Se refiere en sí a las relaciones que se tengan con ella. Si nos fijamos a como se trata a la competencia, tanto a nivel empresa como a nivel de personas que ocupan el mismo puesto que uno, pero en empresas de la competencia, en el sector tecnológico e Internet, al sector no tecnológico u offline, media un abismo. Las relaciones que se establecen en el primero son más abiertas y cómplices, que las que se pueden ver en el segundo, que se rigen por el secretismo y el mirar por encima del hombro, más si nos referimos a Pymes.
Esto, sin duda, ataca al problema de la innovación en España. En el sector tecnológico, las empresas se comprometen en ocasiones con la competencia para desarrollar productos que no serían capaces de llevar a buen puerto ellos solos. Es decir, lo que se valoraría como un competidor, pasa a ser cooperación, porque hay intereses comunes, en una relación donde ambos pueden ganar, en un trato sin asperezas ni reservas. Eso es lo que se puede ver en las relaciones entre personas del sector tecnológico. Si nos salimos de este sector, y nos dirigimos a lo que es el pulmón industrial de este país, las Pymes no tecnológicas, la relación entre competidores no existe. No hay conversaciones para alcanzar un bien común, ni planteamientos del beneficio que se puede sacar si el trato deja de ser beligerante.
Una cosa es competir en un mercado libre de oferta y demanda, y otra cosa muy distinta es que con tu competencia ni te hables, cuando en un conversación entre iguales se pueden sacar cosas interesantes. Algo distinto sería si le contases tu estrategia, pero eso no entra dentro de lo que sería el trato con la competencia. Al final, como sucede con la innovación, todo es un problema cultural, de ser abiertos o "open", aunque parezca mentira.
Vía | Ismael El-Qudsi