Ayer comentaba que a raíz de la lectura del libro La lógica oculta de la vida iba a explicar por qué los directivos de las altas empresas tienen sueldos tan desproporcionados sin que los accionistas se quejen o por qué los políticos derrochan y nadie dice nada. La idea de esta entrada nos la dio un lector, David, preocupado por el desmedido gasto que hacen los directivos de la empresa en la que trabaja.
La explicación es muy sencilla. Imaginemos que estamos en una cena multitudinaria, por ejemplo una reunión de antiguos alumnos de la universidad, del colegio o algo parecido. La gente empieza a pedir. Y te ves en la situación de que pides más comida (o más cara) de la que realmente pedirías si estuvieras cenando sólo. ¿Por qué? Porque al final la cuenta se va a dividir entre el número de asistentes y si te pides los platos baratos vas a pagar más por ellos. Vas a subvencionar los platos de los demás. Al final todos hacen lo mismo, porque es lo más lógico desde un punto de vista individual.
Demos una vuelta de tuerca a esta situación: se acaba la botella de vino que tenéis delante, ya en los postres, y sin pedirla el camarero os trae otra. Puede que te cabrees un poco, nadie ha pedido esa botella, pero no montas el numerito por unos míseros céntimos que va a costarte eso. Ese es el problema de dividir la cuenta. El derroche se reparte entre múltiples personas y al final no vale la pena protestar.
Imaginemos que una empresa con capitalización bursátil de 130 mil millones de euros con un precio de la acción de 80 euros. Si el presidente cobra 10 millones de dólares al año y mediante algún oscuro método de retribución variable se dobla el sueldo (¡100% de incremento!), el coste de esta medida para cada accionista que posea una acción es de sólo de 0,6 céntimos. Los datos que ofrezco son de una gran compañía, claro está. Pero si lo aplicamos a una empresa más pequeña, con unos beneficios de 3 millones de euros, si un directivo se compra a costa de la empresa un coche de 60.000 euros en lugar de uno de 30.000 con el que puede desarrollar perfectamente su trabajo, eso reduce los beneficios de la empresa en un 1%. Casi nada. Si un accionista recibe de dicha empresa 1000 euros de dividendo, recibirá en cambio 999 euros por la acción del directivo. Dejarle tener ese coche cuesta demasiado poco como para montar un escándalo.
En definitiva, los directivos se aprovechan del "dividir la cuenta" y abusan de las empresas. Los políticos también, y derrochan porque el coste individual de cada acción derrochadora que hacen es muy bajo. Y al final pasa lo que pasa, que sumando una cosa tras otra sí que se nota. Pero no podemos tener abiertos cien mil frentes por un céntimo, aunque la suma total sean mil euros.
Actuar con lógica individual hace que a la larga el agregado de nuestras individualidades sea poco lógico.