La disidencia china emerge también en el mundo económico, ¿Qué es lo que tanto les aterra?

Es ampliamente conocido el trato que la disidencia de cualquier tipo recibe por parte del gobierno chino. A menudo dicha disidencia es censurada, perseguida y muchas veces hasta encarcelada por cosas tan básicas como puede ser pedir meros derechos democráticos.

Pero habitualmente la disidencia china hasta ahora había emergido limitando su acción casi exclusivamente al terreno de lo político-social. Eso ha cambiado, y ya hay también disidencia de corte económico. Contraria al reciente giro económico en el gigante rojo, justifican su osada posición porque sienten pavor ante el futuro económico al que ven abocado a su país.

La efervescente explosión económica ha sido tal por la corriente de aperturismo

Diversos sectores socioeconómicos occidentales (no sin su parte de razón), están deslumbrados por el desempeño económico chino. No obstante, no deberían caer por ello en justificar automáticamente toda política socioeconómica que se pone en práctica en el país asiático, argumentando que todo lo que viene de allí supone una garantía de éxito apoteósico. Lo cierto es que no se puede negar el hecho de que China no ha triunfado por sí sola.

El éxito de China va inevitablemente ligado al capitalismo (dejo a su libre elección el grado de esa relación). Y, por mucho que se le reconozca que ha inventado un nuevo concepto de capitalismo, que podría sintetizarse en el término “dictapitalismo”, en realidad lo que mayormente ha hecho China ha sido aprovecharse de las ventajas de abrazar el sistema capitalista, a la par que levantaba infranqueables barreras para todo aquello que no le interesaba. La más evidente: tener una cotización del Yuan literalmente intervenida como ya hemos analizado en artículos anteriores.

Pasando de puntillas por el tema de que el milagro económico chino ha exacerbado las diferencias sociales hasta el extremo, y que los dirigentes chinos son mayormente un club de selectos multimillonarios, hay otro punto del “dictapitalismo” chino que hoy cobra especial relevancia. El tema es que China está recogiendo hoy los dulces frutos de unas pocas décadas de aperturismo a los mercados e inversiones internacionales.

No se puede pasar por alto que el milagro económico chino empezó a ser tal cuando, allá por 1978, el presidente chino Den Xiaoping empezó a permitir mayor protagonismo del sector privado en el país, y a reducir (algo) la aplastante omnipresencia del estado en todos los ámbitos y agentes económicos. Casualmente ha sido sólo entonces cuando el genio de la lámpara (oriental) ha concedido los deseos de prosperidad económica y bienestar del que hoy disfrutan cientos de millones de ciudadanos chinos, y que les ha permitido al menos abandonar una miseria mayormente rural que se recogía en paupérrimos campos de arroz.

La disidencia china alza la voz ante el paso atrás que China está dando en el plano económico

Pero lamentablemente “algunas cabras tiran al monte”, y la autocomplacencia y la autosuficiencia de verse económicamente muy potentes está poniendo en riesgo el modelo de crecimiento chino que tanto éxito ha cosechado. Parece que desde el gobierno chino van a volver a cometerse irremisiblemente los mismos errores del pasado, que condenaron en su momento a cientos de millones de personas a no tener más medio de vida que vivir permanentemente con los pies mojados en un arrozal.

No es que afirmemos que esos tiempos de miseria rural vayan a volver en toda su “plenitud”, pero poner en jaque al sistema económico del país con rancias políticas del pasado puede llevar a una situación literalmente insostenible. Ello restaría inevitablemente gran pujanza económica de forma considerable, y es probable que desembocase explotando de la manera más insospechada y socioeconómicamente destructiva. Y tengan en cuenta que esto es algo especialmente delicado en un país del orden de los miles de millones de habitantes.

De confirmarse y profundizar en la vuelta atrás a políticas económicas que destruyen bienestar, el crecimiento económico se iría viendo impactado con más dureza que en la actualidad: al menos en Main Street, que otra realidad (paralela) es la que muestran las cifras oficiales. Es en ese momento cuando la beneficiosa y estable clase media china surgida al calor del boom puede empezar a verse desesperada, y habrá que ver en qué desembocaría una situación tan potencialmente inestable, incluso para el férreo control social que ejercen las autoridades chinas sobre su población. Ciertamente, una desestabilización de un gigante como China puede poner en jaque a todo el planeta.

La disidencia económica china lo ve tan claro como el agua

Debemos recordar en este punto que todo un premio Nobel de la paz, el ciudadano chino Liu Xiaobo, murió en la cárcel y no pudo ni siquiera recoger su premio en la ceremonia celebrada en Suecia. Su terrible crimen fue simplemente reclamar derechos democráticos en China para él y para sus conciudadanos. Así nos podemos hacer una ligera idea del pleno convencimiento de esos disidentes económicos chinos, a juzgar por la osadía que supone que se hayan puesto en primera línea de fuego, arriesgándose a ser represaliados por manifestar sus opiniones económicas discordantes. Es algo especialmente peligroso estando además en la era del temible sistema de crédito social puesto en marcha por el gobierno chino.

Y ahora podemos ya enlazarles la noticia que informa sobre esa disidencia económica china emergente. Obviamente, sacar publicada esta noticia por quién la está publicando, en un momento de las relaciones EEUU-China como el actual, puede ser todo un gesto de refriega en el plano informativo. Pero ello no nos debe llevar a pasar por alto algunas perlas de la noticia que resultan muy reveladoras, y que simplemente se hacen eco de las palabras de esos disidentes económicos, que parecen saber muy bien de lo que están hablando: no hay que dejarse llevar por las noticias interesadas, pero tampoco hay que dejar de valorar lo que pueden contener de valor informativo real (que a veces, algo tienen).

Uno de estos economistas disidentes es el chino Sheng Hong, que afirma que no estamos asistiendo a una simple guerra económica entre EEUU y China, sino que en realidad se trataría de una guerra entre el pueblo de la propia China y el grupo político de interés más poderoso del gigante rojo: su aparato político. No se puede pasar por alto que Sheng dirige el Instituto Económico Unirule, un Think Tank ubicado en Pekín. El convencimiento de sus tesis económicas ha llevado a Sheng y sus compañeros a asumir incluso el sacrificio de sus carreras profesionales para alzar la voz contra cómo China se está posicionando en la guerra comercial con EEUU.

Sheng cree firmemente que, si China abrazase un mayor aperturismo económico y cediese ante algunas de las pretensiones de comercio más justo enarboladas por Trump, los ciudadanos chinos también acabarían viéndose beneficiados por la nueva etapa de políticas económicas. Y huelga decir que ésta puede ser la afirmación más interesada de la noticia en favor de-EEUU, pero no es menos cierto que un mayor aperturismo económico chino traería prosperidad al país, además de sostenibilidad y mayor equidad al comercio con las potencias más desarrolladas del planeta. Como muestra, podemos sacar a relucir el análisis que ya escribimos sobre el oscuro juego de intereses mundiales que ha aflorado tras la guerra postal abierta por Trump.

Volver a cometer los mismos errores del pasado proyecta un futuro muy resbaladizo

Sheng prosigue afirmando que por fin parecía que China había dejado atrás las políticas más rancias y destructivas de bienestar de hace décadas, tras haber emprendido su nuevo modelo económico y haber permitido cierto aperturismo de su economía y sus mercados. Uno de esos cambios, en buena parte responsable de la ola de prosperidad llegada a los ciudadanos chinos a pie de calle, ha sido el haber pasado de un sistema económico totalitario dominado casi exclusivamente por empresas estatales, a un modelo que ha permitido que florezcan empresas con capital privado, redundando en un importante crecimiento económico para todos (los chinos).

En el Instituto Económico Unirule creen firmemente que volver a ese modelo dominado por empresas estatales es totalmente incompatible con el comercio internacional equitativo, ya que supone una clara competencia desleal y subvencionada con dinero público. Por otro lado, Sheng afirma que los datos refrendan sus tesis, puesto que en 1978 el 100% de las compañías chinas eran del estado, y como consecuencia la economía china por entonces presentaba un panorama desolador. En cuanto el estado rebajó su nivel de intervención económica, la economía china experimentó una positiva revolución. Sheng cree que deben seguir aplicando la misma receta que les ha traído el contundente éxito económico que han experimentado en los últimos lustros.

Sheng ve que en concreto la demanda de Trump de que China abra sus mercados al sector privado, y de que elimine la competencia desleal por parte de empresas estatales chinas, beneficiaría también a los propios ciudadanos chinos, ya que actualmente el sector privado chino da empleo en torno al triple de personas que el ineficiente sector de empresas estatales. Además, el sector privado chino representa una parte predominante del reciente crecimiento chino, siendo responsable de hasta un 90% del incremento del PIB de China.

Sheng cree que estas cifras esconden que no hay un nuevo modelo chino como tal, sino simplemente revelan que el modelo de éxito real de trasfondo es el propio modelo de la economía de mercado. Sin embargo, lo que encuentran muy preocupante es que, a lo largo de 2018, el gobierno chino haya incrementado el peso de las empresas estatales en la economía, volviendo a peligrosas tendencias anteriores. Sheng pronostica que, de persistir en esta involutiva tendencia, el sistema socioeconómico chino acabará por colapsar.

Los disidentes económicos tampoco gustan en las altas esferas chinas

De hecho, en todo un (des)alarde de pluralismo socioeconómico, recientemente a Sheng se le impidió la salida de China cuando se disponía a viajar a Boston para dar una conferencia en la Universidad de Harvard. Sheng dijo que las autoridades le espetaron que el hecho de que saliese de China ponía en peligro la seguridad nacional. Además de eso, posteriormente se clausuró una filial del Think Tank de Sheng, lo cual le forzó a que dejase de funcionar su Instituto Económico Unirule.

Independientemente de si Sheng lleva toda la razón, o tan sólo parte de ella. Independientemente de si existe el modelo económico chino, o si se trata de un espejismo cuya única fuente de crecimiento real ha sido la hibridación con la economía de mercado. Independientemente de en qué se vaya a traducir en el medio plazo la involución del panorama empresarial chino. Independientemente de todo eso, al gobierno chino no parecen gustarle nada las palabras de Sheng y sus compañeros (con todo lo que eso puede implicar en un país como China).

A juzgar por los hechos, parece claro que en Pekín la disidencia económica china tiene una consideración no muy distinta a la de la disidencia política. La metáfora que pone el propio Sheng es que la incapacidad de la clase dirigente china para escuchar las voces económicas críticas equivale a conducir un coche con un parabrisas embarrado, y los dirigentes chinos estarían acelerando sin ver la carretera por delante, mientras se permiten disfrutar con las vistas del paisaje por las ventanillas laterales: con esta forma de conducir, lo que Sheng ve seguro es que en algún momento sufrirán una colisión.

Desde estas líneas no podemos sino hacer honor a los motivos más fundacionales y vocacionales de un servidor, y es que el espíritu crítico, la pluralidad, la libertad de expresión, la sinergia de diferentes formas de pensar, y la valoración de múltiples fórmulas socioeconómicas son siempre una fuente de prosperidad, que no sólo no destruyen un modelo socioeconómico, sino que lo refuerzan en el medio y largo plazo. La realidad (también la económica) está en constante evolución, y el que no sea capaz de reinventarse constantemente para adaptarse a ella acabará literalmente fuera de juego.

Y para poder llevar a cabo con una mínima garantía de éxito la ardua tarea de escribir políticas socioeconómicas y modelos económicos del futuro sobre una hoja en blanco, toda opinión y todo punto de vista es poco, incluso (o especialmente) las discordantes. Para una receta de éxito no hay mejor ejecución culinaria que coger los mejores ingredientes de cada restaurante, y con ello elaborar un plato final coherente y “redondo”, que sea del gusto de los comensales y… con el que nadie pase hambre.

Porque al hambre es a lo que llevan en el largo plazo las políticas socioeconómicamente destructivas, y lo que está muy claro es que cercenar la biodiversidad de opiniones económicas, y hostigar a las voces e instituciones independientes, es una política socioeconómica muy (pero que muy) destructiva. Callar es (a veces) de sabios, pero mandar callar tapando la boca es propio de todo lo contrario (también en lo económico). Y en última instancia, además la realidad económica es la que es y siempre se acaba imponiendo, por mucho que algunos crean que la pueden dirigir arbitrariamente a su antojo: en los plazos más largos, esto es imposible incluso en los estados económicamente totalitarios. Tiempo al tiempo.

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