La desconfianza se extiende en la economía española, todos los detalles

Tanto la inversión como el consumo están condicionadas por la evolución de las expectativas por parte del conjunto de estos agentes que buscan entornos de seguridad jurídica y estabilidad para poder emprender todas aquellas decisiones de que se consideren necesarias.

Como veremos a continuación, últimos datos referenciados a la confianza empresarial y al consumidor no se reflejaba un claro hundimiento de las expectativas para el corto plazo.

La confianza empresarial sufre el mayor deterioro de la serie

Por ello, es necesario que exista un grado de confianza empresarial importante. Y para evaluar su dinámica tenemos el Índice de Confianza Empresarial Armonizado (ICEA), que reporta trimestralmente el INE, y nos permite conocer en un momento determinado la visión que tienen los responsables de los establecimientos sobre su situación.

Los últimos datos del ICEA nos muestran un retroceso trimestral del 1,7%, siendo la mayor caída experimentada en un trimestre desde que se inició la serie en el año 2013. Las causas de esta caída las encontramos en un deterioro tanto que la visión de los gestores sobre la situación actual como a las expectativas de cara al futuro.

Si atendemos a las opiniones respecto al trimestre que ha finalizado, es decir la situación de los establecimientos empresariales, observamos cómo el 20,7% de los gestores tienen una opinión favorable sobre la marcha de su negocio. En contraste, el 17,6% mantiene una opinión desfavorable. La diferencia entre ambos porcentajes referidas al trimestre finalizado, se refiere como Balance de Situación y se sitúa en 3,1 puntos, un empeoramiento de las expectativas manifestadas previamente para ese trimestre, que fueron de 7,1 puntos.

Si lo analizamos por tamaño de establecimiento, los mayores contrastes percibidos en el saldo optimistas-pesimistas sobre su situación se encuentran en aquellos de menos de diez asalariados -4,3 puntos frente a las empresas de más de mil asalariados que el balance es de 9,8 puntos.

En referencia a las opiniones de los gerentes de establecimientos empresariales, el 19% consideran que la marcha de su negocio será favorable en este cuarto trimestre del año, mientras que el 16,1% cree que será desfavorable. La diferencia entre ambos porcentajes se denomina Balance de expectativas y se encuentra en los 2,9 puntos, frente a los 7,1 puntos del trimestre anterior.

Los consumidores también ven nubarrones

El Indicador mensual de Confianza del Consumidor (ICC) que elabora el CIS nos muestra como el mes de septiembre se situaba en los 90,6 puntos, lo que representa 11,9 puntos menos del dato del mes anterior. Este descenso del ICC es atribuible a la reducción de las expectativas (-7,4 puntos) y se focaliza especialmente por la caída de 16,3 puntos en la valoración de la situación actual.

El ICC se sitúa en estos momentos en valores inferiores a los registrados en los dos últimos años, muy similares a los observados en septiembre y octubre de 2016, y acumula una caída de 17 puntos desde el mes de junio de este año.

La percepción de la situación actual nos muestra una caída de 16,3 puntos en relación al dato obtenido el pasado mes de agosto y el índice de expectativas cayó 7,4 puntos respecto al mes precedente.

La desaceleración ya está aquí

A excepción de Estados Unidos, desde un punto de vista global, el mundo se está desacelerando y España ya ha dejado atrás los ritmos de crecimiento superiores al 3% y el último dato refleja un crecimiento correspondiente al segundo trimestre de este año nos deja una tasa interanual del 2,5%.

Es sumamente grave el deterioro de expectativas que se está viendo ya que tienen un impacto directo en la economía. Si el entorno empresarial está observando dificultades para el desarrollo de su negocio, en consecuencia será mucho más cauto en el momento de invertir y de contratar, una situación grave sobretodo para la formación de empleos de carácter indefinido.

Lo mismo ocurre en el caso de los consumidores que observan que su situación actual y sus expectativas de futuro no están muy claras y tenderán a contraer o posponer sus decisiones de consumo. Esta alteración de expectativas tiene un mayor impacto en aquellas decisiones más importantes como pueden ser la compra de una vivienda o la de un vehículo.

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