¿Es bueno que los directivos tengan acciones?

Los más viejos del lugar recordarán la película Wall Street dirigida por Oliver Stone. En una de las escenas, un inversor llamado Gordon Gekko, encarnado por Michael Douglas, arremetía contra los directivos de una gran empresa por su incompetencia motivada, según él, porque no se jugaban sus cuartos en la empresa como sí hacían los accionistas.

Era finales de los ochenta y la separación entre propiedad y capital de las empresas estaba de actualidad. La solución parecía hacer que los directivos tuvieran acciones de la empresa. De ahí vinieron las stock-options, con las que se trataba de recompensar la gestión que repercutiera en beneficios para los accionistas. Se trataba de alinear los intereses de accionistas y directivos.

Pero después vinieron los problemas. Escándalos como los de Enron mostraron que con las stock-options los directivos tenían fuertes incentivos para inflar las expectativas sobre el valor con objeto de hacer subir la cotización de las acciones. Los datos llamémosles fundamentales de la empresa pasaban a un segundo plano respecto a la cotización. Esos incentivos se multiplicaban ante la proximidad del vencimiento de las stock-options.

Recientemente, la autoridad bursátil francesa ha abierto una investigación a numerosos directivos de la empresa EADS por las sospechas que retrasaron la declaración pública del retraso en la entrega del nuevo Airbus. La posesión de acciones por los directivos provoca que tengan un acceso adicional para obtener rentas adicionales: modular la provisión de información para poder comprar/vender acciones en el momento más oportuna.

Tal vez habría que replantearse los consejos de Gordon Gekko y encontrar otros métodos para alinear los intereses de los accionistas y los directivos, sin que pasen por que estos últimos poseen acciones.

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