Recuerdo no hace mucho cuando Toyota se convirtió en la empresa fabricante de automóviles más grande del mundo e, incluso, había pasado a Chrysler en su propio mercado, Estados Unidos.
Estaba ganando dinero cuando otros no, no estaba despidiendo a sus trabajadores, estaba invirtiendo en nuevas plantas en varias partes del mundo, cuando otros estaban replegándose, sus coches ganaban premios como los mejores del año, la empresa estaba alta en las listas de las mejores empresas donde trabajar, y más.
Desde hace unos meses, ha demostrado que ha dejado de hacer bien lo básico, la producción de buenos coches, y eso les está pasando factura, y mucho. Su control de calidad ha flojeado, por incompetencia o por intentos de ahorro, o por los dos, y esto les ha fozado a tener que anunciar retiradas de millones de coches de varios modelos, anuncios que parecen que continúan.
Con los gastos cuantiosos relacionados con la retirada de vehículos y con las multas multimillonarias sólo en Estados Unidos, hará polvo a sus intentos de reducir gastos.
Estos impactos vienen acompañados de unas pérdidas económicas importantes y, aún peor, una pérdida de credibilidad aplastante. Una marca que han estado creciendo durante décadas, e invirtiendo muchos millones para conseguirlo, que ha estado hasta hace poco muy alto en las listas de las top 10 marcas más prestigiosas, en credibilidad técnica y entre las más valiosas económicamente, ahora está por los suelos en un par de años.
Mala estrategia reducir gastos a toda costa.
Vía | BBC Mundo
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Imagen | danielctw