En los últimos años, la sociedad ha ido cambiando progresivamente sus hábitos de ahorro. Han surgido nuevos estilos de vida que abordan esta cuestión desde diferentes prismas, en algunos casos contrapuestos.
En los polos encontramos desde aquellas personas que buscan alcanzar la tan ansiada libertad financiera a través del ahorro y la inversión (los seguidores del movimiento FIRE) hasta los que se gastan todo lo que tienen y, según van elevando su poder adquisitivo, crecen sus gastos a la par. Es lo que se conoce como inflación del estilo de vida, donde el ahorro tiene poca cabida.
Por su parte, las entidades financieras y las compañías de seguros no han sido ajenas a esta nueva forma de ver el ahorro. Los productos y servicios se están adaptando cada vez más a las necesidades de sus clientes, y la tecnología aplicada a las finanzas (el conocido como fintech) permite tener una visión mucho más personal, intuitiva y hasta predictiva de la economía personal.
Sea como fuere, lo cierto es que a día de hoy existen diferentes sensibilidades y objetivos en torno al ahorro. Todos necesitamos en mayor o menor medida gestionar nuestro dinero, aunque cómo lo hagamos dependerá de nuestras circunstancias, edad, estilo de vida y, por supuesto, objetivos.
El punto de partida inicial: un presupuesto
España ha sido tradicionalmente una nación muy poco conservadora en este sentido. Así lo demuestra el hecho de que la tasa de ahorro de nuestro país haya estado casi siempre por debajo de la del resto de nuestros vecinos. Además, recurrimos más al endeudamiento, lo que nos hace estar más expuestos ante crisis económicas.
Por eso, es importante planificar correctamente nuestras finanzas en función de nuestras motivaciones y metas personales. El primer paso para saber qué retos de ahorro plantear es conocer cuál es nuestra situación financiera. Evidentemente, no es posible ahorrar si no conseguimos que nuestros ingresos sean superiores a nuestros gastos.
El mejor instrumento para conseguir ahorrar es un presupuesto. Se trata de un documento o una aplicación donde viene reflejada nuestra previsión de ingresos y gastos, que se clasificarán según su naturaleza (básicos, importantes, prescindibles...). De este modo, podemos modificar nuestra conducta ajustando el balance según nuestras necesidades y circunstancias presentes y futuras.
Pero, sobre todo, es importante ver el ahorro como un gasto básico más, aunque suene paradójico. La fórmula más eficiente para ahorrar es apartar una parte de nuestra renta en el momento en que recibimos nuestra nómina o nuestros ingresos mensuales, y no esperar hasta el último día con el remanente de ese mes. Está técnica, conocida como preahorro, está cada vez más de moda, y produce resultados bastante interesantes.
Y si, además, podemos destinar parte de nuestro ahorro a inversión, mucho mejor.
Qué sistema de ahorro e inversión es mejor para ti
Ahorrar es importante, con independencia de momento vital en el que te encuentres. Sin embargo, tu edad y tus circunstancias personales y familiares influyen en la forma en la que lo hagas.
Eres joven y acabas de ingresar al mercado laboral
La jubilación es una palabra que conoces pero que te resulta muy lejana. De momento, has ingresado al mercado laboral y tu objetivo es ir adquiriendo experiencia para saltar a otros trabajos mejor remunerados, pero es lógico que aún no estés pensando en tu yo de dentro de 30 o 40 años. Sin embargo, si piensas en tu futuro desde ya, obtendrás mayor recompensa.
Por un lado, porque puedes tomar más riesgos que una persona de más edad pues tienes más tiempo para resarcirte de posibles pérdidas. De este modo, la rentabilidad que podrás obtener será mucho mayor que invirtiendo en productos más conservadores. Y, por otro, porque cuanto antes inviertas, más ganancias obtendrás. El efecto del interés compuesto produce resultados sorprendentes si inviertes a largo plazo.
En este escenario, por tanto, es posible apostar por fondos de inversión que tengan una alta exposición a renta variable (incluso superior al 80%).
Te has consolidado en tu trabajo y buscas una familia
Es el momento vital que normalmente tiene lugar entre los 30 y los 40 años. Llevas unos años trabajando y eso te ha permitido tener ya una cierta capacidad de ahorro. Además, durante la década de los 30 es cuando mayoritariamente se tienen hijos, lo que cambia por completo tus perspectivas económicas y tu estilo de vida.
Tu bienestar futuro ya no solo se centra en ti, sino en toda tu familia. No es momento de tomar tantos riesgos, sino de asegurar un cierto capital para ti y tus descendientes. Por eso, además de aumentar la exposición a productos de renta fija, es recomendable contratar otros instrumentos que garanticen una hacienda futura para tu familia, como los seguros de ahorro o de vida.
Uno de estos productos es Contigo Futuro de Nationale-Nederlanden, una solución financiera para proteger tus objetivos de vida y los de los tuyos con coberturas por fallecimiento e invalidez . Las aportaciones son flexibles, tú decides cuánto y con qué frecuencia invertir. Del mismo modo, pasado el primer año, es posible disponer del valor de tu inversión cuando lo desees.
Por su lado, los especialistas financieros de Nationale-Nederlanden trabajan para ofrecerte la maxima rentabilidad buscando, asimismo, inversiones social y medioambientalmente responsables. En efecto, las inversiones en renta variable asociadas a Contigo Futuro se gestionan a través de soluciones de Amundi vinculadas a factores ambientales, sociales y de buen gobierno corporativo.
Tus hijos crecen y tienen otras necesidades
Entre los 40 y los 50, los gastos se multiplican. Tus hijos comienzan a tener unas necesidades diferentes, como su formación, un coche, un viaje con sus amigos o incluso su boda. Y tú necesitas tener un fondo de emergencia disponible en todo momento para acometer todos estos gastos. La inversión realizada en soluciones como Contigo Futuro puede ser una buena respuesta en ese momento.
En todo caso, a esta edad, necesitas reducir tu exposición a renta variable y, sobre todo, tener todo tu ahorro en liquidez para rescatar tu dinero cuando sea necesario. Por eso, puede tener sentido recurrir a un producto como los Planes Individuales de Ahorro Sistemático (PIAS), un producto más líquido, aunque con menos potencial de rentabilidad que los planes de pensiones más arriesgados.
También cuenta con una ventaja importante respecto a otros productos: su tratamiento fiscal. Los PIAS gozan de reducciones fiscales en el momento de su rescate si han transcurrido al menos 5 años desde la primera aportación y se cobra en forma de renta vitalicia.
Tu jubilación está cercana
El momento de la jubilación está cada vez más cercano. Y aunque llegamos un poco tarde si no hemos apostado antes por alguno de las alternativas que hemos visto, todavía tenemos algo de margen para acumular cierto capital que complemente la pensión pública.
El tiempo apremia y es momento de apostar por inversiones más seguras, a costa de asumir una rentabilidad bastante menor. Por eso, en esta etapa vital es importante acumular el capital con los productos más seguros posibles, como los Planes de Previsión Asegurados (PPA), que ofrecen un tipo de interés garantizado a través de una compañía aseguradora.
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