Además, España ocupa el noveno lugar en el ranking europeo de microempresas, con el 94,1 % del total, frente al 5,8 % de los negocios que son pymes y a tan sólo un 0,1 % que son grandes empresas. En el conjunto de la UE, el 92,5% del total de sociedades son microempresas con menos de diez trabajadores. Queda claro, por tanto, que en contra de la creencia popular que apunta a que las grandes empresas son las principales generadoras de empleo, nos encontramos con que los cimientos de la economía de nuestro país descansan realmente sobre los negocios de tamaño más reducido.
Ante esta situación es obvio que la salida de la situación económica actual debe hacerse desde el impulso de la actividad económica de los autónomos y las pequeñas empresas. La función dinamizadora y generadora de riqueza de estos colectivos empresariales es esencial para sacar al país del agujero económico en el que se encuentra inmerso.
De esta forma, la modernización de la estructura productiva y la generación de empleo sólo se harán realidad si estas microempresas comienzan a funcionar correctamente y a recibir el apoyo necesario por parte de las administraciones públicas. Los apoyos del Estado al sector bancario, a Repsol y, en definitiva, a gigantes empresariales en apuros, son una cortina de humo con la que intentan vendernos una preocupación por mimar el tejido empresarial español que poco o nada tiene que ver con la realidad.
Los autónomos, las microempresas y las pymes, y no las grandes corporaciones, están destinados, por una mera cuestión estadística, a impulsar el crecimiento de la economía española, a contribuir al desarrollo económico del país y a generar empleo. Obviar esta realidad sólo ralentizará la salida del país de la crisis actual.
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