La reventa de entradas es un fenómeno universal, pero con Internet el asunto se ha profesionalizado mucho. Ya queda lejos aquella imagen de personas rondando el evento ofreciendo entradas a precios muy altos cuando en las taquillas estaba colgado el cartel de "no hay billetes", ahora todo es más frío pero por contra más masivo (e incluso participado por las propias empresas encargadas de vender las entradas oficiales).
La actividad de la reventa siempre ha sido una práctica prohibida. Los márgenes son altos pero los riesgos también son grandes. Y como todo en la economía, a mayores riesgos mayores beneficios, necesarios por otro lado para lograr compensar las posibles pérdidas. En la reventa de entradas estamos ante un mercado en el que la escasez, la fijación artificial de precios, la oferta y la demanda y la legalidad lo explican todo.
Márgenes abultados pero riesgos latentes
Cuando ante un bien escaso, como en el caso de las entradas a un concierto (las plazas son limitadas), hay una demanda grande la teoría económica explica que para casar esta oferta y demanda el precio debe ser alto. Según sube el precio parte de la demanda se cae (bien porque no pueden pagarlo, bien porque les parece excesivo) y así se logra encontrar una solución.
Sin embargo si hay un agente externo que impide que los precios casen oferta y demanda (y tiene cierto sentido, como veremos más adelante), el mercado no es capaz de regularse solo. Es entonces cuando hay una demanda masiva que intenta hacerse con unas escasas entradas y algunos al lograr el preciado bien, ya sea porque son profesionales de la reventa o porque sienten que es mejor vender el bien que disfrutarlo, deciden arreglar el desajuste creado por los precios artificiales. Esto es algo que si hay precios fijos e irreales siempre sucede, por ejemplo cuando los Estados con problemas deciden regular los precios a la baja de ciertos artículos para contener la inflación o cuando fijan un cambio de divisas artificial.
¿Con qué margenes pueden trabajar los revendedores? Hace poco hemos visto que para el concierto de Bruce Springsteen las entradas de 80 euros se llegaban a ofertar en la reventa por 1.200 euros. Unos beneficios muy abultados. Esto es así por dos motivos: el primero, que el mercado es ineficiente y el revendedor simplemente intenta casar oferta y demanda. Segundo, existe un riesgo. Si la diferencia entre el precio de venta y el que valora el mercado fuera menor no habría lugar para estos revendedores, ya que existe la posibilidad de que tengan un problema legal o que no logren dar salida a todo lo comprado y por tanto no merece la pena el riesgo.
Imaginemos que un revendedor compra 10 entradas para Bruce Springsteen de 80 euros. Ha invertido 800 euros. Pero no tiene bajo su control que Bruce Springsteen decida hacer varios conciertos seguidos debido a la alta demanda y los precios sean más bajos. Tampoco que la empresa decida anular compras sospechosas en la web (aunque aquí se supone que recuperaría el dinero hay un coste de la oportunidad: tiempo perdido en organizar el negocio). También que los destinatarios de las entradas tengan un problema al entrar o sean policías y no se recupere el dinero invertido. Los márgenes de todos los negocios que no son estrictamente legales deben tener margenes grandes o el riesgo no compensa.
Esto también sucede en la economía tradicional: ante la amenaza de riesgos, las expectativas de beneficios tienen que ser más altas. Cuando inviertes en mercados emergentes es porque esperas unos retornos mucho más altos, porque existe el riesgo de no recuperar la inversión. Cuando prestas dinero a Grecia esperas obtener una buena rentabilidad porque el riesgo de impago es alto.
Posibles soluciones
Para evitar estos intermediarios que lo único que hacen (de forma ilegal) es añadir eficiencia al mercado hay múltiples soluciones. Una sería subir el precio a las entradas, intentando ajustar la oferta y la demanda (por ejemplo con algún tipo de subasta online). Pero hay un efecto curioso: aunque los fans están dispuestos a pagar a los revendedores precios desorbitados por una entrada quizá no lo estén tanto de hacerlo a la venta oficial. ¿El motivo? Los fans saben que el revendedor es alguien que busca un margen alto y que está haciendo algo ilegal, les duele pagarlo pero lo hacen. Pero muchas veces no pagarían eso a un artista que seguramente es rico y ya gana suficiente dinero. Si por ejemplo Bruce Springsteen pusiera a la venta las entradas a 1.200 euros sería un escándalo, mientras que no lo es tanto que lo hagan revendedores. Por tanto no es tan fácil hacer eficiente el mercado.
Otra solución sería hacer cumplir la premisa legal de que únicamente el comprador de la entrada tiene derecho a entrar. Para ello las entradas deberían ser nominativas y haber un control exhaustivo en los accesos del recinto. Es cierto, puede ser un engorro, pero hay eventos en los que se hace sin muchos problemas (por ejemplo en el Mobile World Congress). Y para que este sistema no tenga problemas se podría poner la posibilidad de devolver entradas en caso de no poder ir para que vuelvan a ser puestas a la venta (por ejemplo teniendo una lista de espera), permitiendo así una reventa legal al mismo precio pero pasando por la organización. Esto y un sorteo en el momento de la venta eliminaría muchos problemas que vemos en la actualidad.
Esta última solución, con algunas variaciones (precios más altos para las entradas de primera fila y aumentar el número de conciertos en una ciudad) fue el plan de Kid Rock para evitar la reventa. Y lo logró.
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