Los hechos son los siguientes. Las Diputaciones Forales son los auténticos sujetos fiscales en el País Vasco. La competencia fiscal es suya, y no del Gobierno Vasco, existiendo por tanto tres Haciendas, con su propia legislación, gestión e inspección, aunque suelen actuar coordinadas. Entre los años 93(con una aguda crisis económica en España en general, y en el País Vasco en particular) y 99 las Diputaciones aprobaron una serie de medidas fiscales que favorecían a las empresas radicadas en el País Vasco. Buscaban estimular la inversión generadora de empleo, así como atraer nuevas iniciativas empresariales. En el 99 la Comisión Europea comenzó a investigar estas ayudas, pues se consideraba que vulneraban la libre competencia, suponiendo un caso claro de ayuda estatal prohibida. Las autoridades vascas se negaron a colaborar en el expediente, e involucraron en su defensa al Gobierno español (curiosa paradoja, no podrán quejarse de que Madrid no les ayudó), que es el que finalmente ha sido demandado y condenado por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea. La Comisión Europea, apoyada por la sentencia, exige saber que empresas son las que recibieron las ayudas, y que devuelvan ese dinero. Es increíble. Las empresas, y los ciudadanos, debemos confiar en nuestros representantes y en la Administración de la que nos hemos dotado. Y tras confiar en ellos, y actuar conforme a la legalidad, muchas empresas van a sufrir un evidente daño. Está claro que muchas de ellas van a emprender acciones judiciales contra estas instituciones. Espero que ganen. Y que la Administración tenga que devolver, en concepto de daños y perjuicios lo que cobre como devolución de las subvenciones. Pero es evidente que, en esa fricción jurídica, todos perderemos, existirán costes judiciales, de financiación, etc...Que nunca llegarán a ser cubiertos. Es hora de que alguien se plantee la posibilidad de exigir en estos casos la responsabilidad económica personal de los políticos y de los partidos que causan estos episodios de desvergüenza.
Y yo me pregunto: ¿Quién volverá a confiar en el marco fiscal del País Vasco, y por extensión del del resto de España?