El tablero de ajedrez de la partida socioeconómica global es cada vez más pequeño, o más bien, es igual de pequeño pero cada vez hay menos (aunque más grandes) jugadores, y las jugadas de cada uno cada vez están más claras. La animadvesión rusa, perdón, quería decir estadounidense, contra la idea de una Europa fuerte y unida cada vez es menos latente y más patente.
La amante europea ha sido abandonada a su suerte, y lejos de quedarse sola y desamparada, ya tiene nuevos pretendientes que le cotejan. Paradójicamente, la nueva pareja viene del sistema político opuesto. Por si alguien ya no entendía nada, además el ritual de cortejo pasa por proponer las reglas más idealistas de ese capitalismo abierto que un día abanderó el propio Estados Unidos. Y el pretendiente es... el gigante rojo: China.
A Europa la propuesta no podía llegarle de otro lado...
Hay cuatro grandes superpotencias en el mundo: Europa, China, Estados Unidos y Rusia. Ya analizamos para ustedes cómo sorprendentemente nuestra realidad socioeconómica se parece cada vez más a la visionada por George Orwell hace décadas. Las dos últimas superpotencias están cada vez más alineadas; bueno, en realidad están imbricadas desde hace ya meses, pero para persuadir de una realidad incómoda deben ir poco a poco. Así que, ¿Qué otra opción geoestratégica quedaba a Europa y China aparte de realinearse juntas? Seguir en solitario era la otra opción, pero obviamente habrían estado en clara inferioridad de condiciones frente a la unión de EEUU y Rusia.
Así que el nuevo movimiento en la partida mundial estaba servido. He de reconocer que, al menos yo, no les había escrito sobre ello: a veces tengo ideas vagas que no me siento capaz de definir con rigor más allá de una suposición sin fundamento. Pero el fundamento ha llegado, y con él la hora de exponerles el nuevo escenario que se ha abierto ante las puertas de la ciudadela europea.
Fue hace tan sólo unos días, cuando China ya hizo una declaración de intenciones bastante clara a Europa. Como no suele ser de otra forma, el primer sitio por el que supe de ello fue en Twitter con el siguiente tuit: "@shawnwdonnelly: China offers to ease restrictions on EU / European investment in exchange for joining against the US on global economic governance". Acto seguido vino la consiguiente noticia de Reuters, que aportó su habitual dosis de veracidad y rigor al tema con un mero ámbito inicial de red social.
En concreto, la pedida de mano de China proponía abiertamente aliarse conjuntamente contra la (des)política comercial del presidente Trump; a cambio de la alianza y como gesto de buena voluntad, China ofrecía abrir más su mercado a las empresas europeas. Además, China proponía hacer frente común contra Trump en la Organización del Comercio Mundial (OMC). Las presiones que ejerció el gigante rojo tras la propuesta para propiciar una aprobación por parte de los europeos fueron muy importantes, según reconocían las fuentes desde Bruselas.
Europa estaba recelosa, y no pensaba ponérselo fácil al pretendiente
El caso es que había fuertes resistencias en el Viejo Continente a dar un paso hacia el Oriente que le alejase del Occidente, e incluso se llegó a publicar que la propuesta había sido ya rechazada. Pero mientras tanto, los medios estatales chinos, conocidos mundialmente por su (in)dependencia, publicaban a los cuatro vientos que Europa estaba del lado de China. Ello a pesar de sonoros desacuerdos como la política expansionista en el mar de China, o el recelo europeo ante los movimientos totalitarios Chinos en el ciberespacio y en la espina dorsal del acceso a internet, con su "Ruta de la Seda digital".
Fue en ese momento cuando quedó claro que China no se conformaba con un papel de superpotencia segundona en esta partida, y movía ficha con firmeza. La pregunta es... ¿Qué haría Europa ante un pretendiente "abierto" en los mercados de cara al público, pero muy autoritario en casa? La respuesta no era fácil dados los valores tradicionales europeos.
Como nos informaba Reuters, un diplomático europeo llegó a afirmar que “Estamos de acuerdo con casi todas las quejas que tiene EEUU contra China. Simplemente en lo que no estamos de acuerdo es en cómo los Estados Unidos las estan gestionando". Lo cual anticipaba una posible negativa final. Pero no había que adelantar acontecimientos, porque en política socioeconómica muchas veces los movimientos no son lo que parecen en un principio, especialmente si el asunto es espinoso. Las estrategias nunca hay que revelarlas claramente hasta que el revés está asestado.
Finalmente, las autoridades europeas acudieron hace unos días a una cumbre en Pekín con el gobierno chino, de la cual han salido varias perlas informativas. Más que ser noticia en sí mismas, lo que ha trascendido del encuentro indica significativamente que China y Europa empiezan a navegar remo con remo en la misma dirección. El regalo de pedida de mano ha sido aceptado por la vieja Europa, y China va a abrir su mercado y a reducir aranceles a los productos e inversiones procedentes de Europa. Además, ambas potencias han anunciado que se han alineado en intereses y estrategias relativas a la OMC. Es un comienzo en toda regla: blanco y en botella.
Desde Finlandia con amor (ruso)
Europa y China dan muestras de haberse alineado. ¿Creían ustedes que las declaraciones de Trump calificando a la UE de "enemigo", tras su reunión en Helsinki con Putin, eran tan sólo un paso más dado en su habitual retórica antieuropeísta? Pues parece ser el caso. En esta ocasión, lo que parece que ha ocurrido es que Trump no ha podido encajar un golpe que los europeos han lanzado al aire. Y esto no justifica de ninguna manera las posiciones del magnate-presidente, sino todo lo contrario: fue la administración Trump la que dió un brusco giro a la tradicional relación de amistad entre Europa y Estados Unidos, y Europa simplemente está jugando con las cartas que le han dejado en la mano; de hecho, no tenía mucha alternativa.
Y eso por no hablar de la enorme polvareda que las declaraciones de Trump en Helsinki han levantado a lo largo y ancho de Estados Unidos. Gran parte de la sociedad estadounidense clama al cielo, y observan con horror cómo su presidente cada vez deja más evidente lo que no sabían los que simplemente no lo querían ver. La polémica no ha venido tanto de calificar a Europa de "enemigo" (que ya es mucho), sino que ha sido el deshacerse en halagos y buenas intenciones hacia el sonriente presidente Putin lo que ha abierto llagas en carne viva. Tal ha sido el escándalo desatado que Trump ha tenido que hacer una nueva maniobra propagandística y ha dado un bochornoso paso atrás (por el momento).
Si ahora la evolución de la partida no es del agrado del presidente Trump, simplemente que se pregunte qué habría hecho él si estuviese en el lugar de una Europa abandonada a su suerte por su más íntimo socio, del que ya recibió un primer revés con aquel escándalo de espionaje a gran escala a líderes europeos por parte de la anterior administración de EEUU. Puede ser que en Europa a veces seamos más papistas que el Papa en temas de la democracia, la libertad y el capitalismo más idealista, pero lo que no somos es ni tontos, ni vamos a abandonarnos porque una pareja nos haya dejado en la estacada.
"En el amor y en la guerra (comercial), todo vale", y Trump ha hecho que su relación actual con los europeos sea ambas cosas a la vez, así que más apoyo a tus amigos y menos arranques de ira contenida. No lleva a ningún sitio enfadarse por las (lógicas) consecuencias de las acciones propias, sino que lo que se debe hacer es autocrítica y corregir sus propios errores. Otro tema es ya cómo nos vaya a salir la siguiente pareja: siempre se puede pasar de que te salga rana a sapo. Pero en favor de nuestra querida y vieja Europa hay que decir que hasta el último momento está tratando de buscar un punto de encuentro con EEUU y las otras superpotencias, y así evitar desatar una peligrosa tempestad potencialmente muy destructiva (para todo el planeta).
Una sabrosa receta al Wok que es servida en bandeja de plata al comensal europeo
China puede abrir su mercado, pero dadas sus reglas del juego que dicta y redicta en cualquier momento, igual que sus mercados se abren a los europeos de la noche a la mañana, pueden cerrarse con igual rapidez cuando ya no les interese. Y no, China no es una monjita de la caridad cuya nostalgia le hace buscar idealistamente la supervivencia de su "querido" capitalismo.
Tampoco olvidemos que China es un país comunista y totalitario, sin democracia ni libertades básicas, y no tiene más apego al capitalismo que el del beneficio que le reporta, y en especial el que les reporta a sus dirigentes. Además, no olviden que el capitalismo le sirve a China como instrumento para ganar peso internacional e intentar conquistar el mundo (algo a lo que aspira prácticamente toda superpotencia): su alianza con Europa no va a apartarle de su hoja de ruta lo más mínimo.
El objetivo China lo tiene meridianamente claro, tan sólo está ahora cambiando los medios para alcanzarlo. Europa debería tener esto muy en mente, porque la alianza tiene su sentido, con China y con otros países de menor dimensión como el amigo Japón. Pero lo que hay que evitar a toda costa es que la receta al Wok con la que nos trata de seducir el cocinero chino, haga que al final Europa se cueza en su propio jugo. ¿Amigos? Sí, y cuantos más, mejor. Pero tan importante como tener amigos es conocerlos en profundidad, más allá de las palabras seductoras con las que a estas alturas de la vida muchos han aprendido a ocultar su verdadera naturaleza.
Imágenes | Unsplash @_javardh_001 | Unsplash @cadop | Pixabay Bess-Hamiti | Pixabay pixel2013 | Pixabay Nerivill