España tiene una de las tasas de fertilidad más bajas de toda Europa. No es casualidad. Las políticas públicas que deberían facilitar la conciliación o aliviar el coste de tener hijos están prácticamente ausentes. Las comparaciones internacionales lo dejan claro: apenas existe alivio fiscal para las familias con hijos, incluso en hogares con salarios medios.
Ese abandono institucional no solo afecta a los ciudadanos españoles. También está teniendo impacto en las mujeres inmigrantes, que tradicionalmente contribuían a mitigar el declive demográfico. Ahora, incluso entre ellas, la natalidad se hunde. Un fenómeno que ocurre en toda Europa, pero que está siendo especialmente duro en nuestro país.
Apoyo fiscal, a la cola
El informe Taxing Wages 2023 de la OCDE deja clara la magnitud del problema fiscal. Para un hogar con dos hijos y un salario medio, la diferencia fiscal respecto a un trabajador soltero sin hijos es prácticamente nula.
En España, un trabajador soltero tiene, en la práctica, la misma presión fiscal que otro con dos hijos a su cargo. La cuña fiscal —la proporción del coste total del trabajo que se va en impuestos y cotizaciones sociales— es del 39,4% para el primero, mientras que solo se baja hasta el 38,9% para el segundo. España está entre los siete países con mayor cuña fiscal de toda la OCDE, lo que no ayuda a revertir la situación.
Esta escasa diferencia contrasta con lo que ocurre en países como Polonia o Luxemburgo, donde el sistema fiscal premia notablemente a las familias. En Polonia, por ejemplo, un trabajador soltero con salario medio soporta una cuña fiscal del 34,8%, pero si tiene dos hijos, esa cifra cae hasta el 13,6%.
En Luxemburgo, la diferencia es aún mayor: del 36,7% al 11,2%. En ambos casos, hablamos de una reducción de más de 20 puntos porcentuales, frente al simbólico 0,5 de España.
El sistema alemán, pese a tener una notable presión fiscal para los trabajadores, también reduce en consecuencia (17,7 puntos). La cuña fiscal para un trabajador soltero es del 47,8 %, pero se reduce hasta el 30,1 % en el caso de una familia con dos hijos.
La conclusión es clara: en España apenas se reconoce la carga económica que supone tener hijos, mientras que en otras economías europeas el alivio es significativo.
La tasa de natalidad más baja de la UE
Todo ello, apunta a que estas políticas pueden relacionarse de forma directa con la bajísima tasa de fertilidad que enfrenta España (la más baja de la UE, solo por encima de Malta, según Birth Gauge).
Además, esta caída no se limita a las mujeres nacidas en España, también ha descendido de forma drástica entre las mujeres migrantes, lo que daría fuerza al argumento de la cuña fiscal. En cambio, en Francia o Alemania, las tasas de natalidad se han sostenido de forma parcial, gracias a los ciudadanos extranjeros.
Un estudio publicado en 2024 en Journal of International Migration and Integration confirma que los inmigrantes tienden a ajustar su comportamiento reproductivo a las condiciones del país de acogida.
Las condiciones españolas no favorecen la crianza. Estamos hablando de altos precios de la vivenda, inestabilidad laboral, pocos servicios públicos gratuitos orientados a la infancia y escasas políticas de apoyo familiar. Las prestaciones de ayuda son mínimas y dispersas. Como consecuencia, las mujeres inmigrantes tienen menos hijos en España que en su país de origen, y el descenso es más acusado que en otros países europeos receptores de población migrante.
En conclusión, la natalidad no depende solo de decisiones individuales, sino que sigue estando influida por las condiciones que cada sociedad ofrece para criar hijos. En España, estas brillan por su ausencia. Y aunque se suele culpar al cambio cultural, lo cierto es que las políticas públicas hacen muy poco por favorecer un cambio de rumbo.
Si el país con la segunda tasa de natalidad más baja de Europa quiere revertir la situación, se requieren políticas activas, inversión pública y un sistema fiscal que realmente apoye a las familias. Hoy, claramente, no lo hace.