Bueno, pues parece que si nadie lo remedia tendremos una nueva huelga de esas que toman como rehenes a los ciudadanos. En esta ocasión son los empleados de gasolineras y estaciones de servicio que han convocado una huelga para los días 7 y 8 de noviembre, los dos días previos al puente de la Almudena en Madrid. Es decir, que cuando millones de madrileños se dispongan a hacer los preparativos para invadir las carreteras de media España, no podrán llenar sus tanques.
Y dice el secretario de acción sindical de FIA-UGT, Ramón Ruiz, que "no se trata de una huelga mediática". Pues oiga, háganla un martes cualquiera. O háganla por provincias. O hagan huelga a la japonesa. O huelga de celo. O... se me ocurren unas cuantas alternativas para defender sus presuntamente vulnerados derechos sin necesidad de perjudicarme a mí. Es evidente que el derecho a la huelga es un derecho fundamental. Pero hay ocasiones (y últimamente hemos tenido unos cuantos ejemplos: pilotos, personal de tierra, transportistas, gruas, limpieza...) en las que este derecho colisiona con los derechos de los ciudadanos, ya que su objetivo no es perjudicar directamente a los "patrones", sino hacerlo de forma indirecta utilizando como medio a las personas de a pié que no tienen culpa ninguna.
A mí, personalmente, este tipo de acciones en vez de generarme la menor de las simpatías por los huelguistas me provoca verdadero rechazo. Tiendo a perder de vista los motivos reales de las huelgas (en las que, como siempre, todo depende de a quién le preguntes porque todo el mundo asegura que la razón está de su parte) y, simplemente, me quedo con la idea de que hay un colectivo que está tomándome como rehén para lograr sus objetivos. Y eso no me gusta ni un pelo.
Pero bueno, supongo que es toda una tradición en España. Si hasta obtenemos "reconocimiento" mundial por ello... en otros sitios ya hace muchos años que se establecieron medidas para evitar extralimitaciones en el derecho a la huelga, pero aquí parece que "todo vale".