Comprar un coche tiende a ser una de las decisiones financieras que implican una mayor movilización de recursos, por lo que equivocarse en su planteamiento puede llevarnos a elevadas pérdidas. De hecho, es el segundo gasto más grande después de la vivienda.
Un automóvil es un bien de consumo duradero que en el momento de salir del concesionario pierde alrededor 10% de su valor inicial. Además, los automóviles nuevos continúan perdiendo alrededor del 10% al 15% de su valor por cada año a partir de entonces -los coches de ala gama mantiene tasas de depreciación más bajas en la curva- lo que hace que el coste de depreciación sea el principal contribuyente al coste total de propiedad del automóvil.
Si un bien de consumo duradero que en el transcurso del primer año lo financiamos con crédito al consumo, que es el más caro de los existentes, pues podemos encontrarlo al 6-8%, estamos financiando pérdidas a un alto coste. Sobre el monto inicial se nos han evaporado más de un 25% de los recursos en el primer año. Por supuesto, no incluimos, impuesto de circulación, seguros o mantenimiento.
Si nos ceñimos exclusivamente a la depreciación del vehículo, después de esa fuerte caída del primer año, ese coche nuevo se depreciará entre un 15% y un 25% cada año hasta que alcance la marca de los cinco años. Entonces, después de cinco años, ese auto nuevo perderá alrededor del 60% de su valor.
Por lo que la depreciación de un coche de 25.000 euros (compra de vehículo promedio español) quedaría de la siguiente manera:
- Salir del concesionario: 22.500 euros.
- Primer año: 20.000 euros.
- Segundo año: 17.000 euros.
- Tercer año: 14.450 euros.
- Cuarto año: 12.325 euros.
- Quinto año: 10.425 euros.
En los cinco años nos queda el 46,33% del valor del vehículo, por lo que hemos consumido más de la mitad fruto de la depreciación, un 54%.
En el quinto año, se tiende a finalizar el préstamo incurrido para la compra de un vehículo nuevo. Supongamos que hemos dado una entrada del 25% de la compra (6.250 euros) y hemos financiado a un TAE del 7,2% los 18.750 euros restantes. Los resultados tras los 60 meses son un importe total de 22.276,35 euros y los intereses totales abonados por la operación son 3.526,35 euros.
Esto supone que en ese periodo de cinco años, se han consumido 12.075 euros por la depreciación y 3.526,35 euros de la financiación (con una entrada del 25%), es decir, 15.601,35 euros, lo que supone un 62% menos sobre los 25.000 euros que teníamos cinco años atrás.
Como vemos, el primer año es el más delicado en términos de depreciación, por lo que una de esas alternativas sería tratar de comprar un vehículo tras un año de su matriculación y, de ese modo, esquivamos una depreciación del 20% (5.000 euros en el ejemplo). A partir de ahí, puede tener sentido endeudarse, sí y solo sí, la primera finalidad de ese apalancamiento es la inversión para la generación de rentas que finalmente paguen las cuotas del vehículo adquirido.
Con todo ello, conseguimos que a lo largo de los años paguemos la deuda vinculada a una inversión y no a un gasto, el monto invertido no quede depreciado por la adquisición del vehículo y consigamos un vehículo en notables condiciones que periódicamente iremos renovando.