En marzo de 2017 el Banco de España publicó un informe sobre el ahorro en nuestro país. En él se indicaba que los españoles tienen casi 800.000 millones de euros en productos financieros que apenas dan rentabilidad. Concretamente 528.000 millones de euros en cuentas y 261.000 millones de euros en depósitos.
Hace no tanto tiempo, además, las cantidades eran las inversas: los españoles tenían más dinero en depósitos que en cuentas corrientes. Esta situación tenía una explicación sencilla: un depósito siempre es más rentable que una cuenta corriente. Sin embargo, como actualmente los depósitos apenas dan rentabilidad, parece mejor dejar el dinero en la cuenta corriente, que no da nada de interés, pero al menos tiene más liquidez.
Lo cierto es que el ahorro directo en cuentas y depósitos bancarios es lo más habitual en España, pero no hay que ignorar otras formas de inversión. Los españoles tienen 156.000 millones de euros invertidos directamente en bolsa, 170.000 millones en seguros de ahorro, 278.000 millones de euros en fondos de inversión (¡más que en depósitos!) y 116.000 millones en planes de pensiones.
No todo el mundo busca rentabilidad
Está claro que hay mucha gente que ante la baja rentabilidad de los productos financieros más clásicos (cuentas y depósitos) está buscando rentabilidad, pero otros, por aversión al riesgo o por no tener los conocimientos suficientes, prefieren dejar su dinero en las cuentas sin obtener nada a cambio por ello.
Y la realidad es que el ahorro de los españoles es relevante. Son 2,11 billones de euros en una población de 46,5 millones de personas, lo que da casi 45.400 euros de ahorro por habitante, es decir, 110.000 euros por hogar. Hay que matizar que estas cifras son de ahorro financiero de las familias, excluyendo el endeudamiento. El ahorro financiero neto es de 1,34 billones de euros, pero aquí no se incluye el valor inmobiliario que representa 5,2 billones de euros. No son cifras desdeñables y es razonable buscar una forma de rentabilizar estos ahorros que actualmente no están produciendo nada.
En otros países sus habitantes tienen más cultura financiera que en nuestro país y tradicionalmente buscan una rentabilidad mayor para sus ahorros, pero los datos indican claramente que en España las cosas están cambiando, quizá empujados por los tipos bajos y las nulas rentabilidades de los productos más clásicos. Es por eso que es importante conocer las distintas opciones que actualmente ofrece el mercado, entender los riesgos asociados a cada una de ellas e invertir el dinero en las más adecuadas.
Hay que ahorrar más
Hay un punto preocupante y es que la tasa de ahorro de los hogares está cayendo, debido a la recuperación económica (la sensación de riqueza provoca menos ahorro y también mayor endeudamiento). Esto es un problema para la búsqueda de rentabilidades. Si no se incrementa el ahorro mes a mes los muchos o pocos ahorros de los que se disponga tienen que estar accesibles, y esto implica que tienen que estar invertidos en productos financieros líquidos y poco volátiles, por si surge la necesidad de usarlos. Y ahora mismo en este tipo de productos no hay forma de obtener algo de rentabilidad.
Por tanto, aunque este libro explica las diferentes opciones de inversión actualmente disponibles, lo primero es lograr ahorrar. Como mínimo se debe contar con un ahorro del 20% de la renta disponible pero lo ideal sería un 30% o más. Es cierto que esto es más fácil con sueldos más altos y que en España tenemos una curva de salarios realmente baja respecto al coste de la vida (sobre todo en las ciudades grandes). Pero es un objetivo muy importante, tanto como para hacer frente a emergencias como para tener cierta independencia financiera o una jubilación más desahogada.
Merece la pena mencionar que las pensiones van a reducirse de forma significativa en los próximos años. Sin entrar a valorar diferentes ideologías, sabemos que a partir de 2029 el ratio de pensionistas por trabajador va a ser 1, es decir, por cada cotizante habrá un pensionista. Y esto significa que la tasa de sustitución (el porcentaje del último salario que cubre la pensión) tendrá que bajar, o el sistema quebrará. Será necesario, por tanto, complementar las pensiones públicas con ahorro individual (de hecho, muchos países de Europa tienen el mismo problema y están tomando medidas para facilitar este ahorro y para informar a los trabajadores, cosa que España no se está haciendo).
Con una buena base de ahorro y una búsqueda de la rentabilidad, durante muchos años, es posible acumular un capital interesante. Pero desde luego no es posible si nos limitamos a poner el dinero en cuentas corrientes y depósitos, al menos en esta época de tipos de interés bajos.
¿Y qué pasa con los ahorradores más conservadores, los que prefieren evitar el riesgo a toda costa incluso a cambio de una menor rentabilidad? Como iremos viendo, el riesgo cero no existe, pero se puede limitar. Pero lo obvio es que al menos hay que buscar una rentabilidad que supere la inflación. De lo contrario se estará perdiendo dinero. Con mil euros en el año 2000 se podía comprar mucho más que con mil euros de ahora, y solo han pasado 17 años. Si se mantiene el dinero en cuentas sin rentabilidad, a largo plazo se está perdiendo capital.
Nos falta conocimiento financiero
Y, por último, es importante destacar que España es el segundo país de Europa que más dinero invierte en opciones conservadoras, esto es, depósitos, cuentas y efectivo, un 40% del ahorro. Solo Portugal nos supera con el 45%. Y esto es así incluso cuando el capital en fondos de inversión en España bate récords debido a la baja rentabilidad de los depósitos. En otros países como Suecia y Dinamarca, la inversión en estas opciones tan conservadoras no supera el 20%.
Por todo ello es muy relevante aumentar el conocimiento general en las distintas opciones de inversión más allá de los clásicos depósitos. Es clave evitar que los bancos acaben vendiendo fondos de inversión con poca rentabilidad a unos españoles que bastante han sufrido con la crisis como para, además, ver cómo poco a poco se van reduciendo sus ya de por sí limitados ahorros.