Se cumplen estos días diez años de la llamada 'revolución de las cazuelas' (Búsáhaldabyltingin) en la que las manifestaciones en Islandia forzaron la caída del gobierno del conservador Geir Haarde tras una brutal crisis financiera que se llevó todo el sector bancario del país por delante. Fueron las primeras protestas violentas en Islandia (un país que carece de ejército) desde 1949.
Mucho se escribió sobre aquella revolución donde, según las múltiples leyendas, se encarceló a los banqueros, no se rescató el sector financiero y se redactó una constitución entre todo el pueblo. Las fake news de los medios españoles llegaron a tal nivel que los medios islandeses llegaron a hacerse eco del 'mito islandés en la prensa española'.
En realidad el auge y caída de la economía islandesa distaron mucho de ser ejemplares. Fue el influjo de capital extranjero el que infló una burbuja financiera de dimensiones colosales, y fue la resistencia a devolver sus deudas en el extranjero lo que evitó el completo hundimiento del país. ¿Cómo fue la gran estafa islandesa?
Así se infló la gran burbuja islandesa
Al comienzo del siglo XXI, Islandia era aún poco más que una remota isla ártica habitada por 300.000 almas cuyos principales recursos económicos eran la pesca y la fundición de aluminio. En 2003, el sector bancario islandés ya había alcanzado un tamaño equivalente al de toda la economía nacional. En otros tres años se disparó hasta multiplicar ¡por 10! el PIB del país. Fue "la expansión más rápida de la historia del sector bancario de un país".
¿Cómo sucedió el milagro? la economía islandesa no tenía capacidad para crecer tanto en tan poco tiempo ni de forma remota. Pero sus tasas de interés eran más elevadas que las del resto del mundo desarrollado. Muchos inversores extranjeros, ansiosos por recuperar las pérdidas de la burbuja 'puntocom', comenzaron a tomar préstamos en yenes (con un interés casi nulo) para invertirlos en bonos islandeses con altos intereses y una divisa relativamente estable.
La banca islandesa vio rápido el negocio. Islandia era percibido como un país relativamente fiable, con tasas de interés superiores a las de la Eurozona. Podían, por tanto, atraer depósitos en euros ofreciéndoles un interés superior al de los bancos locales. Así lo hicieron. Las filiales online de bancos islandeses como IceSave o Kaupthing Edge se convirtieron en un fenómeno que atrajo a millones de pequeños inversores especialmente en Holanda y Reino Unido.
Con la cartera llena de ahorros europeos, los bancos islandeses hicieron rodar la bola de nieve ladera abajo, comprando todo tipo de activos dudosos sin apenas control (eran bancos que habían sido minúsculos hasta muy pocos años atrás, y el nivel de profesionalismo y experiencia de sus gestores era limitadísimo). Los intereses altos siguieron atrayendo ahorros holandeses y británicos y realimentando el sistema durante varios años.
Los islandeses se beneficiaron enormemente de este influjo de dinero, ya que gran parte se quedó en el país en forma de inversiones y crédito fácil. De repente, todas las empresas y particulares tenían dinero disponible para realizar sus sueños. Se generaron cientos de bien pagados empleos en el sector financiero. La corona islandesa se revaluó enormemente, permitiendo a la población la adquisición de productos extranjeros cada vez más caros con sus sueldos denominados en coronas. Pero todo lo que sube, baja.
El colapso de la banca islandesa
Los problemas para el sector financiero islandés comenzaron varios meses antes de la caída de Lehman Brothers. A los evidentes signos de burbuja financiera se le unió la desconfianza extranjera en la capacidad del país a hacer frente a una potencial crisis (dado el minúsculo tamaño de su economía frente al de su sector bancario). La corona islandesa se devaluó un 35% entre enero y septiembre de 2008, disparando la inflación.
Con la caída de Lehman Brothers en septiembre de 2008 todo se precipitó. El gobierno anunció su intención de nacionalizar uno de los tres bancos (Glitnir), pero no hubo tiempo: días antes entró en suspensión de pagos. Landsbanki (matriz de IceSave) le siguió días después. El tercer gran banco, Kaupthing, vio cómo todas sus filiales (Reino Unido, Suecia, Luxemburgo) eran intervenidas por sus respectivos países en cuestión de semanas.
El gobierno islandés promulgó una ley de emergencia para tomar el control de los bancos quebrados y dar prioridad a la protección de los depósitos de ciudadanos islandeses. En el Reino Unido, Kaupthing Edge había sido vendida a ING Direct. Medio millón de clientes británicos y holandeses de IceSave que no habían sacado su dinero tuvieron menos suerte y sus fondos fueron congelados en Islandia.
Ante el colapso financiero, grupos de ciudadanos islandeses comenzaron a organizar manifestaciones semanales para pedir la dimisión del gobierno. El 20 de enero de 2009, las protestas obligaron a intervenir a los antidisturbios. El 22 de enero, por primera vez en 60 años, se disolvió de forma violenta una manifestación ante el parlamento. Cuatro días más tarde el primer ministro conservador Geir Haarde anunciaba su renuncia y era sustituido por la socialdemócrata Jóhanna Sigurðardóttir.
Islandia sí rescató a sus bancos
El mito de que Islandia dejó caer su banca es radicalmente falso. Las autoridades islandesas hicieron exactamente lo contrario dentro de sus limitadas capacidades frente al monstruoso tamaño de su sector financiero. Si bien la quiebra de los grandes bancos era inevitable, las leyes de emergencia islandesas trataron de salvar todos los muebles posibles.
La posible confusión viene de que el gobierno islandés nunca llegó a desembolsar los rescates prometidos de 600 y 500 millones de euros a Glitnir y Kaupthing, respectivamente, porque ambos entraron antes en suspensión de pagos. Pero el gobierno islandés tuvo que crear nuevos bancos para gestionar los activos y pasivos de los bancos quebrados. Es decir, tuvo que nacionalizar todo el sector bancario.
¿Le salió esto gratis al contribuyente islandés? obviamente no. Tal como señala el periodista español Èric Lluent en su magnífico artículo "Islandia sí rescató a la banca", el banco central necesitó enormes recursos para hacer frente a la nacionalización. Concretamente, 2.000 millones de las arcas públicas, o 6.250 euros por cabeza. Esto se suma a otros 1.245 millones de inyecciones a otros bancos y aseguradoras minoritarios que no fueron nacionalizados. En total, según la OCDE, Islandia destinó un 20% de su PIB en el rescate bancario. En comparación, España (que según algunos debería haber mirado a Islandia como modelo) gastó el 8,5% en los rescates de las antiguas cajas.
En resumen, Islandia rescató la banca todo lo que pudo, con un significativo coste para el contribuyente (muy superior al del rescate de las cajas españolas). Si no pudo más fue sencillamente por el masivo tamaño de su sector bancario, diez veces más que la economía nacional. La banca islandesa no era too big to fail (demasiado grande para caer), sino too big to bail (demasiado grande para ser rescatado).
El resto de Europa ¡también rescató la banca islandesa!
El tsunami financiero islandés no solo arrasó la banca de la isla, sino que la marea llegó hasta la Unión Europea, donde muchos ahorradores habían depositado dinero en bancos islandeses como IceSave atraídos por su alta rentabilidad. Tras nacionalizar sus bancos, Islandia mantuvo el compromiso de garantizar los ahorros islandeses, pero no los extranjeros (de los cuales la economía islandesa había estado años beneficiándose).
Aproximadamente 5.000 millones de euros de depósitos británicos (y algo más de 1.500 millones de holandeses) se vieron atrapados en Islandia sin que el gobierno islandés les garantizase un céntimo de vuelta (al contrario que a sus propios ciudadanos, a quienes sí garantizaba la totalidad de los depósitos). Ante esta discriminación, el Reino Unido aplicó leyes antiterroristas para congelar activos islandeses y garantizar el pago.
Los estados británico y holandés compensaron a sus ciudadanos de sus propias arcas (pese a que IceSave no había contribuido a los fondos de garantía de depósitos de estos países) y reclamaron al gobierno islandés una compensación de al menos el mínimo garantizado por cliente por el fondo de garantía de depósitos islandés, lo que habría supuesto unos 4.000 millones de euros.
En una evaluación preliminar de mayo de 2010, la EFTA (espacio europeo de libre comercio al que pertenece Islandia, permitiéndole la posibilidad de establecer actividades comerciales en la UE) dio la razón al Reino Unido y Holanda, al tiempo que criticaba la discriminación hecha por Islandia en favor de los ahorradores islandeses. Comenzó por tanto la búsqueda de un acuerdo. Sin embargo, los islandeses rechazaron en referéndum pagar las deudas contraídas por bancos islandeses con ciudadanos extranjeros (pero no, obviamente, con ciudadanos islandeses).
Al final, Islandia terminó devolviendo las deudas generadas por sus bancos
El masivo rechazo de los islandeses (93%) a pagar las deudas del país obligó a la búsqueda de un nuevo acuerdo. En los nuevos términos, se establecía un periodo de pago de 30 años con condiciones muy favorables. El nuevo acuerdo fue sometido de nuevo a referéndum, y de nuevo rechazado por la ciudadanía islandesa, aunque por un margen más ajustado (58%).
Ante la imposibilidad de un acuerdo, el problema se sometió a los tribunales de la EFTA. Sorprendentemente, con contra de la evaluación preliminar, en 2013 la justicia de la EFTA falló en contra del Reino Unido y Holanda y eximió a Islandia de compensar con dinero público los depósitos perdidos por sus bancos privados. ¿Cómo fue posible, entonces, que esta historia acabase con final feliz?
En realidad, Reino Unido y Holanda no exigieron que el estado islandés pagase la deuda de IceSave, sino que garantizase aquella que la liquidación de Landsbanki (matriz de IceSave) no pudiese cubrir. Pese a la falta de acuerdo en dicha garantía, sí se acordó que los estados británico y holandés fuesen considerados acreedores prioritarios de la liquidación. Tras un proceso satisfactorio de administración concursal, el último tramo de deuda con británicos y holandeses fue cancelado en enero de 2016.
Tras completar como un alumno aplicado el programa de rescate del FMI (¡otro mito que se cae!), con el aumento de competitividad asociado a la devaluación de su moneda y ya libre de la mayoría de cargas de sus viejos mastodontes bancarios, hoy en día Islandia vuelve a mirar al futuro con optimismo. En 2017 su PIB per cápita logró superar al de antes de la crisis.
Pero no hubo milagros. Islandia gastó más dinero público que cualquier otro país (a excepción de Irlanda) en rescatar sus bancos.
En El Blog Salmón | Miremos el impago de Islandia con perspectiva ¿opinaríamos igual si habláramos de ING Direct?