Para el caso latinoamericano no ha existido el tan bullado fenómeno del desacople, del cual se especuló a principios de 2008. Si bien en los últimos años la región creció ininterrumpidamente, disminuyendo buena parte de su deuda pública y aumentando las reservas internacionales, demostró su total vulnerabilidad a los fenómenos recesivos por su fuerte dependencia al comercio exterior. Este fue el talón de aquiles. Y tomando en cuenta que el comercio internacional se ha desplomado a niveles del 12 y 15 por ciento como ha ocurrido en los mercados estadounidenses, europeos y asiáticos, esta fuerte oleada contractiva ha impactado de lleno en las economías emergentes. El caso más contundente de esta dependencia es el de la economía mexicana, una de las principales víctimas de la crisis iniciada en Estados Unidos. Los canales de transmisión del fenómeno recesivo han atacado a México en todos sus frentes: comercio internacional, flujos de capital, y remesas. Por ello, México sufrirá una de las caídas más violentas este año, cercana al 7 por ciento.
Si recordamos que hasta el año pasado Estados Unidos era el principal consumidor del planeta, podemos ver la consecuencia que su moderación en el consumo ha tenido para el resto del mundo. Desde Alemania a Japón, pasando por Taiwán, Corea, Hong Kong y Singapur, la caída en el comercio ha sido en linea recta. La Zona Euro, en su conjunto, tendrá un descenso mayor a la de Estados Unidos, situación que se repetirá el próximo año, al igual que en Japón.
Sólo China experimentará un sólido crecimiento producto de las rápidas medidas de estabilización que ha aplicado el gobierno al desempolvar muchos proyectos que estaban archivados y ponerlos en ejecución. Además, ha volcado gran parte de sus programas a la estabilidad del campo para detener la constante migración urbana. Si China logra contener el desplazamiento del campo a la ciudad, habrá dado un paso importante en su desarrollo. Para ello ha propuesto un multimillonario plan de pensiones que beneficiará a cientos de millones de chinos y permitirá cerrar la brecha entre la calidad de vida urbana y la rural.
La fortaleza del gigante asiático ha permitido moderar la caída de los países proveedores de alimentos, minerales y petróleo, evitando una retroalimentación de la crisis. A diferencia de las anteriores, en las cuales Estados Unidos siempre era el comprador de último recurso, esta vez no hay "comprador de último recurso" dado que EE.UU. no puede comprar (al menos, no el 50% de la producción mundial, como lo hacía). China no puede reemplazar a EE.UU. en esos niveles (consume el 7% de la producción mundial), pero ha aumentado su poder de compra, al menos de materias primas. Sin embargo, hay que comprender que el comercio de materias primas y los flujos de capitales son una forma muy precaria para alcanzar los equilibrios globales que se necesitan.
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