Trump prometió una época dorada para las empresas "Made in America" con crecimiento a raudales, una vez le dejasen conseguir revertir el curso del déficit comercial estadounidense. Efectivamente, y como era previsible, la guerra arancelaria contra todo país que apareciese por el horizonte ha tenido su impacto en la reducción de dicho déficit.
Ahora bien, si esa reducción ha traído los beneficios que Trump esperaba tan enfervorizado es algo en lo que la realidad de las cifras no parece querer darle la razón al magnate-presidente. Y es que la interpretación más simplista y bipolar de una balanza comercial, por la que se gana sólo cuando es positiva (y más cuanto más positiva sea) es totalmente errada, y para muestra ahí empiezan a tener las decepcionantes cifras y proyecciones de crecimiento tras la entrada en vigor de tanto arancel.
El déficit comercial fue la oveja negra contra la que cargó Trump, pero ni toda oveja negra es mala per sé, ni todo déficit comercial perjudica la economía como axioma
Las soflamas con tintes nacionalistas de aquel incendiario "America First" de Trump siempre tomaron como inmutable axioma la premisa de que reducir el déficit comercial conseguiría catapultar el crecimiento económico estadounidense hasta niveles no vistos desde hace décadas. Trump prometió por voz activa, por voz pasiva, y hasta con voz impersonal que sus patrias políticas sólo traerían cuasi-infinitas y extremadamente positivas perspectivas económicas para cualquier empresa radicada en suelo estadounidense en alma, pero también en cuerpo: es decir, tanto por su domicilio social como por dónde ubican sus cadenas de producción.
Pero la realidad es todavía más tozuda que los eslóganes viscerales, y se empeña siempre de una manera u otra por llevar la contraria a los que osan sentenciar categóricamente, especialmente cuando tratan de sentar doctrina sin mucho fundamento, e ignorando lo que múltiples Think-tanks y académicos económicos del más alto nivel advertían, tras décadas de construcción socioeconómica y de desarrollar un excepcional tejido empresarial y una teoría económica de progreso, como la que ha llegado a tener (por ahora) EEUU en muchos aspectos.
Aunque claro, hay momentos en los que todo país puede estar amenazado de revertir la tendencia, y de pasar de la contrucción a la de-construcción. Es además entonces, en el "mágico" momento en que la evidencia de los datos acaba sacando los colores al categorismo más injustificado, cuando los autócratas acaban casi siempre optando por negar sistemáticamente las cifras objetivas, y se lanzan a los fogones y a cocinar todo número que demuestre su error. No duden de que, cuando ese momento acabe de llegar, muy probablemente podemos asistir a escuchar que los datos son sistemáticamente (des)calificados de simples "fake figures".
Ese momento crucial en el que una socioeconomía pasa de la construcción económica a la de-construcción
Es precisamente ahí, cuando negar las cifras es ya la única alternativa para que los autócratas puedan seguir enarbolando que llevaban razón, donde las socioeconomías marcan un claro punto de inflexión, y empiezan una pronunciada cuesta abajo, que se puede bajar resbalando narcotizadamente a base de propaganda, o a marchas forzadas a golpe de pura represión mediática salmón. Los ingredientes ya dependen de la receta personal de cada cocinero, pero la mala ejecución culinaria acaba siendo el lamentable resultado final alcanzado indistintamente por todos ellos. Y es que la economía no es un juego que tenga que venir dictado por el poder ejecutivo en su propio beneficio, sino que es un activo de incalculable valor en toda socioeconomía, y que asegura a la postre el bienestar de los ciudadanos. Menos injerencias, menos cortoplacismo, y más visión de largo plazo, más sostenibilidad socioeconómica, y... más cultura financiera para todos (incluyendo también a los del más alto nivel).
Casi siempre esta dinámica acaba con un suicida picado a una ficticia piscina de dólares como las del Tío Gilito, pero que resultan estar más vacías que las arcas de esos estados que en algún momento optaron por cortar de raíz las alas de la esencial libertad económica, y en especial de la libertad de prensa salmón y de la econometría más heterodoxa,. Éstas son inevitablemente amigas inseparables de una economía sana, que crece, y que sabe bien a dónde va y a dónde debe ir. Porque deben desconfíar siempre de esos mesías económicos que guían al pueblo con una venda en los ojos, por muy seguros y resueltos que puedan parecer en su (a veces hasta voluntaria) ceguera socioeconómica.
Y lo peor viene en el desenlace final, porque es que hay egos hipertrofiados que no soportan no llevar razón. Así, ante el escarnio público que les supone la verguenza de verse contrariados por la realidad económica que acaban por padecer los ciudadanos bajo su ciego mandato, en ese momento prefieren antes acabar de precipitar a sus países profundizando en la cuesta abajo. Y lo hacen sin dudarlo, aunque sea con la ilusoria sensación de que cada bajonazo va a ser el último, y que a partir de ahí ya se va a iniciar la esperanzadora remontada que acaban vendiendo al pueblo para que no se alce contra ellos, incluso creyéndose ellos mismos que por fin la realidad les dará la categórica razón ésa a la que no han sabido renunciar ni con los datos (los de verdad) en la mano.
¿Déficit o no déficit? Ésa es la cuestión...
Volviendo al caso concreto de Trump y de EEUU que nos ocupa hoy, hay que insistir en que numerosos economistas y Think-tanks ya le advirtieron a Trump que el déficit comercial no es malo per sé, sino que, dependiendo de su naturaleza, incluso puede llegar a ser simplemente el reflejo del liderazgo de una economía como la estadounidense, cuya moneda es demandada como reserva de riqueza a nivel mundial, y que otros países compran provocando un abaratamiento de la financiación foránea de cara a los estadounidenses, que así acaban comprando a su vez productos al extranjero provocando déficit comercial. Además, es que también es en cierta medida lógico y natural que una economía que crece por encima del ritmo de expansión de su tejido manufacturero y productivo en suelo nacional, acabe traduciendo su crecimiento en importaciones de productos de otros países, de nuevo agrandando el déficit comecial.
En estos dos casos de gran relevancia, no sólo el déficit comercial no es malo en toda su extensión y naturaleza, sino que además es algo con un balance neto económico que puede llegar a ser muy positivo, pues es sólo reflejo de una economía que crece y que importa (pasando de puntillas sobre los casos en que ese crecimiento es simplemente a base de deuda), y de una divisa que lidera el comercio mundial. Así, EEUU podría estar simplemente recibiendo cuantiosos beneficios socioeconómicos por otras vías alternativas al expuesto como dicotómico déficit comercial, y estos otros beneficios pueden llegar a compensar con creces al (a veces) injustamente satanizado déficit comercial. Todo esto se lleva exponiendo en la excepcional prensa económica estadounidense desde hace ya varios años, pero nada, como quien oye llover (además sobre mojado). Y no sólo eso, lejos de reconocer sus propios errores, de cara a las elecciones de 2020, Trump está ya vendiendo que ha salvado mesiánicamente a una economía que estaba al borde del abismo, sin que las razones que argumenta para afirmar semejante cosa acaben de ajustarse precisamente a la realidad de los datos.
Al contrario que otros analistas y algunos políticos, sin acabar de decantarnos en estas líneas categóricamente por que el déficit comercial sea malo o bueno per sé, y simplemente limitándonos hoy a enfatizar que es un indicador con una extensa gama de grises que requiere siempre de un minucioso y detallado análisis pormenorizado para cada caso y para cada momento económico, en lo que queríamos centrarnos en este artículo es precisamente en que la reducción actual del déficit comecial estadounidense no ha traído ni de lejos los beneficios esperados, y que algunos enarbolaban visceralmente con tintes tan nacionalistas.
El hecho es que, efectivamente, según informaba Reuters, hay que reconocer que Trump está cumpliendo su promesa electoral de reducir el déficit comercial estadounidense, si bien habrá que confirmar en próximos trimestres si se ha tratado algo meramente coyuntural, y si por el contrario se trata de una tendencia en el largo plazo. Pero esto tampoco nos debería extrañar en absoluto, ni es como para "echar las campanas al vuelo" ni venderlo como un éxito estelar, puesto que tiene toda la lógica económica, y puede estar siendo simplemente reflejo de la fiesta particular del presidente de "aranceles para todos". Efectivamente, si se empiezan a imponer aranceles a diestro y siniestro, independientemente de que sea el sufrido ciudadano medio el que los esté acabando por pagar, uno de los resultados que se podían esperar era que el encarecimiento de las importaciones desde ciertos países impactase sobre su volumen, reduciendo el déficit. Otra cosa es si eso es bueno de manera incondicional.
Sin saber todavía qué camino tomará Trump cuando esté en la encrucijada, habrá que observar cómo empieza a encajar el baño de realidad de los datos
Porque la promesa electoral de Trump de reducir el satanizado déficit comercial no venía en solitario; es más, esta reducción sólo era instrumentalizada para traer a la economía estadounidense lo que realmente prometía Trump: un "America First" que iba a empezar a hacer crecer económicamente a EEUU a espuertas, y a crear empleo manufacturero en suelo estadounidense. Lo cierto es que esta promesa electoral de catapultar el empleo manufacturero estadounidense, que era realmente la auténtica promesa de Trump, está muy lejos de cumplirse, a pesar de esa tan enarbolada reducción del déficit comercial.
Y, como habrán leído en los datos del enlace anterior de Reuters, las cifras de reducción del déficit son reales e incontestables: el déficit comercial se ha reducido un nada despreciable 1,7% en 2019, siendo lo realmente significativo que revierte así la tendencia ascendente en el que estaba inmerso desde 2013. Es la primera vez desde entonces en que este indicador macro ha experimentado un decremento claro, pero, sin embargo, el crecimiento del PIB en ese mismo año no ha reflejado aquellas enérgicas promesas tan resolutas y categóricas del presidente Trump, y tan sólo ha acabado creciendo un comparativamente exiguo 2,3%. Para mayores referencias, el ritmo de crecimiento anualizado correspondiente al último trimestre de 2019 se debilitó todavía más, y fue de tan sólo el 2,1%.
Adicionalmente, y resultando muy revelador, la tasa de crecimiento económico de 2019 es la más baja de los últimos tres años, en clara senda descendente desde los máximos del 2,9% alcanzados en 2018. Y para los que argumenten que es que estos beneficios esperados en forma de catapulta del crecimiento económico sólo se van a alcanzar en plazos más largos, pues me temo que tampoco es el caso. Las previsiones de crecimiento económico apuntan a que, en los próximos años, el crecimiento va a debilitarse todavía con mayor intensidad, y, como informaba esta publicación de la Reserva Federal de San Luis, se prevé que alcance tan sólo un 1,8% en 2020.
Por otro lado, para los que se limiten a aducir como hecho incontestable el dato cierto de que el empleo estadounidense está actualmente en mínimos muy mínimos (en teoría), debo remitirles al artículo en el que analizamos que el pleno empleo de EEUU no es tal, y en el que exponíamos cómo la realidad laboral estadounidense tampoco es precisamente exitosa al presentar una altísima tasa de trabajadores forzados a tener un empleo a tiempo parcial, o a otro artículo que analizaba cómo las condiciones salariales reales de los estadounidenses tampoco son nada buenas, y ni mucho menos son precisamente como para entusiasmar.
En todo este contexto, puede ser mucho más entendible el porqué de que muchos desesperados estadounidenses sigan optando por votar a ese Trump que canaliza mejor que nadie el sentimiento anti-sistema imperante, y que sigue en niveles muy altos a pesar de la "Gran" Recuperación. Y lo que es peor en términos de progreso económico sostenible en los plazos más largos: así también resulta mucho más entendible por qué millones de estadounidenses pueden seguir votando a Trump incondicionalmente en el futuro, contradictoriamente con mayor fervor cuanto más tarden en ver hecha realidad su desesperada esperanza de acabar disfrutando de nuevo de un "American Dream" que ya no es tal, y que mayormente está hecho añicos. Paradójicamente, ese sueño es ahora mucho más alcanzable en superpotencias como Europa, que siguen abrazando el progreso socioeconómico real para beneficio de sus ciudadanos.
Al final, todo este asunto, tan enarbolado como la receta económica "mágica" que iba a ser el "Bálsamo del tigre" que curase todos los males de los estadounidenses, puede acabar resultando en un feroz tigre económico que devore parte de las economías familiares de los estadounidenses. Y como demostración de la poca visión y capacidad de anticipación, así como de posibles resultados no esperados, está el tema que les citaba de cómo la lucha contra el déficit comercial ha acabado siendo mayormente una simple fiesta de "aranceles para todos", que al final han acabado pagando los sufridos estadounidenses medios, como no podía ser de otra form. Y son también ellos quienes acabarán pagando también el déficit federal galopante "Made in Trump", y su consiguiente y abultada deuda (que no sólo ha sido generada por él, todo hay que decirlo). Y para más "INRI", esos ciudadanos medios no han acabado siendo al menos ni mínimamente compensados por todos esos beneficios de crecimiento económico y de mejora de sus condiciones laborales a raudales que les vendieron. ¿Acaso se pensaban que ésta iba a ser la excepción por la que no iban a pagar los de siempre?
Pues no, aquí siempre pagan los mismos, y no sólo pagan las consecuencias más directas de toda esa fiesta con espumoso arancelario, sino que acabarán pagando múltiples segundas y terceras derivadas, porque muchas veces la economía es apasionante, pero también puede ser impredecible (para algunos más que para otros). Y además lo es para lo bueno y... también para lo malo. Como decía la canción, "Sorpresas te da la vida"... Ahora bien, cuando la sorpresa llega, ni se despeinan, hacen todo lo posible para que no se les note, y "rolan" sus posiciones políticas abiertas al siguiente vencimiento en su especulativo mercado de derivados, "rolando" así también la esperanza del pueblo a una nueva promesa ferviente que... muy probablemente tampoco se verá cumplida... Así vamos depositando votos y pasando periodos de cuatro años, y encima implorando por que esos periodos electorales sigan dándonos la democrática ocasión de poder pronunciarnos y elegir a nuestros gobernantes. Tampoco den esto por sentado, cualquier cosa es susceptible de cambiar en un futuro siempre imprevisible. Y para muestra, un botón.
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