En el transcurso de esta guerra económica que está siendo librada (principalmente) entre EEUU y China, en Europa estamos ya acostumbrados a ver volar sobre nuestras cabezas misiles arancelarios que surcan los cielos tratando de impactar en suelo económico de uno u otro contrincante.
Pero independientemente de que ya de por sí los aranceles no estén consiguiendo atajar el déficit comercial estadounidense tal y como pretendía Trump, lo cierto es que China está neutralizando (al menos en gran parte) el efecto de estos aranceles sobre su economía.
China se ha mantenido artificialmente competitiva a pesar de crecer, exportar y recibir grandes flujos de capitales
Hace ya unos cuantos años que les advertimos desde estas líneas del mecanismo cambiario tan injusto que estaba istrumentalizando China para conquistar el capitalismo desde dentro. Efectivamente, China empezó a exportar a Occidente hace unas décadas como si no hubiese un mañana, y ello implicaba en principio que los compradores occidentales utilizaban sus dólares o euros para comprar productos chinos. En términos de flujos cambiarios esto se traducís en grandes flujos de dólares y euros que se vendían a cambio de yuanes.
Así que teóricamente según las propias reglas de mercado, una venta masiva de monedas desarrolladas y una compra masiva de yuanes, debería haber revalorizado fuertemente el yuan y haber ido equilibrando la competitividad monetaria del país emergente conforme a su creciente peso económico. Pero no, en términos exportadores, y a pesar de ser la segunda economía del planeta desde hace ya varios años, China se ha seguido manteniendo como un país emergente en el pleno sentido socioeconómico del término.
Si al tema exportador le añadimos el de los flujos financieros y los movimientos de capitales, tenemos más de lo mismo. Si China hubiese abrazado el sistema capitalista de forma justa y equitativa, al recibir ingentes flujos de inversión desde Occidente para construir todas las plantas de producción y manufactureras que las empresas occidentales empezaron a deslocalizar allí, de nuevo una venta de euros y dólares a cambio de yuanes, debería haber re-equilibrado las economías mundiales con un yuan que se habría ido apreciando paulatinamente.
¿Cómo ha logrado China ser el país eternamente emergente y llegar a ser a la vez la segunda economía del planeta?
¿Qué es lo que no ha funcionado correctamente en esos mecanismos automáticos de los mercados capitalistas y monetarios? Pues no mucho que ver con su diseño y funcionamiento en realidad, sino más bien todo lo contrario. Y vaya por delante que a veces éstos también fallan y el mercado no se autorregula (o lo hace tarde y dramáticamente) como vimos con las hipotecas subprime. Aquí lo que ha fallado es que China ha jugado a aprovecharse de las ventajas del capitalismo sin aceptar parte de sus reglas más importantes.
El quid de la cuestión está en que China nunca ha dejado fluctuar a su moneda libremente y en base a condiciones de mercado. Sí, China ha hecho trampas (en términos de mercados capitalistas) desde la noche de los tiempos para que sus productos sigan siendo artificialmente baratos más allá de sus fronteras, a pesar de ver una demanda colosal tanto de sus productos como de su moneda.
Tras muchas y persistentes quejas de esta injusta práctica que ya se originaron en la época Obama (Sí, Trump no ha sido ni el único ni el primer defensor de EEUU frente a las prácticas del gigante rojo), lo máximo que se consiguió en aquel momento fue que las autoridades Chinas admitiesen dejar flotar ligerísimamente su moneda en una estrecha banda cambiaria que en la práctica han venido moviendo arbitrariamente según su propia voluntad e intereses, hasta el punto de que desde diversos medios económicos (e incluso desde estancias oficiales) se ha llegado a calificar a China de un país que perpetra manipulación cambiaria en los mercados de divisas internacionales
Y ahora China consigue protegerse muy eficazmente del chaparrón de aranceles
El mismo arma que ha hecho que China crezca de forma contínua durante décadas, esquivando los mecanismos estabilizadores capitalistas que la habrían ido colocando en una posición que no le mantuviese tan artificialmente competitiva con respecto a los países desarrollados, es un arma que ahora se utiliza como escudo anti-misiles para neutralizar cada uno esos aranceles balísticos que hemos estado viendo contínuamente durante los últimos meses entrar en fase de ignición desde suelo norteamericano.
Y es un mecanismo que además no le vale a China para protegerse únicamente de los aranceles, pues es un versátil mecanismo de defensa todo terreno: también le vale incluso para esa otra nueva arma revolucionaria de su arsenal que Trump empezó a utilizar contra el gigante asiático, y que podía ocultar un oscuro juego de intereses mundiales que a buen seguro hará las delicias de los más conspiranoicos (sin quitarles ni un ápice de la razón que a veces llevan).
El escudo anti-misiles chino no es ni más ni menos que la cotización de su divisa. Una arma de contra-ataque altamente efectiva porque tiene una capacidad de influencia total sobre todo intercambio económico-comercial con EEUU, y porque además en la práctica el gobierno chino puede hacer prácticamente lo que quiera con ese tipo de cambio. Ambas características, control total y efectividad en alcanzar el objetivo, son dos de las cualidades primordiales que debe aportar cualquier arma estratégica con la que pretendamos atacar (o contra-atacar) al enemigo con gran eficacia y seguridad.
¿Realmente ha estado China contra-atacando con un combate cuerpo a cuerpo en los mercados de divisas?
Para que puedan contrastar que lo que les digo no es una especulación puramente teórica (caso en el cual aún así este análisis tendría cierto valor), allá van los datos demostrativos de lo que está ocurriendo en los mercados de divisas en los últimos meses, plazo escogido de exprofeso por coincidir con el inicio de los ataques arancelarios ordenados desde las lanzaderas estadounidenses. Así podremos valorar cuál ha sido en la práctica exactamente la respuesta china y si se corresponde con las tesis de este artículo.
Los datos son que en los últimos nueve meses el Yuan se ha depreciado nada más y nada menos que un abultado 9% frente al dolar, lo cual cancela en gran parte el posible impacto de los aranceles de Trump sobre las importaciones chinas. Es más, tras ello, China incluso sale ganando de toda esta fase de la contienda, puesto que mientras que Trump ataca con aranceles selectivos y que afectan a uno u otro tipo de productos chinos, el contra-ataque chino vía divisa afecta a la absoluta totalidad las importaciones chinas. Al final incluso resulta mucho más efectivo para Trump el ataque postal del enlace de nuestro análisis anterior que los ramplones aranceles con tanta repercusión mediática.
Así China ha neutralizado el daño ejercido sobre los productos afectados por los aranceles, pero es que además China incluso ha logrado potenciar todavía más la competitividad de todos aquellos productos a los que, no sólo no les había caído ningún arancel, sino que ahora se ven enormemente favorecidos por una divisa china sensiblemente más competitiva.
Al final, resultará que el efecto de la guerra arancelaria de Trump, que no olviden que no ha sido lanzada sólo contra China, acabará perjudicando paradójicamente más sólo a los intereses de terceros, y no al gigante rojo cómo se supone que se pretendía desde el despacho oval al comienzo de toda esta contienda. Vamos, que de lo que se suponía que iba a ser esta guerra comercial a lo que está siendo se parece como "un huevo a una castaña".
Vemos pues cómo, una vez más, las cuestiones económicas son mucho más complejas de lo que parecen ser a primera vista, y que a los sistemas económicos les afectan tantas variables que no sólo son muchas veces impredecibles, sino que además permiten una flexibilidad (y a la postre también una capacidad de manipulación) enorme. Ello sólo hace sino multiplicar la impredictibilidad del resultado final de eventos socioeconómicos masivos como las guerras comerciales, pudiendo dejar boquiabiertos a aquellos dirigentes que simplistamente manejan tan sólo unas pocas variables que se juegan al rojo o al negro, en vez de aventurarse a dedicar un poco más de esfuerzo e inteligencia y así poder vislumbrar la gran complejidad de nuestros sistemas y una proyección realista de futuro.
Lo triste es que resulta mucho más fácil y cómodo vivir en un mundo dicotómico, en el que se pretende responder a todo con un simplista "sí o no" y "bueno o malo". Una realidad económica polarizada exige mucho menos esfuerzo mental de análisis, y da una falsa seguridad de saber lo que se está haciendo en cada momento con categórica rotundidad. Eso sí, que luego no se quejen en el largo plazo, porque puede ser que sea más fácil vivir en blanco y negro, pero otra cosa muy distinta ya es conseguir sobrevivir. Lamentablemente, desde estas líneas hacemos sonar las Trumpetas para dar la bienvenida a algunos a la inevitable escala de grises, donde el tono importa y mucho (y no sólo por no gritar al predicar desde el estrado).
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