La economía global se acerca a un nuevo punto de quiebre


La economía mundial se encamina a un nuevo punto de quiebre. De ahí la crujiente tensión en los mercados: estamos sobre un terreno potencialmente peligroso. Desde ayer se sabe que los costos de la crisis financiera llegan a 9,6 billones de dólares, superando el 25% del PIB de los países industrializados. Un costo que fue absorbido por los gobiernos para evitar la parálisis del sistema financiero. Un costo que hoy pesa a estos gobiernos por el elevado nivel de endeudamiento que alcanzaron y que los ha llevado a recibir el castigo de las agencias de calificación. Un costo, además, que ha obligado a practicar severos recortes, en áreas altamente sensibles, para equilibrar las arcas fiscales.

Como vemos, estamos en un callejón sin salida. Las instituciones como el FMI o el BCE exigen equilibrio fiscal en circunstancias que son totalmente adversas. Es imposible equilibrar las cuentas y salir de la crisis al mismo tiempo. Y dado que la crisis es el estado más lejano al equilibrio, los principales esfuerzos deberían destinarse a estrategias de salida sostenible. Sin estrategias de salida sostenibles y de largo plazo la nueva inmersión llegará antes de lo pensado (fines de 2010, comienzos de 2011).

Por ello que los próximos meses serán potencialmente decisivos. Las fuertes medidas que impidieron una recesión a fines de 2008, no estan disponibles ahora pues los gobiernos no tienen recursos. Y la debilidad del crecimiento amenaza con debilitar aún más las finanzas públicas. Por eso que exigir presupuestos equilibrados sea un arma de doble filo. Al parecer todos se olvidan que los errores de 1933 frente a la crisis iniciada en 1929 (cuando se pensaba que había llegado la recuperación), la prolongaron hasta 1939.

Como ha dicho Angela Merkel, “la crisis que enfrenta actualmente el euro es la prueba más grande a la que Europa se ha enfrentado durante décadas, incluso desde el Tratado de Roma firmado en 1957”. Y es que la crisis se encuentra socavando ese nuevo punto de inflexión que pone más presión a la deuda pública de los principales países occidentales. Una situación que puede tornarse incontrolable, más aún cuando los grandes déficit presupuestarios han dejado a los gobiernos imposibilitados de convertirse en un significativo motor de empuje.

Por eso que todos los movimientos actuales: la volatilidad de las bolsas, las tasas de interés de los bancos centrales versus la de los bonos soberanos; el alto desempleo, la sostenida deflación y la debilidad de la economía global, nos instala el escenario propicio para una nueva tormenta financiera cuyas consecuencias a estas alturas resultan impredecibles. Como vemos, los brotes verdes no han sido más que una hierba venenosa.

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Imagen | Bearman

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