España contará con 35.705 millones de euros para ayudas directas a la agricultura, ganadería y pesca, 8.291 millones para desarrollo rural y 3.000 millones para medidas de mercado. Con este nuevo presupuesto, España apenas pierde cuota de ayuda, aún estando ya casi fuera de la zona receptora de líneas y se garantiza que el flujo de subvenciones al aceite, ganadería, producción de lácteos o pesca, continuará casi como está ahora mismo. A pesar de estas ayudas, las dudas que surgen siempre son las mismas ¿qué destino real tienen estos fondos?
La política de convergencia de regiones desfavorecidas, mejoramos muy poco
Comunidades autónomas como Andalucía, Extremadura o Galicia por ejemplo, que son grandes receptoras netas de estos fondos desde el año 1986, consiguen canalizar a medias el esfuerzo e inyección de dinero público en aumentar su convergencia con el resto de CCAA, tanto españolas como europeas.
Extremadura y Andalucía, han mejorado su convergencia casi 10 puntos de manera globalizada, pero zonas como Castilla la Mancha, no consiguen remontar, a pesar de que también reciben una importante cuantía de fondos europeos.
Por otra parte, España tiene un problema a nivel agrícola importante con la productividad de la tierra. Si vemos el cuadro superior, tenemos una productividad realmente baja, que tiene origen parcial en la propia climatología y configuración de las tierras de cultivo y otra mayor componente en la falta de inversión que mejore esta productividad.
La expulsión de empleo y falta de control en la inversión
El sector agrícola, ganadero y pesquero tiene una característica muy importante a largo plazo, que es la expulsión neta de mano de obra, por la mejora en las técnicas de cultivo y la industrialización del sector. Aunque esta expulsión es cada vez más pequeña, es una tónica generalizada del sector.
Con esta premisa y partiendo de la base de la importancia vital del sector primario, cabría comenzar a replantearse unas nuevas líneas de ayudas al sector de tal manera que se requieran unos objetivos adicionales a la propiedad para poder optar a dichas líneas de ayudas.
Hasta ahora, las ayudas a la PAC nunca han controlado el destino final de los fondos y se debería obligar a la reinversión de una parte de la subvención recibida con fondos europeos en la mejora de los cultivos, en su industrialización selectiva, a la mejora de la flota pesquera y a la mejora de las explotaciones ganaderas.
En este punto, si no se realiza un control selectivo de la aplicación de las subvenciones, nos seguiremos encontrando con la tesitura actual de que gran parte de las subvenciones recibidas no terminan reinvertidas en la propia actividad y los fondos se destinan a otros menesteres. Este círculo vicioso, genera que las subvenciones sean imprescindibles para que muchos de los cultivos sean rentables y esa situación no se debe mantener durante toda la vida, que es el problema de fondo de la PAC y los 27 años que lleva operando.
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