No le falta razón a esta crítica ácida cuando recuerda aquellos días en los que entrabas a un banco, pedías dinero y te lo daban, no te cobraban infinidad de comisiones o no te intentaban colar un puñado de preferentes. Aunque no estoy muy de acuerdo con aquello de la rentabilidad, pero si abusaron de las retribuciones en especie (las famosas colonías, vajillas, sábanas o cuberterías) hasta el punto que no tenías muy claro si habías entrado a una entidad financiera o a un hipermercado.
Está claro que la canción protesta no es exclusiva de Amaral ni a los políticos ni que tampoco se ha inventado hoy. Y por más críticas que se hagan a estos formatos, la música y la canción siempre y será una vía de expresar el descontento de los colectivos.
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