España es la mejor en fútbol, tenis y cocineros por la cultura del esfuerzo, la cantera, el potenciar a los buenos y no ser arbitrarios con quién participa

En España, esta semana (por lo menos), estamos que nos salimos. La victoria de la selección española en la Eurocopa 2024, Carlos Alcaraz derrotando a Djokovic, en tres sets, en Wimbledon 2024; incluso el golf español (menos visible) vive un momento dulce, con los éxitos de Carlos Valderrama en el circuito saudí.

En la alta cocina, la marca España también saca pecho, como demuestran nombres como Ferran Adrià, Joan Roca, David Muñoz o Carme Ruscalleda, entre muchos otros. En estos sectores (el deporte, la alta cocina), la cultura del esfuerzo es transversal, y aquí parece hallarse una de las claves.

Camus se lo debía todo al fútbol

El premio Nobel de literatura Albert Camus (1957) llegó a afirmar: “Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol”. No todos los intelectuales adoran el deporte rey, ni el deporte en general, pero sí resulta obvio que esa cultura del esfuerzo estuvo (está) presente en el campo y fuera.

En el fútbol, la cantera tiene mucho que ver, como nos han demostrado este verano jugadores como Morata (cantera rojiblanca) o Cucurella, que creció en la Masía, la cantera del Barcelona, hasta convertirse en el mejor lateral izquierdo de esta Eurocopa.

Hay muchos otros nombres. Solo por citar a otros dos compañeros de selección que vienen detrás: Nico Williams o Lamine Yamal, que repiten el mismo patrón (canteras del Athletic y el Barça).

Hay ejemplos a porrillo: el tenista murciano Carlos Alcaraz tiene detrás, nada más y nada menos, que a Juan Carlos Ferrero (número 1 del ranking ATP individual a principios de los 2000). El éxito nunca es fortuito.

Y Rafa Nadal, uno de los ejemplos de esfuerzo y sacrificio en el deporte, del que se nos escapa la cantidad de títulos que ha conseguido en su trayectoria profesional (el broche de oro, la victoria de los JJ.OO. de 2016), también ha creado su propia cantera en Manacor.

Motor del éxito

Todos estos entornos tienen varias cosas en común: recompensar el esfuerzo, pero también establecerlo como motor del éxito, crear una filosofía que valore el trabajo duro, que potencie y dé herramientas a aquellos que destacan (y anime a los que no, a esforzarse más todavía), y a tratar de no discriminar ni ser arbitrarios.

Por desgracia, no todos los sectores han mantenido esta cultura del esfuerzo.  La educación es el ejemplo más típico, al margen de los problemas de esfuerzo-recompensa que han marcado a la generación Millennial (un futuro que no llegó) y que se ve con pesimismo por parte de los Z, los actuales veinteañeros, que están adaptando sus expectativas.

La ley del mínimo esfuerzo se ha asentado por distintas razones, pero ahí está, bien agarrada. El auge de los puestos de funcionario no es casual. La búsqueda de un empleo público para cubrir las jubilaciones de los boomer, tampoco: viene una era dorada para eso.

La LOMLOE, o Ley Celaá, también ha tenido muchas críticas por esta razón: estudiantes que pasan de curso con suspensos, caída espectacular de la exigencia, menor tiempo de estudio... Venimos de una educación autoritaria, dogmática y más exigente, pero ¿a dónde vamos?

Para muchos, esta época se percibe como la era de la inmediatez, el mínimo esfuerzo y la escasa fuerza de voluntad y sacrificio. Todo lo que se aplica y da resultado en el fútbol y la cocina, se ignora y arrincona en otros campos.

Menos esfuerzo, más arbitrareidad

Por descontado, esto es una enormísima simplificación del problema, donde no mencionamos recursos (ni presupuestos), ni leyes de mercado: el fútbol tira, el tenis tira, y todo los sectores que funcionan con esfuerzo, cantera y profesionales que destacan, tienen un buen incentivo económico detrás. (Y si no estás muy convencido sobre esto, consulta los pagos para cada jugador por ganar la Eurocopa, o quedar subcampeones.)

España no suele destacar en Eurovisión, o lo hace, pero sin el éxito esperado. Esto que puede parecer totalmente inconexo, trae el segundo problema (el primero, es esa cultura del mínimo esfuerzo). La selección arbitraria (en Eurovisión, un panel de jueces), donde los elementos que hay que trabajar para el éxito no están claros.

Quizá en la educación y muchos ámbitos profesionales, ocurre algo similar. En el campo, la pista y la cocina, no: ahí queda claro por qué camino tirar hacia delante. Valdrá la pena, pues, echar un buen vistazo y ver qué se puede aprovechar y trasladarlo a aquellos sectores que siguen sin funcionar como deberían, ¿no creen?

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