Sin entrar a valorar la totalidad de medidas llevadas a cabo estos dos últimos años, sí llego a la conclusión que dos de ellas manifiestan claramente que estamos ante un Estado adicto a las compras. Dos Reales Decretos son suficientes para entender lo que digo:
El ya caduco Real Decreto-ley 9/2008, de 28 de noviembre que tenía por objeto la dotación de dos fondos extraordinarios destinados a promover la realización por parte de los Ayuntamientos de inversiones creadoras de empleo y el actual Real Decreto-ley 13/2009, de 26 de octubre, por el que se crea el Fondo Estatal para el Empleo y la Sostenibilidad Local destinado a financiar la realización por los Ayuntamientos de inversiones generadoras de empleo y actuaciones de carácter social, de competencia municipal, que contribuyan a sostenibilidades varias.
Si la oniomanía es el término que define la enfermedad del comprador compulsivo, podemos confirmar que España la padece. Todos somos testigos de inútiles, frenéticas, estériles e irreflexivas actuaciones municipales que lejos de fomentar un crecimiento sostenible acrecen el gasto inadmisible. Ahora tenemos una obligación como garantes y parte de ese todo... hacerle saber al enfermo su dolencia.
El síndrome del comprador compulsivo afecta a personas (jurídicas en nuestro caso) con baja autoestima, falta de autocontrol, inseguridad, propensión a la fantasía, sensación de soledad y vacío espiritual. Además, suelen padecer otros trastornos como ansiedad y depresión. Estamos de acuerdo que son síntomas que suelen padecer todos los partidos políticos, ahora bien, cuando esa situación se da en el partido que ostenta el poder y controla el presupuesto es cuando debemos preocuparnos seriamente.
Este tipo de enfermos suelen experimentar gran placer en el momento de gastar, pero el problema está en el arrepentimiento posterior por haber adquirido cosas inútiles (una acera inacabable, un aparcamiento innecesario, etc.) y de ahí la depresión y ansiedad, dos estados que pueden llevar a la creación de nuevos Reales Decretos inútiles como forma de evasión.
Esta situación se agrava en época de crisis (porque bajan los precios y todo parece más asequible). Se compran muchas más cosas de las que se necesitan. Esto que expongo se refleja claramente en la redacción de los dos Reales Decretos y que textualmente informan "Las obras objeto de los contratos deben ser de nueva planificación y de ejecución inmediata".
Pero el problema real viene cuando para esas adquisiciones compulsivas se dispone de una herramienta jurídica capaz de generar pasivo, déficit, números rojos, y ello en caso de extraordinaria y urgente necesidad; dos estados anímicos que decide el propio comprador: el propio enfermo. De la misma forma que el comprador compulsivo se vale de tarjeta, el Estado se vale del Real Decreto-ley para empeorar. Sabed que esta dependencia, como todas, acaba afectando las relaciones sociales, y en consecuencia, la reputación y prestigio del enfermo.
Se dice de los adictos que están inmersos en un mundo irreal porque olvidan las consecuencias reales que sus acciones ocasionan. No les importa sacrificar las necesidades de los demás, provocando con ello situaciones de enfrentamiento, deudas, ruina económica en este caso, ansiedad, etc.
De todos es sabido que es muy difícil salir de una adicción con independencia del nombre que se relacione a la misma, pero en manos de todos está advertir al Estado de su situación y ayudarle a que detecte las necesidades antes de salir de compras, que se provea de un presupuesto base cero, que evite las malas compañías, que no haga caso de las encuestas, y que evite los Consejos de Ministros el viernes para que los lleve a cabo el lunes (día que solemos ser menos caprichosos).
En caso que no sirvan los anteriores consejos, tal vez la solución esté en un grupo de apoyo o autoayuda (tranquilamente puede tratarse de un organismo internacional). Ya estoy viendo reuniones televisadas de diferentes Estados cuyos gobiernos empiecen las sesiones, por ejemplo con un...
"Hola, me llamo España y soy oniómana"
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