Diez años depués de que tuviera lugar el último y único accidente del avión superónico Concorde el 25 de julio del año 2000, se libró un largo y tedioso proceso judicial para esclarecer la verdad y depurar las correspondientes responsabilidades, culminando en sanciones a la aerolínea Continental Airlines y a un mecánico de la compañía.
El Concorde sin lugar a dudas, merece un gran reconocimiento dentro del mundo de las aeronaves puestas al servicio de la aviación comercial, con unas características únicas, que le llevaron a ser el referente del potencial tecnológico de década de los 60 y los 70. Tal vez no se hizo justicia con estas pretensiones, puesto que un solo error bastó para truncar un sueño, echando por tierra grandes inversiones y esfuerzos científicos. Demostrando que a pesar de sus grandes dimensiones, su futuro era increiblemente efímero.
Este hecho se ha convertido en un claro ejemplo de la ‘fragilidad’ con la que se pueden romper ciertos proyectos tecnológicos, cuestión muchas veces ignorada por el mercado, y muchos menos, valorada. Poniendo de manifiesto, que este siempre prefiere un criterio de rentabilidad, antes que la consumación de ciertos ‘sueños tecnológicos’ que marquen un hito en la historia. ¿Ocurrirá algo parecido con el Airbus A-380?
Vía | Reuters En El Blog Salmón | ¿Deberían responder los controladores con su patrimonio personal? Imagen | flissphil