La desaceleración económica, sobretodo en el sector de la construcción, y el alto precio del petróleo, que están lastrando los beneficios empresariales y por tanto la recaudación del Estado, tienen la culpa de esta enorme reducción del superávit.
Muchas personas se preguntarán por qué es necesario tener un superávit si el Estado no es una empresa que debe ganar dinero. Y la respuesta está en la deuda. El Estado tiene deuda y usa el superávit fiscal para quitarse deuda. Si tenemos menos deuda los intereses de dicha deuda son más bajos y los impuestos cunden más. De hecho tenemos unas cifras de deuda bastante saneadas gracias a estos años de superávit. Además, ahora que la economía va mal, este superávit ha permitido presentar la medida de los 400 euros sin que el Estado haya tenido que pedir dicho dinero prestado a nadie. Tenía margen (aunque la duda está en si esa medida servirá para algo y si ha sido una forma muy alegre de tirar ese margen por la borda).
El problema que se plantea ahora es que las medidas que está tomando el Ejecutivo para superar la crisis se están dilapidando el superávit, debido a que cuestan dinero y debido también a que los ingresos fiscales disminuyen como consecuencia de la crisis. ¿Debe por tanto el Estado, cuando lo requiera, volver al déficit y volver a endeudarse?
Por un lado, si las medidas aseguran que saldremos más rápido de la crisis, yo respondería que sí. Pero como nadie puede asegurarme eso, tengo mis dudas. El déficit fiscal hace que el Estado tenga que aumentar su deuda y al final una buena parte de nuestros impuestos se dedican a pagar los intereses de dicha deuda. No creo que sea una buena estrategia de futuro. Siempre que se plantee el déficit tiene que ser con carácter temporal.
De momento el Gobierno ha asegurado que hay suficiente superávit para las medidas que tiene previsto, pero para ninguna más. Es decir, nos vamos a dilapidar el superávit y esperemos que sea suficiente para salir de la crisis. De lo contrario lo único que tiene buena pinta en España, que son las cuentas públicas, van a pasar a engrosar la lista de las cosas que van mal.
Vía | El Economista