Cuando a cualquier occidental le nombran las macro-urbes chinas, la imagen que le evocan son la de su enorme dimensión, su populosa población, su frenesí económico y… su espesa y densa niebla de polución.
Pues bien, ese tópico retrato de las urbes del gigante asiático está quedándose desactualizado rápidamente. De hecho, el ranking de las ciudades más contaminadas del planeta ya no viene ni de lejos liderada por el país comunista, sino por alguien que ha pasado a la primera plana de las condiciones ambientales nocivas para la salud. Y no, no hay que irse demasiado lejos…
Desde China con amor (y respirando mucho mejor)
Lo cierto es que, según se publicaba hace unos días en un revelador informe de Greenpeace/Airvisual, entre las 30 ciudades más contaminadas del planeta sólo hay actualmente 5 ciudades chinas: Hotan, Kashgar, Xingtai, Shijiazhuang, y Aksu.
Pero la noticia ya no es sólo que en un sombrío ranking tradicionalmente liderado por las conurbaciones del gigante asiático ya sólo aparecen cinco de ellas, sino que Baoding, la reina nacional de la “carbonilla” hasta hace bien poco, ha caído hasta la posición 33, si bien sigue siendo la primera ciudad china que aparece en la congestionada lista. No debemos olvidar que, como informaba CNN cuando visitó esta ciudad, los locales se quejaban hasta hace bien poco de que, debido a la espesa niebla de contaminación no podían ver ni los edificios de su alrededor. Por otro lado, Hotan es ahora mismo la ciudad más contaminada de la nación asiática, per se sitúa lejos de liderar el ranking: está en una mucho más discreta posición octava.
Tras los datos en bruto anteriores, lo que resulta especialmente abrumador en el subsiguiente análisis es la rápida velocidad de descenso en la tabla lograda por las ciudades chinas. En tan sólo un año, y comparando el mismo ranking de 2018 y 2017, tenemos que la concentración media de polución en las ciudades chinas descendió en torno al 12% de media.
Por si esto no fuera poco, además, Pekín ha sido agraciada con la positiva expulsión de la oscura lista del top 100 de las ciudades más contaminadas del mundo. Este hito lo ha conseguido tras sus ímprobos esfuerzos para reducir la contaminación ambiental en la capital, mejorar la salubridad del aire, y lograr corregir el rumbo de una situación medioambiental y sanitaria que ya estaba fuera de control a juzgar por su (hasta ahora) liderazgo contaminante a nivel mundial.
Pero se trata de un problema de dimensión global, en el que China tan sólo era un alumno más con un “Necesita mejorar”
Pero la gran China y su tradicional liderazgo indiscutible del ranking más contaminado, dejaba en una cómoda sombra a otros países que ya le iban a la zaga. Ahora el problema aflojes, y en la clasificación queda meridianamente claro que el de hoy es un problema de dimensión especialmente del sudeste asiático (y casi exclusivamente suyo, al menos en las mayores gravedades). Y hay un país que a tomado el testigo del liderazgo voluntariamente cedido por China. Como no podía ser de otra forma, este país es India. India sube con fuerza en el ranking hasta ser el nuevo líder indiscutible. De las 10 ciudades actualmente más contaminadas del mundo, 7 son indias. Cifra que asciende a 15 de entre las 20 primeras. Y 22 de las 30 en cabeza.
La estadística es absolutamente demoledora. Eso sí, a partir de ahí y hasta las 50 primeras que enumera la clasificación ya todo es casi un rojo mar de ciudades chinas. Y aún hay más ciudades hiperpolutas en esa región del planeta que es el sudeste asiático: 18 de las 20 ciudades más contaminadas de todo el mundo están allí. Aunque, sin ser mortales (casi) de necesidad como las chinas o indias, las estadísticas globales tampoco resultan saludables. Así, de las 3.000 ciudades analizadas para este informe, nada más y nada menos que un 64% excede los niveles máximos tolerables indicados por la Organización Mundial de la Salud. Si a esto añadimos que, según las estimaciones, para 2030 hasta alrededor de un 60% de la población mundial será urbana (el porcentaje ya está actualmente en el entorno del 80% en el caso de España), tenemos que o corregimos en rumbo, o hay que asumir que el mundo está cayendo enfermo (de desarrollo).
De hecho, la mala noticia para el planeta en su conjunto es que, mientras que en China se experimentaron notables avances en la mejora de sus niveles de contaminación, por el contrario, en los países circundantes éstos se deterioraron de forma importante. Así ocurrió en otros países del sudeste asiático como son Indonesia, Corea del Sur, Vietnam o Tailandia. Pueden ver estos y otros datos en el artículo que la CNN publicó al respecto, y especialmente recomendado está visualizar el mapa de la polución mundial por países que la cadena de noticias ha elaborado.
No obstante, y por poner algún “pero” a la noticia, en primer lugar hay que reconocer que una estadística de este estilo requeriría de un análisis pormenorizado, para el cual no hemos encontrado la información que nos permita evaluarlo en todo su alcance. Sería interesante saber por ejemplo cómo computan a nivel nacional el nivel de contaminación en un país tan extenso como China, y si tiene en su índice más peso específico la contaminación de aquellas zonas con mayor densidad de población. No olviden que el objeto de esta estadística está en los niveles de contaminación, pero con un foco especial sobre las condiciones sanitarias de sus ciudadanos.
A pesar de ello, si bien es cierto que China sigue saliendo en la estadística más reciente todavía en un nivel catalogado como “insalubre para grupos sensibles”, ello no es óbice para que debamos reconocerles los denodados y meritorios esfuerzos que el país ha realizado en este aspecto de la salud humana (y también del medioambiente), y que sigue siendo una asignatura ahora todavía más pendiente para otros países de su entorno que para la propia China.
No obstante, tampoco podemos pasar por alto que el análisis de la mejoría china arroja un resultado mucho menos meritorio si sus cifras son puestas en un contexto económico, yendo más allá de lo que, de buenas a primeras parecería que es mérito exclusivo de las políticas anti-contaminación puestas en marcha en el país comunista (que las ha habido, y muy significativas). Pero los avances chinos en reducir la contaminación quedan empequeñecidos cuando se tiene en cuenta que China sufrió en 2018 una acusada ralentización de su crecimiento económico.
De hecho, según informaba la CNN en el enlace anterior, no hay que remontarse mucho en el tiempo para comprobar cómo, tan sólo el pasado Enero, Bangkok tuvo que recurrir a la técnica de “cloud seeding” para forzar artificialmente precipitaciones sobre la ciudad, y así poder aliviar los niveles persistentemente altos de polución que sufría la capital tailandesa. En la región, la temporada invernal es un “punto espeso” en lo que se refiere a la niebla de contaminación, debido principalmente a los sistemas de calefacción basados en combustibles fósiles.
El cambio climático implica que el deterioro en el Sudeste Asiático es un asunto de todo el planeta
Al igual que ocurre también en otras regiones del planeta, en la región surasiática el cambio climático sólo ha empeorado sensiblemente la situación, al haber alterado las condiciones atmosféricas. Ello ha sido un catalizador para por ejemplo un mayor índice de incendios forestales, o simplemente de un descenso de precipitaciones, con fuertes implicaciones sobre la polución ambiental en la zona.
Y no hay que olvidar el inevitable nexo de unión natural entre contaminación por combustibles fósiles y cambio climático, por lo que la baja calidad del aire en el Sudeste Asiático lleva al efecto que la alta contaminación se retroalimente en base a factores como los del párrafo anterior, y lo haga ya no sólo a nivel regional, sino evidentemente con implicaciones planetarias para todos los países.
Por otro lado, tampoco se puede obviar cómo la salud del aire y la reducción de los niveles de contaminación es mucho más sostenible (y justa) en países desarrollados. Éstos países, además de partir de una contribución a los niveles de contaminación inicialmente más elevados, tienen también muchos más medios económicos y técnicos a su alcance para poder cambiar sus políticas socioeconómicas con implicaciones medioambientales y sanitarias.
Por si eso no fuera poco, también hay que reconocer que es en las fases de revolución industrio-económica y de desarrollo cuando se pasa de no contaminar apenas nada con la siembra de míseros campos de arroz, a tener fábricas, viviendas, oficinas… quemando fuel-oil como si no hubiese un mañana. De hecho, a veces la tolerancia de la necesitada población ante estas prácticas tan nocivas para su salud viene del hecho de que, hasta hace tan sólo unos pocos años, el país parecía efectivamente no tener ningún tipo de mañana.
Efectivamente, no sólo de dinero va el asunto. También hay un aspecto inherente al desarrollo, a la concienciación social, a la cultura medioambiental, y sobre todo… a la citada tolerancia ante la contaminación que trae el haber pasado hambre de verdad, o incluso el estar pasándola a pesar de tener un trabajo (precario). Es muy fácil predicar que no hay que contaminar desde un país en el que se sabe que una regulación medioambiental más estricta tan sólo va a suponer un coste algo superior que el tejido socioeconómico puede absorber, y recoger los réditos de un electorado que valora tal decisión.
Pero otra cosa muy distinta es que los dirigentes políticos de países en vías de desarrollo asuman el riesgo mayúsculo de que las industrias más contaminantes del planeta, desplazadas a propósito hacia sus países por ser mucho más “flexibles” con la regulación medioambiental, vean amenazada su actividad y decidan volver a emigrar hacia nuevos destinos que sigan siendo pobres en exigencias y renta nacional, y ricos en nubes de polución. Y donde hay negocio y necesidad, siempre va a haber un firme candidato a morir algo más joven por respirar mal, que morir ya por no tener qué llevarse a la boca.
¿Hay una solución global para estos problemas locales que se vuelven también planetarios?
La solución de esta ecuación no es nada fácil, puesto que toca las bases del capitalismo más descentralizado y global, en el que a nivel planetario priman más los intereses de empresas particulares que los intereses de la humanidad en su conjunto. Si esto ya pasa a nivel nacional, y eso que en ese caso hay un gobierno único y una población con capacidad de voto directo sobre sus gobernantes, imaginen qué no pasará a nivel global.
Es a ese nivel planetario cuando la realidad política está compuesta por una miríada de diferentes realidades políticas nacionales sin cohesión posible ni directriz única, cuando hay intereses particulares de multitud de empresas procedentes de diferentes países, y cuando además se añaden condiciones socioeconómicas en las que (lamentablemente) la práctica demuestra que siempre hay países necesitados de desarrollo a costa de lo que sea. Sus sufridas poblaciones se ven forzadas a poner la mano y no preguntar, en el mejor de los casos de que sean capaces de tener conciencia sobre ciertas preguntas.
Debemos reconocer que es muy esperanzador el gran progreso logrado por China en tan sólo un año. Realmente, a un servidor le ha sorprendido muy positivamente. Pero aquí la cuestión, especialmente en lo que a cambio climático se refiere, es si no habremos alcanzado ese punto de no retorno que siempre han señalado los científicos, y del que ya les hablamos en el análisis “Estamos perdiendo la lucha contra el cambio climático, y aun hoy hay cosas que nadie se ha preguntado”.
La noticia de hoy es una efusiva demostración de que, si no hemos alcanzado todavía ese fatídico punto, aún podríamos estar a tiempo de revertir este desastre climático. A pesar de la negación persistente de las partes (que en algunos casos son evidentemente interesadas), la realidad es que, cada año que pasa, queda más patente que el calor está cada vez más presente incluso en invierno. Este año precisamente llevamos ya varios “monstruos meteorológicos”, que han trasformado la meteorología y posiblemente el clima (esperemos que no sea para siempre).
Monstruo tras monstruo meteorológico vemos cómo éstos convierten los inviernos en casi primaveras, las primaveras en verano, y el verano ya veremos en qué. La meteorología y el clima, a pesar de las diferentes entre ambos en cuanto a su alcance temporal, son el resultado de un sistema muy complejo, al que le influyen innumerables variables, y que siempre está en un delicado equilibrio del que depende la vida humana y no humana. De ahí lo tremendamente impredecible que resulta ser el trastocar nuestro sistema planetario con cambios severos. Y lo impredecible tengan en cuenta que tiene toda la pinta de que está siendo para mucho peor.
Lamentablemente, lo que ha resultado ser bastante más predecible es que este desastre haya acabado ocurriendo. Y especialmente predecible entre lo predecible es la naturaleza humana de algunos, que prefieren mirar el mañana medido "cortoplacistamente" en cortos días, en vez de hacerlo en años. Será que no piensan vivir mucho más que el resto con los pies en la Tierra (nunca mejor dicho), porque no tiene otra explicación.
Pero hoy quedémonos con que los chinos, cuando han conseguido pasar de los días a los años, han empezado a obtener resultados vertiginosamente. No veo por qué no podemos aspirar a conseguir lo mismo, aunque sea entre todos. Con el agujero de la capa de ozono sí que lo conseguimos, y ahora somos capaces de volver a hacerlo. Pero no se me duerman en los laureles, que es ahí precisamente donde ya estamos roncando: en unos laureles que además están agostados por el calor. No es que no nos quede tiempo, es que ya estamos en tiempo de descuento. Y al final del partido se apagará la luz (para todos).
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