Si un jefe averigua que un subordinado está hablando con un cazatalentos, ¿debería cesarle inmediatamente? Y si no, ¿cambiaría la decisión si se enterara leyendo la portada de un periódico financiero? Este es el caso de Capgemini que acaba de destituir a Pierre Danon, uno de sus más altos ejecutivos, cuando se enteraron a través de la prensa internacional que era uno de los candidatos preferidos para tomar las riendas como Consejero Delegado de Accor, la multinacional francesa de hoteles, alimentación y ocio.
No puedo creer que le sorprenda al jefe del señor Danon que haya considerado tal oferta suculenta, no solo en sueldo sino en la oportunidad de llevar las riendas de una importante multinacional. Capgemini debería sentirse feliz y orgulloso de que uno de sus ejecutivos tenga la calidad suficiente como para que pueda acceder a tales puestos importantes. Si se marchara, deberían darle las gracias por el trabajo hecho, felicitarle en su nuevo puesto, desearle suerte y quizás también, cuando esté asentado, visitarle para ofrecerle servicios de consultoría. Si no hubiera conseguido el puesto, tanto ellos como sus clientes, deberían estar felices de tener a una persona tan valorado trabajando con ellos. Se vió lo contrario, la reacción de Capgemini pareció infantil y reaccionaria. No creo que parecen los consultores racionales que a mi me gustaría contratar.
Hace algunos años, tenía un jefe que le gustaba mucho que su gente recibiera llamadas de cazatalentos. Estas llamadas demostraban que su gente estaba cotizada en el mercado y, con esa actitud, conseguía que le reveláramos todas las ofertas recibidas. Muy pocos le abandonaron. Con la clase de reacción que vimos de Capgemini, hay que tener mucho cuidado lo que se dice a los jefes.
Vía | Financial Times (en inglés y subscripción necesaria)