Temporalidad y su problema estructural propio de España

El mercado laboral español es de los más peculiares a escala global porque hemos asistido cómo se elevaba el desempleo por encima del 20% durante tres periodos desde la transición de España a la democracia en la década de los años setenta.

La peculiaridad no solo reside en el elevado desempleo estructural con una tasa del 17%, sino que hemos asistido a un serio problema de temporalidad, siendo uno de los países de la OCDE que muestra una mayor tasa de temporalidad sobre el total de contratos laborales.

Sobre esta cuestión específica vamos a indagar en las siguientes líneas. Veremos cómo evolucionado la temporalidad en democracia y si la última reforma laboral ha perjudicado o bien ha mejorado la alta temporalidad.

La temporalidad en España

Antes del estallido de la burbuja inmobiliaria, la proporción global de empleos temporales era superior al 30%, casi el triple de la media de la OCDE, siendo el empleo temporal más frecuente entre las mujeres y los jóvenes.

Después de su pico de casi el 34,6% en el tercer trimestre de 2006 vinculado a 5,7 millones de trabajadores temporales, la tasa de empleo temporal descendió a su punto más bajo, cayendo por debajo del 21,9% en el primer trimestre de 2013, al final de la segunda recesión. Como podemos ver en el siguiente gráfico, esta disminución se produjo porque la destrucción de empleo durante la crisis fue desproporcionadamente soportada por los trabajadores temporales.

Desde entonces, la tasa de empleo temporal ha repuntado y hoy se encuentra en el 26,4%, aún queda por debajo de su nivel anterior a la crisis.

Pero la temporalidad no es un factor reciente. En democracia, se disparó la temporalidad hasta el 35% con Felipe González en 1995, frente al 15% en 1987, el primer año del que se dispone de datos. Aunque esta proporción se ha estabilizado en los años noventa, se ha convertido en un rasgo preocupante de la economía española.

El mercado laboral dual: blindaje de unos, inseguridad de otros

Como vemos, la temporalidad no es nada nuevo sino que cuenta con un arraigo histórico en la economía española. Este hecho viene dado a causa de un mercado laboral que ha constatado una fuerte dualidad entre trabajadores indefinidos y temporales.

En cualquier economía vemos como, fruto de la actividad de las empresas, se producen periodos estacionales, puntas de demanda o fuertes momentos de incertidumbre, que deben ser atendidos por un personal flexible que permita gestionar cada uno de los escenarios.

En España, el trabajador fijo ha contado históricamente con un blindaje contractual por el cual es muy difícil para el empresario despedirlo por su elevado coste y, al paso de los años, la indemnización crece y crece. Y a pesar de que su rendimiento bajara, el alto coste es un problema para afrontar cualquier proceso de reestructuración para mejorar la productividad de la empresa.

Para atender esas necesidades de flexibilidad, tenemos diversas figuras pero principalmente se enfoca a los trabajadores con contratos temporales (aunque también podríamos referirnos a los llamados falsos autónomos) cuya finalidad es aportar conceder esa capacidad de respuesta inmediata que los trabajadores con contratos fijos niegan a la empresas.

Por ello, como hemos visto anteriormente, la gran crisis se llevó por delante principalmente el empleo temporal. En un momento de fuertes dificultades económicas para una empresa, afrontar despidos de trabajadores indefinidos podía suponer un coste tan elevado que significaría la propia desaparición de la empresa.

Y, puestos a elegir, aunque un trabajador temporal pudiera ser más productivo que un indefinido, si disfruta de un blindaje en forma de coste de despido, el empresario buscará el ajuste por la parte de contratos temporales.

La reforma laboral ha mejorado los datos de temporalidad

Hoy en día nos encontramos ante un mercado laboral con una tasa de desempleo del 14% y una temporalidad sobre el total de contratos existentes del 26,4%.

Para realizar una comparativa exacta, debemos hacer hincapié en una comparativa histórica entre el desempleo y la tasa de temporalidad. Debido a que la economía española ha tocado en diversas ocasiones el desempleo del 16%, puede ser una referencia para ver cómo estamos a nivel de empleo temporal en cada uno de esos periodos.

  • Cuarto trimestre de 1990: desempleo del 16,09% y temporalidad del 29,9%.
  • Segundo trimestre de 1999: desempleo del 15,4% y temporalidad del 32,7%
  • Primer trimestre de 2009: desempleo del 17,2% y temporalidad del 26,85%
  • Cuarto trimestre de 2017: desempleo del 16,77% y temporalidad del 26,71%.

La tasa de temporalidad referida al cuarto trimestre de 2017 situada en el 26,71% es la más baja con niveles de desempleo similares a los anteriores periodos. Y hay que tener en cuenta que la tasa de temporalidad del primer trimestre de 2009 está alterada por un contexto de destrucción de empleo enfocada en los contratos temporales como hemos reiterado.

Por lo tanto, la reforma laboral introducida por el Gobierno del Partido Popular, sí ha mejorado la temporalidad. No lo suficiente, ni mucho menos, porque a escala comparativa con nuestros socios seguimos con niveles disparados, pero sí la ha mejorado frente al histórico del mercado laboral español.

Esto se debe a que al reducir el coste despido de los contratos indefinidos se reduce el diferencial entre el coste de despido de los contratos temporales y los indefinidos, por lo tanto no existen tantos incentivos a ponderar más en la contratación al empleo temporal sobre los indefinidos. A partir de aquí, toda reforma debe encaminarse a la reducción de la dualidad existente.

No obstante, el problema está aún lejos de solucionarse y es que mientras exista una elevada brecha entre ambos contratos, lo lógico es que exista cierta preferencia en la contratación temporal para dotar de flexibilidad a las necesidades del sector empresarial.

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