La prolongación de la QE confirma que las políticas monetarias han llegado a un punto muerto y así lo demostró el masivo desplome bursátil de ayer. El Ibex35 cayó -2,41%, el Dax alemán en -3,58%, el Cac francés en -3,58, y el FTSE en -2,27. Fue un aunténtico jueves negro. El anuncio de Draghi no fue suficiente dado que los inversionistas esperaban un nuevo regalo navideño, pese a que ahora se comprará deuda regional y de ayuntamientos.
Esta nueva apertura del grifo es porque la inflación subyacente se encuentra en torno al 0,6 por ciento y muy por debajo de la meta del 2 por ciento anual. El BCE quiere evitar que una disminución masiva de los precios contraiga aún más la actividad económica. Los precios bajos son el reflejo de una caída generalizada de la demanda que conlleva reducciones salariales y caídas en la inversión productiva. Por eso el BCE anunció que ampliará sus compras multimillonarias de títulos en un plan que se extenderá por lo menos hasta marzo 2017.
Con esta medida Draghi no hace más que replicar las políticas de la Reserva Federal y del Banco de Japón. Si Japón lleva dos décadas perdidas con estas políticas podemos ver el futuro de Europa, atrapada en una larga crisis de la que a siete años de su inicio aún no logra levantarse. Estamos viviendo la japonización de la zona euro.
Pese a que las millonarias inyecciones de liquidez al sistema financiero no han desencadenado una millonaria dinámica de inversión en las empresas, ni han significado una disminución masiva del desempleo y una inflación del orden esperable del 2 por ciento, el BCE sigue impulsando medidas erróneas que solo alientan la especulación financiera. Como además los bancos son penalizados por sus tenencias en efectivo (menos 0,2 por ciento, y desde ayer en menos 0,3 por ciento), los bancos facilitan el dinero a las únicas inversiones que siguen siendo rentables: la especulación inmobiliaria y bursátil. Es decir, se pretende salir de la crisis financiera con las mismas acciones que la desencadenaron.
La medicina del BCE no ha funcionado pero se sigue aplicando la misma receta y cada vez en dosis mayores. Solo la deuda crece y los gobiernos y las empresas hoy están más endeudados que en 2008, al inicio de la crisis. Y esto es porque todas las proyecciones optimistas han fracasado y no se quiere aceptar que se llegó al límite de la deuda y que la economía está en un sincero estado de coma.
Las políticas del BCE han disparado la inflación en los mercados de activos y esto es lo que hace subir los precios de las casas, los bonos y las acciones. Pero este es el juego de los ricos. La clase media sigue con un ingreso estancado y cada vez con menos acceso al mercado. Esta política de redistribución es uno de los hechos más cuestionables.
Si se decía que el objetivo de los bancos centrales de mantener el control de la inflación era para no perjudicar el poder adquisitivo de los salarios, ahora queda en claro qué es lo que verdaderamente se oculta con la fijación a la baja de los bienes básicos: la generación de un mundo polarizado donde el 1 por ciento es dueño de todos los activos mientras el 99 por ciento restante es esclavo de las deudas.