrido incontables guerras en los últimos siglos, siendo la segregación, el nacionalismo excluyente, y el enfrentamiento abierto lo que mayormente ha estado detrás de estos conflictos armados. Si en vez de construir Europa, construimos europeos sin fronteras, puede que con nacionalismos, pero con una argamasa superior de mentalidad y sentimiento común europeo, y sobre todo con europeos que hayan estado en otros países, que tengan buenos amigos en ellos, que comprendan sus idiosincrasias, y que sientan otros países como su segunda casa, habremos triunfado como continente de paz y de progreso.
Dense cuenta de que la brecha europea, una vez más, divide a los europeos por motivos que muchas veces tienen que ver con el nacionalismo excluyente o las diferencias culturales, y que se tornan insalvables por las barreras socioeconómicas y la falta de comprensión de otras realidades europeas, pues son realidades que se sienten ajenas. La crítica desproporcionada contra otros países y sus idiosincrasias, los tópicos casi hasta hilarantes, etc. son una barrera real que separa a los europeos cada vez que surge algún motivo de discordia o polémica.
La clave es que no hay que construir más Europa, sino más europeos. Lo cual estarán de acuerdo en que es la mejor garantía para mantener una Europa unida, unida por lazos económicos y políticos, pero unida también por lazos sentimentales, relaciones sociales, sentimiento de ser europeo, y que los otros países no se sientan como algo ajeno a lo que enfrentarse, sino un vecino del que en cierta medida también nos sentimos parte, y con el que avanzar de la mano por el mismo camino. Y a algunos esto les parecerá de lo más obvio, pero no lo es, y de hecho todavía no se ha puesto en práctica a escala masiva hasta que lo ha propuesto Macron, a pesar de que es la forma más fácil, menos costosa, y más efectiva de que todos nos consideremos parte de una gran Europa unida.
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